domingo, 21 de septiembre de 2025

COLEO DE SAMOS, NUESTRO COLÓN

COLEO DE SAMOS


[μετὰ δὲ ταῦτα νηῦς Σαμίη, τῆς ναύκληρος ἦν Κωλαῖος, πλέουσα ἐπ᾽ Αἰγύπτου ἀπηνείχθη ἐς τὴν Πλατέαν ταύτην· πυθόμενοι δὲ οἱ Σάμιοι παρὰ τοῦ Κορωβίου τὸν πάντα λόγον, σιτία οἱ ἐνιαυτοῦ καταλείπουσι. [2] αὐτοὶ δὲ ἀναχθέντες ἐκ τῆς νήσου καὶ γλιχόμενοι Αἰγύπτου ἔπλεον, ἀποφερόμενοι ἀπηλιώτηι ἀνέμωι· καὶ οὐ γὰρ ἀνίει τὸ πνεῦμα, Ἡρακλέας στήλας διεκπερήσαντες ἀπίκοντο ἐς Ταρτησσόν, θείηι πομπῆι χρεώμενοι.

 

Después de esto una nave samia, cuyo capitán era Colaios, navegando con rumbo a Egipto, fue desviada a Platea; enterados los samios por Corobio de toda la historia, le dejaron provisiones para un año; y ellos zarparon de la isla con vivos deseos de llegar a Egipto, pero, desviados por el viento apeliotes, que no cesó durante todo el viaje, fueron llevados más allá de las Columnas de Hércules y por providencia divina, llegaron a Tartessos.

 

HeródotoHistorias, IV, 152.

 

         Así me conocían todos los samios y así me llamaban cuando, habiendo dejado mi barco en el puerto, me llagaba despacio hasta mi casa con pasos trabajosos, como si la parte izquierda del camino y de las calles estuviera hundida y mi pie tuviera que descender hasta esa pequeña declive del terreno. Sí, era cojo de la pierna izquierda, pero ¡que me vieran agarrado a los foques en medio de una tempestad o recorriendo la cubierta en medio de un temporal que Poseidón nos enviaba! Recorrían las olas mi barco de proa a popa y de babor a estribor y jugaban los Dióscuros a encender el palo mayor con su luz funeraria y triste; se llevaba el agua las maromas de recios cabos estrellándolas contra las barandillas y allí estaba el cojo de Samos firme como un cedro del Líbano mientras otros marineros, hombres de perfecto caminar, se escondían como niños detrás de las cubas o se encerraban en las bodegas. Algunas veces, en medio de estas terribles tempestades, me agarraba al mascarón de proa mientras el barco subía y bajaba con las olas como si el padre Poseidón jugara con una cáscara de nuez en una fuente de aguas oscuras. Sí, cojo, pero mis piernas eran más firmes cuando las de ellos temblaban y se tenía  que agarrar al palo mayor como si las Sirenas estuvieran cantando sus canciones engañosas. Pero no era de mi cojera de la que os quería hablar sino de una expedición que jamás podré olvidar. Habíamos salido de Samos con rumbo a Egipto y seguimos, como siempre, la ruta marítima que toca en Rodas y en Chipre. Desde esta isla, navegando hacia el sur, se llega a Egipto en dos jornadas. Sin embargo, en aquel viaje, comenzó a soplar un viento del este tan potente que el barco era un juguete en medio de las olas. No se paraba aquel viento maldito que levantaba caballos de espuma que galopaban por la llanura vinosa del mar y así nos llegamos, sin querer, hasta la isla de Platea, una isla a la que suelen arribar los pescadores de Tera que van a pescar en las costas de Cirene, en la lejana Libia. En esa pequeña isla, encontramos a un pescador cuyo nombre era Corobio y que  nos explicó que había guiado hasta allí a unos marineros de Tera que le habían dejado allí con provisiones para unos cuantos meses y que, a continuación, habían partido de nuevo rumbo a su tierra para hacer saber a los tereos que habían alcanzado la isla. Bendijo Corobio nuestra llegada pues apenas le quedaban provisiones y aún nos bendijo más cuando le dijimos dejamos víveres para más de un año. Sin embargo, de nada nos valdrían sus bendiciones generosas pues, de nuevo, desatándose el viento del este durante tantos días que no soy capaz de precisar, nos fuimos alejando de las costas de Libia y acabamos cruzando las columnas de Hércules. El miedo se apoderó de todos mis hombres y también de mí pues poco se sabía de los que había más allá de las columnas que el héroe tebano puso como fin del mundo conocido y tan sólo rumores de taberna decían que había más allá unas islas que llamaban Casitérides, ricas en minerales de hierro y que había una ruta milenaria que habían recorrido algunos navegantes codiciosos por las riquezas de ese fantasmal archipiélago. Yo les intenté tranquilizar diciéndoles que, si habíamos llegado hasta tan lejos impulsados por ese criminal viento del este, era porque los dioses lo querían y que quizás, al otro lado de las columnas, nos esperaba un nuevo mundo.

         Se calmó el viento de levante al pasar por el estrecho que el héroe tebano había separado y se calmó también el miedo de todos nosotros y, en su lugar, brotó la esperanza de encontrar una tierra desconocida. No había pasado ni un día cuando el vigilante de proa dio el aviso de que había tierra a la vista. A medida que el barco se acercaba, íbamos viendo una playa de arenas blancas como la harina que salía de nuestros molinos y un río ancho, hermoso, en cuyas aguas el sol poniente enjoyaba de oro. Pusimos proa a aquel río y vimos que era navegable bastantes estadios tierra adentro. De pronto, por la orilla, aparecieron unos jinetes con grandes banderas blancas al viento. Fondeamos el barco y descendimos a tierra. Aquellos hombres nos dijeron que aquella tierra era Tartessos y nos hablaron de su reyes mitológicos (Poner aquí los reyes mitológicos de Tartessos) De Gerión que pastoreaba sus rebaños a las orillas de ese río ancho y hermoso que se enjoyaba de oro cada tarde en su desembocadura. Nos contaron que nuestro Hércules se llegó hasta estas tierras para robarle los rebaños a Gerión y que el tebano se los llevó tirando de sus colas para que las huellas quedaran al revés en el suelo; nos hablaron de su hijo nieto Nórax, hijo de Eitea que conquistó el sur de Cerdeña y fundó la ciudad de Nora. Nos hablaron de Gárgoris, que inventó la apicultura y que mantuvo relaciones con su hija de las que nacieron Habis, el pobre muchacho que tuvo que luchar tres veces por su vida, que fue amamantado por una cierva y que su padre lo acabó reconociendo. Se cuentan tantas veces de él, que descubrió la agricultura al atar una yunta de bueyes a un arado y tantas cosas que llenarían un papiro entero.  Nos dieron riquezas y con ellas hicimos un buen negocio pues sacamos cada uno seis talentos de plata y con el diezmo de cada uno mandamos construir un caldero de bronce de los que llamamos argólicos alrededor del cual talló el artesano unos grifos en relieve.

         Ahora, en las tardes de la primavera, me distraigo en echar las hojas nuevas al estanque y a cada una le pongo el nombre de una nave; las dejo que el viento las arrastre hasta los bordes e imagino entonces que están llegando de nuevo a Tartessos, en aquellos años en que fuimos tan felices. Luego, cuando el sol se pone, entro en mi humilde morada y acaricio  el caldero de bronce en el que guardo una caracola que me pongo al oído y me parece escuchar el sonido de aquellas voces que nos recibieron en aquel río, grande y hermoso, que se vestía de oro en su desembocadura para unirse, en nupcias sagradas, con el misterioso océano que guardaba en su alma oscura ciudades que nunca conoceremos, pero que ya habitan en el país misterioso y cálido de los sueños.


 

 



lunes, 15 de septiembre de 2025

LA GINESTA DE MARAGALL

 


Leed este poema de Joan Maragall, uno de mis poetas favoritos, aunque no sepáis catalán. Dejaos llevar por su ritmo mágico, por sus colores, por su olor, por el aire que agita los cabellos mientras veis a lo lejos el mar. Los poetas hablan en el lenguaje de la belleza y también en la Vieja Castilla se entiende la voz de las Españas que no escribe en castellano. Subíos con Maragall por alguna serreta y quedaos un buen rato con el olor de la retama mientras un espejo de plata refulge en la distancia. ¡Sentid a la retama como a una enamorada!

         ¡Qué hermosura de poema con esa musicalidad que sólo los poetas del XIX sabían imprimir a sus obras!

         Cuando venga la primavera, ya sabemos lo que tenemos que hacer.

LA GINESTA

La ginesta altre vegada,

la ginesta amb tanta olor,

és la meva enamorada

que ve al temps de la calor.

Per a fer-li una abraçada

he pujat dalt del serrat:

de la primera besada

m'ha deixat tot perfumat.

Feia un vent que enarborava,

feia un sol molt resplendent:

la ginesta es regirava

furiosa al sol rient.

Jo la prenc per la cintura:

la tisora va en renou

desflorant tanta hermosura

fins que el cor me n'ha dit prou.

Amb un vimet que creixia

innocent a vora seu

he lligat la dolça aimia

ben estreta en un pom breu.

Quan l'he tinguda lligada

m'he girat de cara al mar...

M'he girat al mar de cara,

que brillava com cristall;

he aixecat el pom enlaire

i he arrencat a córrer avall.

 

lunes, 8 de septiembre de 2025

LA JOTA DE VINAROZ

 


 

Ya he hablado, aunque de pasada, de la jota de Vinaroz, pero no en detalle como quiero hacer ahora.

         Paseando por tan hermosa ciudad castellonense me encontré con el grupo folclórico Les Camaraes que, como es lógico cantan y bailan esta jota, buque insignia del folklore de Vinaròs. Sorprende porque la jota es muy aragonesa y este sentimiento aragonés viene porque los arrieros maños cruzaban la comarca de Els Ports y bajaban a Vinaroz para cargar pescado tal y como ya he contado en este blog. También las tropas de Franco (con perdón) cruzaron Els Ports para llegar a Vinaroz, pero no fue para comprar pescado, sino para cortar la España republicana en dos trozos. Pero sigamos con la “jotilla” y dejemos temas tristes.  Resulta que también había por Vinaròs marineros andaluces que le pusieron su mica de sal y así nos quedó la jota. A decir verdad, no acabo de ver en la jota de Vinaròs el toque andaluz, pero si los folkloristas que saben más que un servidor lo dicen, no me queda más que callar.

         Me podéis decir que la jota, ya en forma de jota, ya en forma de fandango o foliada, anda por toda España y es verdad porque es más lo que nos une que lo que nos separa. Vamos, hasta en Cádiz, los maños que se llegaron para combatir al francés se llevaron también con ellos su jota y la jota acabó dando forma a las alegrías que cantan maravillosamente bien “mi “Perla de Cádiz o Pericón.

         Musicalmente, una jota es una obra musical en compás de ¾ o de 6/8 ( la de Vinaroz está en 3/8). Es decir, es básicamente un compás ternario, ya con tres negras (3/4) ya con 6 corcheas o con 3 corcheas como “nuestra jota de Vinaroz” que está en Re mayor con sus dos sostenidos correspondientes, en el fa y en el do en su armadura melódica    Se toca con dulzaina (dolçaina) que en la Comunidad Valenciana no lleva llaves como en Castilla y se acompaña de laúdes y bandurrias. Por supuesto que hay un jotero que canta la letra que unas veces oigo en valenciano y otras en castellano. Tanto monta, monta tanto.

         Y basta de historias. Os dejo la jota de Vinaroz interpretada por La rondalla al carrer y os dejo también  la letra para que la cantéis en casa. ¡A disfrutar!