domingo, 6 de junio de 2021

INCIERTA GLORIA, EL NOVELÓN DE JOAN SALES

 


Le debo a mi buen amigo y compañero Luis Riera Climent, valenciano de Valladolid, la lectura de Incierta gloria, la enorme novela de Joan Sales. Tuve mis dudas porque vi un poco de la película y, como las películas españolas se filman con la bragueta, enseguida se metieron en el follaje Luis y la Carlana. Sin embargo, al ver que la había traducción Carlos Pujol, amigo de Carlos Cardona, el gran filósofo de Tiana,  pensé que Pujol no se hubiera metido a traducir una novela en la que lo escabroso anduviera campante. Y la leí y no la pude dejar porque es un novelón. Sales es como un Bernanos, un escritor que trata un cristianismo serio y que no se rebaja a hacer, como la Almudena Grandes (Dios me libre de leerla), una novela de buenos y malos porque la gloria es incierta. Como este relato divino y humano sabe a poco en sus más de quinientas páginas, me voy a meter al coleto su continuación,  El viento de la noche, y ya os contaré. Pero, de verdad, esta novela es de las mejores que he leído en mi vida y creo que llevo leídas unas cuantas. No os la perdáis.

 

ANA IRIS SIMÓN O LA CHICA DE LA FERIA QUE ESCRIBE DE PUTA MADRE

 


Pues ya veis, va una chica de la feria, una feriante, y se marca una novela en la que nos cuenta de su madre ( la Ana Mari que es cartera rural) y de su padre (que también es cartero rural) y de su abuela la María Solo porque no se llamaba María Algo como otras familiares y de su hermano y de sus tías; y de cómo es La Mancha manchega, “que hay a mucho vino, mucho pan mucho aceite y mucho tocino” y de cómo un gigante sale en el Campo de Criptana, pero no es un gigante sino un molino porque la chica de la feria, como don Ramón María del Valle Inclán usa un espejo deformante( o a lo mejor es que la sociedad está deformada y es un espejo plano, normal que ya no sabemos ni cómo son los espejos de las ferias porque toda a vida ya es una feria y no andan los enanitos toreros, ni la Manolita Chen, ni un tío suyo cura en Filipinas. La feriante se marca una novela en la que dice, porque pa eso es de la feria, las verdades del cuidador del güitoma, o sea, el barquero y aquí no pasa ná. O las verdades de los calorrós del mercaíllo, que no son lorquianos, pero escuchan a los Chichos y a los Chunguitos.  Porque la chica de la feria no tiene empacho ni se corta un pelo en confesar que escuchaba a Camela y a Estirpe Imperial cantando Primavera, un himno de la División Azul, que dios me perdone desde Galapagar esta blasfemia contra la “libertad” del padrecito Stalin. Y, cuando acabas de leerla, uno que se lee a Berhard, y a Ciorán y a Pablo Perera Velamazán ( el filósofo de Saucelle y de Chamberí a partes iguales porque no sólo la Ayuso es de Chamberí que ya antes lo fue mi abuela Patro, nacida en la calle del Castillo, número ocho, junto a la calle Raimundo Lulio,  que me perdonen los de la CUP, pero así la conocí y así la nombraba mi abuela que iba a la kermés de Alonso Cano ). Y, cuando la terminas, te das cuenta que la chica de la feria ha escrito una novela que levanta ampollas, que está escrita con ese habla de Parla o de Fuenlabrada, pero que, quizás por eso, es una novela de putísima madre, sí señor, de putísima madre que en la feria no se anda uno con mandangas si no te quieres convertir en el hombre blandengue del Fary, el José Luis Cantero amigo de Antoñete, el torero de la calle Bocángel y del mechón blanco.

         Por cierto, me he puesto a decir bobadas y no he dicho que la chica de la feria se llama Ana Iris Simón y que, un día, en una piscina le pidió un beso a Aramís Fuster cuando la entrevistaban para Telecinco. Eso es tener un par de ovarios bien puestos y lo demás zarandajas.

EL SEÑOR ESPASA OZONOPINA DE LA CHIPÉN

 


¡Qué personaje el Espasa de “La del manojo de rosas”! Madrileño de Chamberí, camarero y después tranviario, quiere el hombre hacerse pasar por un tipo culto y, cuando Capó le habla en caló ( en romaní que dirían ahora) va el tío y le suelta esta perorata porque hay que ozonopinar de tó aunque no se entienda de la misa la media:

            “Pues a mí, verás; a mí, el alcaloide que me descuajaringa es la vertebración ancestral de las neuronas en complicidad fragante con el servetinal. Porque, como sin leucocitos no hay ecuaciones, en cuanto pongas dos binomios a hervir, ya tiés caldo magi.”

            Y la plazuela donde tiene Asunción su floristería se ha quedado de piedra. Cosas del viejo Madrid que ya existía antes de que llegara la Ayuso.