viernes, 31 de marzo de 2023

MAZEPPA Y LORD BYRON MÁS UN CUADRO DE DELACROIX

 


¡Ay, mi querido George Gordon Byron, zambo divino que en todas partes estuviste y que escribías tan divinamente! He leído tu Mazeppa, basado en una leyenda polaca y ucraniana y he galopado contigo por las anchas llanuras eslavas como antes anduve contigo por Venecia, por Cádiz o por Grecia; he sentido el viento como el pobre Mazeppa al que ataron desnudo a un caballo salvaje y lo mandaron a las estepas, pero  que luego bien que se vengó no dejando piedra sobre piedra del castillo de aquel marido que le castigó con toda la razón (bueno, quizás se pasó un pelín) porque sedujo a su santa esposa. ¡Ay, Mazeppa, que no se puede ir por el mundo seduciendo mujeres que luego se paga el pecado de adulterio a la grupa de un caballo!

         Tu historia no sólo le gustó a “mi Byron”, sino que Víctor Hugo, Pushkin (un recuerdo para el loro del alcalde Tierno Galván) y músicos como Liszt ( un poema sinfónico y una obra para piano) y Tchaikovski en su ópera Mazepa, se basaron en ti.

         ¡Qué vidas, señor, las de estos héroes ¡ ¡Byron muriendo en Mesolongi y tú, amigo Mazeppa, galopando in puribus pelotis por esas estepas de Dios!

         Con razón nuestras vidas nos parecen, en ocasiones, algo aburridas. Normal.

DON CASTO MÉNDEZ NÚÑEZ OU A HONRA DA PATRIA

 


No meu libro de lecturas de carto de EXB falábase dabondo dos héroes e da patria, dous términos que, a día de hoxe, son exemplo de actitude políticamente incorrecta porque xa non hai héroes e tampouco sábese moi ben o que é España que pasou de ser “una unidad de destino en lo universal” a un país de países (con genitivo ponderativo) e outras cousas peores que non vou repetir. Nos dibuxos a cor do libro, que eran dun trazo claro, sempre me gustaba ollar a efixie dun mariño vigués que tiña longas patillas cuxo camarote vía eu no Museo de Pontevedra e sentía un pouquiño de medo porque coidaba que estaba no medio dunha batalla,  no medio e medio do mar e que, dun momento a outro, un cañonazo ía facer unha vía de augua que botaría o barco ao fondo.  O mariño chamábase don Casto Méndez Núñez e, na igrexa da Peregrina, gardase unha cuncha xigante que don Casto regalou a Virxen que é patrona da provincia de Pontevedra, pero non da cidade, (como moitas veces se pensa erróneamente) cuxa patrona é a Virxen da O. Pero volvamos ao tema porque deste mariño vigués lémbrome sempre dunha frase:

Más vale honra sin barcos que barcos sin honra.

Nestos tempos que corren, falar da honra non é políticamente correcto porque vivimos nunha España avergoñada da súa historia e que anda a pedir perdón polo mundo enteiro por ter levada una lingua e unha civilización ata o fin do mundo. Outros sí que foron xenocidas (gardar aos indios en “Reservas” e darlles ben de alcohol ata que sexan un pobo de bébedos non é moi humanitario, digo eu) e non teñen vergoña.

         Hoxe, don Casto non podería pronunciar a súa famosa frase porque a honra (ou o que queda dela) véndese ao mellor postor nos mercados financieros.

         Nesta España nosa, temos medo de dicir, como din os franceses sen medo e sen vergoña:

         “Gloire aux héros de la Patrie”

         Non temos remedio aínda  que veña a escola de menciñeiros ao completo de don Álvaro Cunqueiro.

jueves, 30 de marzo de 2023

JUAN ANTONIO GAGO DE MENDOZA, O LIBERADOR DE MARÍN

Cando eu era Neno-Deus en Marín (e que Juan Ramón Jiménez me perdoe), gustaba de pasar polo monolito adicado a Juan Antonio Gago de Mendoza, mariño marinense nado na Brea, una aldea de Seixo, parroquia de Marín, un sete de novembro de 1761. Loitou contra os ingleses e contou cunha  patente de corso do rei Carlos IV. No ano 1800, Gago de Mendoza venceu en Aguete aos ingleses e comenzou a construir o pazo de Chirleu do que despois falarei. Eu, lémbrome especialmente de Gago, porque foi o comandante das Alarmas do Morrazo, a península que separa as rías de Pontevedra e Vigo. As Alarmas foron un sistema de defensa que alertaba ao Morrazo do peligro dos franceses. Gago liberou Marín das tropas galas e participou tamén na famosa batalla de Pontesampaio na cal é fama que os soldados galegos combatiron ao son da muiñeira de Pontesampaio. Gago de Mendoza tamén loitou na reconquista de Vigo xunto ás tropas ourensans de Cachamuiña de quen vos falarei noutra entrada.

         Gago de Mendoza, na punta de Chirleu, construíuse un pazo que aínda é propiedade dos seus descendentes e, nos seus comenzos, tiña foxo, porto propio e muralla. Despois pasou a ser fábrica de salgadura e estaleiro. O pazo é agora a sede do Náutico de Aguete, pero na vivenda principal, en cuxa porta pode verse o escudo de armas da familia, viven os descendentes do ilustre mariño marinense. Eu, que tantas veces percorrín o camino das praias, sinto agora, no medio e medio de Castela, como o vento mareiro se chega a miña xanela e peta nos vidrios para contarme vellas historias de corsarios, franceses e mariños valentes. Non sei, serán cousas da idade.

 



 

miércoles, 29 de marzo de 2023

UNA ETIMOLOGÍA PARA SANLÚCAR DE BARRAMEDA ENTRE LANGOSTINOS Y FINO

 


Ver ponerse el sol en Sanlúcar de Barrameda es una de las experiencias estéticas más hermosas que un viajero puede tener si viaja por Andalucía. Si a esto le añade unos langostinos y un buen vino, puede tocar ya el Olimpo. Y, si además oye a José el de la Tomasa, que habría bajado con su barquito desde Triana,  echándose unos cantes  con la guitarra de Pedro Peña, hijo de María la Perrata y hermano de aquel gran cantaor que fue Juan Peña “El Lebrijano”, ya está sentando con los inmortales bebiendo,  no vino de la tierra, sino la mismísima ambrosía con la que los dioses griegos se alimentaban. Pero vamos al tema y dejemos tan barroca introducción llena de mar, cante y langostinos sanluqueños.

         Plinio el Viejo ( no me lo confundáis con el Guardia Municipal de Tomelloso (GMT) en las novelas de Francisco García Pavón) habla de una ciudad llamada Eboúra; también Pomponio Mela habla de esta ciudad y los dos escritores romanos dicen que había cerca un templo dedicado a Phosphorós, es decir, “el que lleva la luz” para los griegos y Lucifer (absteneos, satanistas, porque no vamos por ahí) para los latinos que no es otro que el planeta Venus al que los navegantes veneraban en numerosos templos. Los romanos llamaron también a ese santuario Lux Divina cuya traducción es obvia hasta para un alumno de la LOMLOE. Y de Santa Luz, dice don Antonio, vendría Sanlúcar. Lo de Barrameda viene por el lugar en donde se asienta el puerto de esta localidad gaditana que, en tiempos, estuvo separado de la población,  pero unido por el conocido como camino de Barrameda.

         Otras etimologías posibles serían:

-         Del árabe shaluqa (que Mahoma me perdone si lo he copiado mal) que es como los árabes llaman al viento de Levante. pero resulta que, de toda la provincia de Cádiz, donde menos sopla el Levante es en Sanlúcar.

-         Puede provenir del latín sub lucus, es decir,  “bajo el bosque” o “al otro lado del bosque”.

-         Puede provenir, por último,  de sanctus locus, es decir, lugar santo, con lo que estaríamos cerca del santa lux de García Bellido.

Sea como sea, vamos a tomarnos los langostinos y este vinillo de Jerez y luego, después de una siesta o yoga español, seguimos hablando de las etimologías.

DON ANTONIO GARCÍA BELLIDO Y LA NAVEGABILIDAD DEL GUADALQUIVIR EN TIEMPOS DE ESTRABÓN

 


Don Antonio García Bellido, del que nadie se acuerda porque los niveles culturales están no bajo mínimos, sino en las catacumbas, fue un ilustre profesor manchego,  de Villanueva de los Infantes para más datos,  que con tan sólo veintiocho años ganó la cátedra de Arqueología de la Universidad de Madrid. Los que hemos estudiado el Arte de Roma recordamos su Arte Romano, texto fundamental para adentrarse en las maravillas de Roma, pero también recordamos dos libritos de la mi muy querida colección Austral: España y los españoles hace dos mil años y La España del siglo I de nuestra era, según P. Mela y C. Plinio. El primero es una traducción comentada ( ¡y cómo!) del libro tercero de Estrabón que está dedicado íntegramente a Iberia. Como bien dice el maestro en el prólogo “No habrá lector español y serán muy pocos los americanos de habla española, que no encuentren en sus páginas una respuesta más o menos amplia a la pregunta curiosa de cómo era su región, su pueblo, sus paisanos, su monte, su río o su campo allá en los lejanos tiempos de Augustus, lejos ya de nosotros en más de dos  milenios”. Como una pequeñísima muestra, he escogido un pasaje: el punto 3 del capítulo 2 del libro III de Estrabón en el que el gran historiador griego, ya de la época augústea, nos habla de cómo el Guadalquivir (Baítis) era navegable hasta Córdoba e incluso más allá. Os pongo el texto griego y la traducción del maestro García Bellido y me permito, - que los dioses no tengan en cuenta mi osadía- , añadir algunos comentarios –mínimos- de mi propia cosecha.

Παροικεῖται δὲ ὑπὸ πλείστων ὁ Βαῖτις καὶ ἀναπλεῖται σχεδόν τι ἐπὶ χιλίους καὶ διακοσίους σταδίους ἐκ θαλάττης μέχρι Κορδύβης καὶ τῶν μικρὸν ἐπάνω τόπων.        

Las orillas del Betis son las más pobladas; el río puede remontarse navegando hasta una distancia aproximada de mil doscientos estadios (διακοσίους σταδίους ἐκ θαλάττης μέχρι Κορδύβης) desde el mar hasta Córdoba e incluso hasta algo más arriba.

COMENTARIO: Los mil doscientos estadios son, aproximadamente y tomando la medida del estadio de Olimpia que son 600 pies, es decir, 192,27 metros, 230,724 kilómetros río arriba. Si comprobamos que la distancia por el río desde Sevilla a Córdoba son unos 120 kilómetros, llegaríamos bastante más arriba de Córdoba tal y como traduce después García Bellido.

καὶ δὴ καὶ ἐξείργασται περιττῶς ἥ τε παραποταμία καὶ τὰ ἐν τῶι ποταμῶι νησίδια. πρόσεστι δὲ καὶ τὸ τῆς ὄψεως τερπνόν͵ ἄλσεσι καὶ ταῖς ἄλλαις φυτουργίαις ἐκπεπονημένων τῶν χωρίων.

Las tierras están cultivadas con gran esmero, tanto las ribereñas como las de sus breves islas. Además, para recreo de la vista, la región presenta arboledas y plantaciones de todas clases admirablemente cultivadas.

μέχρι μὲν οὖν Ἱσπάλιος ὁλκάσιν ἀξιολόγοις ὁ ἀνάπλους ἐστὶν ἐπὶ σταδίους οὐ πολὺ λείποντας τῶν πεντακοσίων͵ ἐπὶ δὲ τὰς ἄνω πόλεις μέχρι Ἰλίπας ταῖς ἐλάττοσι͵ μέχρι δὲ Κορδύβης τοῖς ποταμίοις σκάφεσι͵ πηκτοῖς μὲν τὰ νῦν τὸ παλαιὸν δὲ καὶ μονοξύλοις·

            Hasta Híspalis, lo que supone cerca de quinientos estadios, pueden subir navíos de gran tamaño; hasta las ciudades de más arriba, como Ílipa, sólo los pequeños. Para llegar a Córdoba, es necesario usar ya de barcas de ribera, hoy hechas de piezas ensambladas, pero que los antiguos construían de un solo tronco.

            COMENTARIO: Híspalis es Sevilla, distante del mar unos cien kilómetros. Ílipa es Alcalá del Río que dista de Sevilla 16 kilómetros río arriba. García Bellido explica en sus notas que para llegar a Córdoba los lugareños lo hacían primero en troncos, pero que después, por influencia romana, se hacían barcazas de piezas ensambladas.

τὸ δ᾽ ἄνω τὸ ἐπὶ Καστλῶνος οὐκ ἔστι πλόιμον· παράλληλοι δέ τινες ῥάχεις ὀρῶν παρατείνουσι τῶι ποταμῶι μᾶλλόν τε καὶ ἧττον αὐτῶι συνάπτουσαι πρὸς βορρᾶν͵ μετάλλων πλήρεις.

Más arriba de Cástulo el río deja ya de ser navegable; varias cadenas montañosas y llenas de metales siguen la orilla septentrional del río, aproximándose a él unas veces más, otras menos.

COMENTARIO: Castulo o Kastoulón era una ciudad ibérica del Alto Guadalquivir. Sus ruinas están en Cazlona, corrupción de Castulona, al sudeste de Linares, a orillas del Guadalimar, afluente del Guadalquivir. Estamos pues en las comarcas mineras del norte de Jaén.

            Resumiendo lo dicho por Estrabón, tenemos una zona navegable para barcos desde Sanlúcar a Sevilla, es decir, tal y como es en la actualidad. Más adelante, hasta Alcalá del Río, tan sólo podían remontar barcos pequeños y, hasta Córdoba la navegación se hacía por medio de barcazas que también llegaban hasta la actual Linares que, siguiendo la A-4, dista de Sevilla 253 kilómetros. Si a esta distancia le sumamos la parte navegable del río en la actualidad desde Sevilla a Sanlúcar que ya hemos visto que son unos cien kilómetros, el Guadalquivir, de una manera o de otra sería navegable a los largo de 353 kilómetros aproximadamente que excede en cien kilómetros los 1200 estadios de río navegable del que hablaba al principio Estrabón que quizás sólo tuvo en cuenta desde Sanlúcar a Córdoba.  Por cierto, la etimología preciosa de Sanlúcar os la dejo para otra entrada.

 

martes, 28 de marzo de 2023

LA LEONA DE CASTILLA

 


Hay una mujer en la historia que siempre me ha llamado la atención y que nació en la Alhambra granadina en donde su padre, don Íñigo López de Mendoza era alcalde perpetuo, cargo concedido por los Reyes Católicos. Don Íñigo era además I marqués de Mondéjar y II conde de Tendilla. Esta mujer, que adoptó el apellido de su madre, Francisca Pacheco, hija de don Juan Pacheco, I marqués de Villena, se casó con el toledano Juan de Padilla, de menos prosapia que ella pues tan sólo era hidalgo,  pero que la hizo famosa pues, como ya habréis adivinado seguro, no hablo de otra mujer, sino de doña María Pacheco o doña María de Padilla, la Leona de Castilla, en la obra de Francisco Villaespesa, conocida por tal nombre por su defensa numantina de Toledo tras morir su esposo en Villalar de los Comuneros. Amparo Rivelles le dio vida en el cine en una de esas películas de los años cincuenta, tan denostadas por la progresía porque sus protagonistas “miraban al infinito cuando hablaban”, pero tan hermosas. Ésta de la que os hablo llevaba el mismo título que la obra de Villaespesa y la  dirigió Juan de Orduña, el mismo director que filmó la película sobre mi reina Juana, Locura de amor,  en la que aparecía, en el papel de Juana, la actriz vallisoletana Aurora Bautista. Doña María tuvo por maestro a Diego de Sigeo en esa corte pequeñita del Gran Tendilla en donde no se hacían distingos entre hermanos y hermanas y a todos se les daba una gran educación. Recordemos que hermano suyo fue don Diego Hurtado de Mendoza, embajador y poeta. Don Diego de Sigeo fue el padre de la docta puella toletana Luisa Sigea de la que os hablaré más en detalle en otra entrada porque es una mujer cultísima que marchó para Portugal con su padre cuando éste, a su vez, partió al exilio con María de Padilla. Doña Luisa, según su ya mencionado padre, don Diego Sigeo, sabía a la perfección el latín y se carteó con el papa con tanto acierto  que el Santo Padre se asombró del conocimiento que de la lengua del Lacio tenía esta puella de Tarancón que, por aquellos años, era diócesis y reino de Toledo, no como ahora que pertenece a la provincia de Cuenca. Y no sólo era docta en latín, sino que también lo era en griego, matemáticas, letras e historia. No quiero perder el hilo, pero ya os contaré del maravilloso poema que escribió esta mujer sobre Sintra cuando allí vivió con la corte portuguesa. Mas volvamos a doña María que se vio forzada a huir a Portugal tras la caída de Toledo en manos realistas y a vivir casi de la caridad en Braga y en Oporto. Y fue en esta ciudad portuguesa en donde murió muy joven aún – no llegaba  a los cuarenta años- , y en donde la enterraron en la catedral. Servidor, siempre que va a Oporto, le pregunta al guía de turno que dónde está enterrada María de Padilla y los guías, haciendo gala de más paciencia que el santo Job,  me han dicho, tras muchas visitas a la Catedral “tripeira” casi de todo (siempre bueno que nuestros hermanos portugueses están siempre muy en razón y no se “aleonan” con tanta facilidad como nos “aleonamos” aquende de la raya) : desde que eso es una invención de los historiadores españoles a que, en unas nuevas obras se han hallado tumbas nuevas y que es posible que doña María esté en una de ellas. Sea como sea, la verdad es que la pregunta es por fastidiar y es algo que me provoca una gran excitación el preguntar por la tumba de doña María. Será que me estoy haciendo mayor.

sábado, 18 de marzo de 2023

DON PAYO GÓMEZ CHARIÑO

 


Se alguén ten a grande sorte de chegarse a Pontevedra, agora que os camelios están en fror, pode visitar o mosteiro de San Francisco e ver a tumba de don Payo Gómez Chariño que foi almirante da frota que conquistou Sevilla ao mando de don Fernando III el Santo e que foi nomeado almirante polo mesmo rei. Ademais de guerreiro, don Payo foi político e, cando, a morte de Sancho IV,  don Juan de la Cerda pretendeu a coroa dos reinos de Sevilla, Galicia e León, mentras doña María de Molina quedaba como rexente na Castela e Toledo, enfrentouse a o principal valedor da idea na Galicia que foi Juan Alfonso de Alburquerque ao cal fixo prisioneiro. Mal acabou don Payo pois foi asesinado por Rui Pérez Tenorio en 1295. O que é admirable é que, con esa vida tan axetreada, tivese tempo aínda de escribir poesía. Si botamos unha ollada aos grandes trovadores do século XIII, temos ahí a Gómez Chariño que compuxo poemas como o que sigue:

As frores do meu amigo

briosas van no navío

E van-se as frores

d’aquí ben con meus amores!

 

Idas son as frores

d’aquí ben con meus amores!

As frores do meu amado

briosas van eno barco!

 

E van-se as frores

d’aquí ben con meus amores!

Idas son as frores

d’aquí ben con meus amores!

 

Briosas van no navío

pera chegar ao ferido.

E van-se as frores

d’aquí ben con meus amores!

 

Idas son as frores

d’aquí ben con meus amores!

Briosas van eno barco

pera chegar ao fossado.

 

E van-se as frores

d’aquí ben con meus amores!

Idas son as frores

d’aquí ben con meus amores!

 

Pera chegar ao ferido,

servir mí, corpo velido.

E van-se as frores

d’aquí ben con meus amores!

 

Idas son as frores

d’aquí ben con meus amores!

Pera chegar ao fossado,

servir mí, corpo loado.

 

E van-se as frores

d’aquí ben con meus amores!

Idas son as frores

d’aquí ben con meus amores!

 

¡Ja con el Payo, primo!

 

A REVOLTA DOS IRMANDIÑOS

 


Hai cousas que non sei ( o sí que sei e non o quero decir) por qué non veñen nos libros, nin nos libros de texto daquela época remota da miña infancia, nin nos libros de hoxe. Estou a falar da revolta dos Irmandiños que foi a maior revolta europea do século XV e que tivo lugar na Galicia que estaba nunha situación de conflicto social (fame, epidemias e abusos pola parte da nobreza galega) e política (guerra civil na Castela). Os nobres galegos, os Osorio, os Ulloa, os Sotomayor, cometían terribles abusos no pobo e iso deu lugar a Gran Guerra Irmandiña entre os anos 1467 e 1469. O pobo, farto dos abusos, levantouse en armas contra os nobres e destruíu os castelos – cento trinta en total- de moitos nobres que fuxeron a Portugal e Castela. Foi un nobre galego, Pedro Madruga o que iniciou desde Portugal o ataque dos señores contando con boas e modernas armas como os arcabuces. Os xefes da revolta morreron e don Pedro Madruga, que era un Sotomayor, venceu aos pobres. Don Julio Valdeón Baruque fala desta revolta que foi, avant la lettre, unha Revolución Francesa na Galicia medieval, no seu libro Los conflictos sociales en el Reino de Castilla en los siglos XIV y XV.  Por certo, que don Pedro Álvarez de Sotomayor, recebeu este sobrenome porque loitaba na madrugada, algo non habitual nos cabaleiros da época que preferían quedarse nos seus castelos gozando do dereito de pernada. E tamén, por certo, algún tolo, anda a decir que Madruga foi, nin mais nin menos,  que Colón. Si, lestes ben, Colón. Din que don Pedro,  despois do seu apoio a Juana la Beltraneja, tiña asumida a identidade de Colón e que don Cristóbal e don Pedro foron a mesma persoa. Non é moi creíble a historia, pero o que sí que é certo  é que don Pedro fixo que os galegos voltaran a súa escravitude e deixou craro que na Galicia da Baixa Edade Media os que mandaban eran os “de sempre”.  Aínda tiveron que pasar moitos anos e moitas cousas para que o pobo galego vivise na libertade que merecía.

 

viernes, 17 de marzo de 2023

EL VIGÍA DEL AGAMENÓN DE ESQUILO

 


(Monólogo teatral basado en una traducción libre del Agamenón de Esquilo)

         ¡Pido a los dioses que me libren de estas fatigas, de esta vela sin fin que todo el año prolongo, como un perro, aquí, en la azotea del palacio de los Atridas, contemplando las constelaciones de los astros nocturnos, esas mismas que a los  mortales traen invierno y verano, resplandecientes reyes que en el Éter brillan, se levantan y, ante mí, se hacen presentes.

         Mi guardia comenzó empezó hace muchos años cuando una tarde el sol se puso por detrás de los montes. Poco a poco, un mundo de sombras, un velo de oscuros presagios, una ola de muerte fue invadiendo la llanura. Me impresionó el anochecer desde esta terraza y más aún me impresionó la soledad terrible que con su corte de fantasmas aún siguen viviendo para burlarse de mi miedo, de mi angustia, de mi falta de esperanza. Los veo llegar burlones al pie de esta torre, me echo para atrás, cierro mis ojos y me los tapo con mis manos frías en las que parece que ya habita la muerte. Es en vano: con risas horribles se llegan a mi lado, me cortan el paso cuando quiero escapar, me señalan con gestos de burla. ¡Qué terrible es la noche para el que está solo!

(El vigía. de pronto, abandono su negra tristeza)

         Porque si estuvieran aquí mis camaradas, todo sería distinto pues echaríamos de la torre a los negros fantasmas.

(El vigía retoma su gesto triste y desesperado)

         Pero estoy triste solo y ya soy un hombre mayor. Recuerdo que de niño, la noche llegaba cargada de perfumes, de risas, de una alegría que ya me ha abandonado por completo.

(El gesto del vigía se llena de añoranza)

Después de aquellas tardes largas como miradas de enamorados, la noche iba entrando lentamente por las calles. Salía mi madre y yo me abrazaba a su mandil que me traía el olor de la cena humilde que cocinaba mezclado con el olor del humo del fuego de la leña que alimentaba aquella lumbre  en  cuyas brasas guisaba. ¡Era tan pequeño entonces y tan feliz!  Más tarde, la noche fue la hora del amor, la hora del beso furtivo en los cañaverales del río; del baño nocturno en los estanques que conservaban aún en su alma el beso apasionado del sol de la tarde. Más tarde, fue el descanso del trabajo del campo, el bálsamo para mis manos encallecidas de sujetar la mancera.

(El vigía vuelve a su gesto de angustia)

         Pero ahora es la presencia descarnada y cruel de la muerte. ¡Ay, si los dioses quisieran que me llegara esa luz que aguardo!

(El vigía se dirige al proscenio con decisión)

Porque ahora aguardo la señal de la antorcha, el espléndido fuego que, desde Troya,  ha de anunciar que  la ciudad ha sido tomada. Esto es lo que me ha mandado y esto es lo que desea mi reina, esa mujer cuyo corazón se goza con el mando. A mí, la inquietud me mantiene en vela en mi catre que se llena de rocío. No quiero que el sueño me visite y procuro dormir por el día, pero es que ya son muchos días de guardias nocturnas y, a veces, como los fantasmas, el sueño carga mis párpados que caen sobre mis ojos cual si fueran de plomo.

(El vigía se agacha y se dirige a las primeras filas del patio de butacas aunque mirando , de vez en cuando, al resto de espectadores)

         (Bajando la voz) Os voy a contar un secreto: hay noches en que me pongo a cantar para no dormirme y las que, al principio, eran alegres canciones se acaban convirtiendo en amargos lamentos porque esta casa, en otros tiempos tan próspera, ya no lo es. No, no lo es. ¿Y sabéis por qué no lo es? Pues porque ese Egisto vive en palacio sin respeto a mi señor.

 

(El vigía se pone de pie dándose cuenta del secreto que acaba de contar al público)

¡Dioses, qué palabras han saltado el valladar de mis dientes! ¡No soy más que un desgraciado vigía cuya obligación es vigilar y callar! ¿Quién soy yo para juzgar a mis señores? ¡Ojalá llegue el día de la afortunada liberación de mis fatigas!¿Ojalá, en medio de las sombras, aparezca el fuego que anuncia la buena nueva!

(El vigía se fija de pronto en una luz que proyectará un foco en un lado del escenario)

Mas dioses, ¿qué veo?

(Corre hacia la luz y, señalándola, se dirige al público)

¡Es la luz que anuncia que Troya ha sido tomada!¡Viven los dioses y en el alto empíreo no son propincuos con sus fúlgidas palabras!

(Cae de rodillas frente a la luz)

¡Salve, lucero nocturno, luminaria que traes un día dichoso y fiestas para Argos que ya con tal triunfo se alegra!

(Se dirige de nuevo al público)

Voy a avisar a la esposa de mi señor para que abandone su lecho y salude con júbilo en  las moradas de palacio que la ciudad de Ilión ha caído en nuestras manos pues así lo anuncia esa luz que ha rasgado el velo de la noche.

Yo mismo voy a conducir el coro de la alegría y a proclamar la feliz fortuna de mis señores; sí, yo que tuve la fortuna de ver la luminaria. ¡Qué alegría para mi señor Agamenón que pronto volverá a este palacio suyo, suyo y de nadie más! Un baño caliente limpiará sus miembros fatigados y polvorientos por tantos años de lucha. ¡Dioses, concededme que, cuando regrese mi señor, mi diestra se una a su diestra y mis brazos se abracen a  sus rodillas! ¡Mi señor, mi rey, el pastor de rebaños humanos!

(El vigía se queda pensativo y, de pronto, la alegría que tenía en su rostro se pierde)

De lo otro callaré. Un buey enorme se ha parado en mi lengua. Esta casa, si pudiera hablar, claramente hablaría. Yo de buen grado, hablo con los que saben, pero me quedo en silencio con los que nada saben.

(El vigía sale de escena)

                                      TELÓN

 

martes, 14 de marzo de 2023

LA INFANTA PAZ DE BORBÓN Y RICHARD STRAUSS

 


Hay, en el mundo de la música, cosas pequeñas que no suelen aparecer en los grandes manuales, pero que son de gran importancia para conocer a los personajes que pululan por estos libros. Esto que os voy a contar no es más que una curiosidad, una anécdota, una “historia de la historia” como decía Carlos Fisas.

         Si habéis tenido curiosidad (algo que se puede hacer hoy en día con enorme facilidad gracias a San Internet) por ver la partitura del Don Quixote de Richard Strauss, habréis visto que está dedicada a Paz de Borbón, infanta de España, hija de Isabel II y, supuestamente, de Francisco de Asís aunque todo apunta que fue hija ilegítima de Miguel Tenorio de Castilla, escritor de la época  Por tanto, Paz era hermana de don Alfonso XII y de la Chata, nombre con el que los madrileños conocían  a doña Isabel de Borbón por su majeza y sus aficiones populares. (Si la queréis conocer en esa faceta, leeos el poema de Rafael Duyos “La Chata en los toros”) Su vida fue un continuo ir y venir pues, aunque nacida en Madrid, en el Palacio Real, la pobre Paz no tuvo “paz” y anduvo viajando de la ceca a la meca.  Al final, encontró la calma con su primo Luis Fernando de Baviera con el que se casó en Palacio un 2 de abril del año 1883. Los recién casados fueron a París a visitar al “padre” de paz (Francisco de Asís estaba en Épinay, cerca de París, en donde permaneció hasta su muerte) y,  de la ciudad de la luz, se fueron para la capital de Baviera en donde se instalaron en el palacio del Nymphenburg.  Por cierto, que el “padre” extraoficial de Paz, Miguel Tenorio ( ¡y lo fue en verdad!) vivió los últimos veinte años de su vida en este palacio muniqués y dejó a Paz como heredera universal de toda su fortuna.  La pareja tuvo tres hijos y la infanta Paz se dedicó a obras de caridad. Sin embargo, Paz tuvo tiempo también de divulgar el Quijote en Baviera en su traducción al alemán y consiguió que adquiriera una cierta popularidad entre los bávaros. Y bávaro de pura cepa era Richard Strauss que tuvo la deferencia de dedicarle a la infanta Paz de España o de Borbón la partitura de su don Quixote tras haberlo leído en la traducción al alemán que la infanta divulgó por el territorio bávaro.

         Sin embargo, Paz no sólo se quedó en obras de caridad a los niños bávaros o en divulgar el Quijote. Soportó el nazismo que la prohibió cartearse con España y la pobre infanta tan sólo se podía cartear con su sobrino Alfonso XIII, ya exiliado en Roma; aguantó a los americanos que llegaron al palacio de Nymphenburg como toros en una cacharrería y le quitaron sus joyas a las que, encima, reputaron por falsas y, sobre todo, ayudó a muchos anarquistas españoles que se llegaron a Múnich tras acabar la guerra en España. Gran persona y gran desconocida fue esta Infanta de España que tenía el nombre tan bonito y tan ansiado de Paz. Descansa de tanto ajetreo en la cripta de los Wittlesbach en la iglesia de San Miguel de Múnich.

viernes, 3 de marzo de 2023

LOS MUSLOS EN LORCA

 


Perdonad que vuelva a mi monotema que es la poesía de Lorca. Francisco Umbral, gran escritor, lúcido crítico y mejor lector cuando se quitaba la máscara del personaje que llegaba a resultar algo cargante, recoge en su maravilloso libro Lorca, poeta maldito, escrito en 1968, por tanto, en plena dictadura de Franco, la obsesión de Federico por los muslos. Para los que somos aficionados al arte del granadino, no nos es difícil recordar algunos versos:

 

Tuis muslos como la tarde

van de la luz a la sombra.

 

Émbolos y muslos juegan

bajo las nubes paradas.

 

Y esa estrofa de La casada infiel:

 

Sus muslos se me escapaban

como peces sorprendidos,

la mitad llenos de lumbre,

la mitad llenos de frío.

 

         También encontramos “muslos” en doña Rosita, en Yerma, en Bernarda Alba y en toda la obra del granadino. ¿Por qué esta “obsesión” lorquiana por los muslos? ¿Acaso era “mi” Lorca como esos viejos verdes que iban al teatro Martín, en la madrileña Plaza del Carmen, para ver el muslamen de las vicetiples? Creo que Umbral da en el clavo cuando dice “los muslos, poderosas compuertas del sexo, obsesionan directamente a Lorca. Por otra parte, los muslos son materia pura, según ha dicho el gran poeta de la materia, Pablo Neruda, y Lorca bucea siempre en el limo de la existencia. Los muslos, por fin, son en cierto modo asexuados: lo más femenino del hombre, quizá, y lo menos femenino de la mujer. La ambivalencia sexual del muslo sugestiona  el pansexualismo de Lorca.”

         Creo que no se puede explicar mejor y, por tanto, dejo de escribir.

LAS SAGAS DE GUITARRISTAS FLAMENCOS

 


Para pasar un rato, voy a contaros algo sobre las sagas flamencas de guitarristas que se me vengan a las mientes. Vamos a ir con tiento, que no con tientos, y vamos a ver hoy unas pocas y, otro día que tenga tiempo, hablamos un poco de las sagas del cante que también las hay y en abundancia:

a)    Melchor de Marchena (Marchena, 1907 – Madrid, 1980). Fue un guitarrista excepcional, padre de Enrique de Melchor, gran guitarrista como el padre, nacido como su progenitor en Marchena (1950) y fallecido en Madrid en el 2012. El padre es uno de mis guitarristas de referencia por su sensibilidad. Acompañó a los “más grandes” como puedan ser Pepe Pinto, a su mujer, La Niña de los Peines o a don Antonio Mairena. Un grande el padre y otro grande el hijo.

b)    El también grande, más que grande, enorme, el guitarrista de los alzapúas divinos, que, con sus noventa y tres años, sigue viviendo en su Jerez natal y que lleva por nombre  Manuel Morao (Jerez 1929) fue el tío de Moraíto Chico que se nos fue en el 2011, con tan sólo cincuenta y cinco años. Una pena lo del sobrino y una alegría que don Manuel siga vivo para dar lecciones de verdadero toque flamenco.

c)     Nos vamos ahora a “mi Granada” del alma para hablar de un patriarca gitano en el toque como fue el Tío José Habichuela, padre de dos excelentes guitarristas: Juan y Pepe Habichuela. El último lo recordará cualquier buen aficionado al flamenco porque fue el acompañante de Morente en ese disco legendario que dedicó el del Albaicín a don Antonio Chacón; el primero, porque no ha habido cantaor al que no haya acompañado y tan sólo pongo como ejemplo, por su muerte reciente, el nombre de Pansequito. También es padre de Antonio Carmona que,  junto con su primo José, hijo de Pepe Habichuela, fundó el grupo Ketama del que  nada voy a decir porque a mí las “fusiones” me parecen que acaban en “confusiones” y, a veces, hasta en “infusiones”.

d)   En Córdoba, encontramos Juan “El Tomate” que, si los datos no me fallan, nació en 1944 y, que yo sepa, sigue vivo aunque, como de estos músicos no se habla en los papeles y sí de la Rosalía o del “Niño de Elche”, tampoco puedo dar fe de que siga entre los vivos. Excelente guitarrista y dueño de un bar – “pa ir tirando”-  en la ciudad de los califas,  se le conoce, por desgracia, por ser el padre de las Kétchup, grupo de chicas

 ( creo que eran cuatro) que tuvieron mucha fama a principios de este siglo con una canción que conllevaba un baile cuyo nombre, que los flamencos me perdonen, era Aserejé y cuya letra, ¡vive Dios!,  era y es irreproducible. Juan El Tomate tiene un hijo, Juan Manuel Muñoz, que sigue en activo mientras que de sus hermanas (gratias Deo ago) no se volvió a saber nada.

 

e)     Metidos “en tomate”, tenemos a un guitarrista almeriense que respondía al nombre de Miguel Fernández Cortés en el siglo, pero conocido, como el cordobés que acabamos de explicar, como el Tomate o Miguel el Tomate. El Tomate se casó con una paya, Petra Castro, con la que tuvo a José Fernández Castro que fue músico militar y que tuvo a su vez a un niño que es José Fernández Torres, conocido en la religión flamenca por Tomatito, el que acompañó, sin ir más lejos a Camarón de la Isla. Pero, esperad, porque la cosa se complica. Resulta que El Tomate “viejo”, es decir, Miguel, un buen día, se marchó por tabaco y, como debían de estar los estancos cerrados en Almería, se cogió y se fue a Huelva. En Huelva encontró tabaco y a una compañera para poderlo fumar con tranquilidad con la que tuvo a Miguel Vega de la Cruz (desconozco por qué El Tomate no le dio sus apellidos y el niño recibió los apellidos de la madre, pero me malicio de que no estaban casados, sino amancebados o casados por el rito calorró y , por tanto,  El Tomate, por mucho Tomate de Almería que fuera, no pudo inscribirlo en el juzgado como hijo suyo y lo tuvo que inscribir como hijo de Ana Vega de La Cruz (que así se llamaba la compañera que encontró en Huelva cuando se quedó sin tabaco en Almería) que fue el mítico Niño Miguel, un guitarrista excepcional que contó con el apoyo de Paco de Lucía, pero que estuvo aquejado de una enfermedad mental que lo apartó muy pronto de los escenarios. Sus discos son leyenda y también su arte, pero la sangre de este descendiente de “los tomates de Almería” no debía ser de buena calidad porque falleció muy joven, con escasos sesenta y un años, por un problema de anemia. Ya sabéis, cosas de los invernaderos, ese mar de plástico que exporta hortalizas a toda Europa fuera de temporada.

En fin, ya lo dejo. Estaréis hartos de tomates y de kétchup, pero espero, sobre todo, que la entrada os haya provocado alguna sonrisa.

ALCIBÍADES EN EGOSPÓTAMOS


 ALCIBÍADES EN EGOSPÓTAMOS

 

         El caballo más rápido de la Hélade, con sus crines al viento y con un galope tan veloz que le hubiera parecido a cualquier caminante que hubiera seguido ese mismo camino que no tocaba la arena blanquecina y que volaba sobre ella haciéndola saltar a las cunetas por su velocidad, se dirigía enloquecido a los acantilados del Helesponto. Su jinete, un hombre ya mayor, pero que conservaba aquella hermosura que tanta admiración había despertado en su juventud, con la mirada fija en un escaso pinar cuyos pinos, doblados  la fuerza dl viento proveniente del mar, parecían postrarse ante su paso, estaba desterrado en sus posesiones de Lámpsaco y hasta allí un mensajero se había llegado para avisarle de que los atenienses y los espartanos se iban a encontrar en el río Egospótamos, “el río de la cabra” para aquellos que no sepáis griego. Conón, Tideo y Menandro dirigen las naves atenienses y Lisandro las espartanas. Y aquel jinete, el más elegante traidor,  que la historia ni había visto antes ni vería después, quería ver la formación de las naves de sus compatriotas.

         Cuando llegó a lo alto de un promontorio, vio que los barcos estaban fondeados en una playa que estaba alejada de cualquier ciudad y que tenían que ir hasta la ciudad de Sestos, que distaba quince estadios,  para aprovisionarse. Era un error de bulto, un terrible error que los atenienses quizás pagarían con una derrota histórica. Entonces Alcibíades se dio cuenta de que no iba a tener otro remedio que bajar por  la senda  - estrecha y peligrosa pues las piedras caían con frecuencia y había muchas posibilidades de resbalar- y hablar con los que , a la sazón, eran  los estrategos cuyos nombres acabamos de mencionar. Desmontó y, cogiendo a su caballo por las riendas, fue bajando muy despacio por el sendero.

         Cuando los estrategos vieron que un desconocido bajaba  por el escabroso camino que descendía hasta la playa, no se pudieron imaginar quién era. Tampoco lo veían bien cuando Alcibíades, habiendo pagando a un pescador que remendaba sus redes en la playa, ( y habiéndose montado) montado en la barca que,  tras le duro trabajo de la noche reposaba en la arena, se fue llegando a la trirreme en la que estaban los estrategos. Tuvo que estar el esquife muy cerca de la borda para que los jefes de la flota ateniense reconocieran a Alcibíades que, pese a su cabello algo encanecido, conservaba esa belleza deslumbrante que le había hecho ser el hombre más deseado y más odiado de Atenas. Cuando subió a bordo, Conón no pudo reprimirse y le preguntó con hiriente sarcasmo que de parte de quién venía porque, considerando su vida, tanto podía venir de parte de los espartanos, como de parte de los atenienses. Alcibíades, gallardo en el dolor que la pregunta le había producido, le respondió:

-         Noble Conón, vengo de parte de Alcibíades y me extraña que un hombre como tú, cuya diligencia y acierto como estratego conocen la Hélade entera,  me haga esa pregunta tan hiriente a la que, no obstante, voy a contestar: es el amor a mi patria lo que me lleva hasta vosotros.

-         - ¿De qué patria hablas, Alcibíades? ¿De la Atenas contra la que luchaste al frente de las campañas que tú mismo les habías propuesto a los espartanos? ¿Vienes  pues como un espartano pues como tal conseguiste destruir Atenas?

Alcibíades, encajando el duro golpe le respondió:

-         Conón, sabes que fui el artífice de las victorias atenienses que obligaron a Esparta a pedirnos la paz.

-         Es posible.- le replicó Tideo- que vengas como ateniense, pero en tu conciencia tiene que estar aún la derrota de Sicilia por no hablar de esa broma estúpida de niño rico que consistió en decapitar los Hermas. Guapo, rico, culto, discípulo de Sócrates, siempre te creíste con derecho a todo. Ni siquiera fuiste capaz de enfrentarte al juicio que te esperaba en tu ciudad y, cuando la trirreme del Estado, la Salamina, te estaba aguardando para llevarte ante los jueces, en lugar de pasarte de tu barco a ella, dijiste que la seguirías con tu  nave, pero te diste a la fuga en Turios con toda tu tripulación y te entregaste en brazos de los espartanos. Bueno, y de las espartanas pues te acabaron echando cuando se supo que te acostabas con la esposa de Agis III, el rey espartano.

Callaba Alcibíades y tomó el relevo de las acusaciones otro de los estrategos,  Menandro:

-         Si quieres, noble Alcibíades, te recuerdo tu etapa con los persas, cuando aconsejaste a Tisafernes que sobornara  a los generales de las ciudades del Peloponeso para conseguir información. ¿O quieres, acaso, que te recuerde cómo negociaste con los oligarcas atenienses para que regresaras a Atenas trayendo el dinero de los Persas del que una no pequeña parte les entregaste?

-         Todo lo que dices, caro Menandro, es verdadero, nada hay en lo dicho de falacia, pero pecas de inquina hacia mí en la selección de tus argumentos. ¿Te olvidas de que en Cícico, en  la primavera del 410, me puse al frente de las naves atenienses y que, gracias a mí, los atenienses capturaron todos los barcos espartanos que no habíamos destruido en el combate?¿No te quieres acordar de aquella carta que, enviada a Esparta por Hipócrates, decía que los barcos estaban perdidos, que los soldados se morían de hambre y que no sabían qué hacer?¿Te olvidas, Menandro, de que los espartanos propusieron una petición que los atenienses rechazamos?

Le miró Menandro con una media sonrisa y le dijo:

-         Me parece bien , Alcibíades, lo que hiciste. Todos los atenienses conocemos tus hazañas a favor de Atenas, pero lo malo es que recordamos también  tus traiciones pues queda en nuestra memoria cómo llegaste a Atenas en la primavera del 407 y cómo se cancelaron todos los procesos penales que tenías. Es más, hasta los cargos por blasfemias te fueron retirados. También recordamos cómo en Notio, Lisandro te venció y cómo el mismo Antíoco murió. ¡Qué bien conocía Leandro las características de nuestra flota, Alcibíades!¿No le habrías dado tú, a cambio de dinero, tú única patria, toda la información que necesitaba?

-         ¡Mientes, canalla! Yo me había trasladado a Focea para ayudar a Trasíbulo en el asedio que mantenía alrededor de esa ciudad. Dejé Notio y dejé ochenta barcos al mando de mi timonel de confianza, Antíoco, al que le di órdenes expresas y claras de no atacar, pero él, imitando las tácticas que usamos en Cícico, atacó a Lisandro al que unos traidores habían informado con minuciosidad de cómo era nuestra escuadra. Antíoco mismo murió y el resto de barcos fue destruido y con ellos el resto de la flota de Atenas. ¿Vas a negar, canalla, que regresé para plantarle cara a Lisandro y que éste no quiso luchar? Por el error de Antíoco de luchar en contra de mis órdenes, me echasteis a mí la culpa de la derrota y por eso, por el odio que me tenéis, me vine aquí al Quersoneso. Pero conmigo también se retiraron Trasíbulo, Terámenes y Critias, los mejores estrategos de Atenas; pero, para ellos, no hubo destierro. Ahora he visto el error en el que estáis y temo que los espartanos nos venzan de nuevo.

-         - ¿Nos venzan de nuevo, Alcibíades? ¿Ahora estás con nosotros?

-         Sí, Conón, estoy con vosotros porque veo lo que tú tendrías que haber visto si hubieras sido un marino capaz y no un pobre desgraciado al mando de la flota ateniense. Parece mentira que no hayáis visto esto: si os estáis aprovisionando en Sesto, trasladad allí la flota. No sólo os ahorraréis un viaje absurdo, sino que también tendréis un puerto seguro para atracar.

Conón lo miró de arriba abajo. Reconoció (para sus adentros)que tenía razón, pero no se la dio por pura soberbia. Tan sólo le dijo:

-         ¿Qué parte del mando de la flota quieres por tu sabio consejo, Alcibíades?

-         Ninguna parte, Conón. Lo hago por amor a Atenas.

Conón rompió a reír:

-         ¡Por amor a Atenas! Alcibíades, ¡por Zeus! ¿qué te importan a ti Atenas, Esparta o Samos? Tú sólo eres del partido de Alcibíades. Además, si no te hago caso y somos derrotados, cosa muy improbable, ,la culpa será mía y de los otros dos estrategos por no haberte escuchado; si, por el contrario, te escucho, la gloria va a ser para ti. Así que sabes lo que te digo: vete, coge tu caballo y vuelve a tus castillos, al lujo en el que siempre te criaste, a tus queridas a las que sigues satisfaciendo como cuando eras un muchachito. No nos comprometas. Nosotros, a diferencia de ti, somos honrados ciudadanos que luchamos por la patria. Eres el más canalla de la historia de Atenas y ni siquiera con este acto vas a limpiar una vida de traiciones y mentiras. Vete, Alcibíades, nunca te hemos recibido en nuestro barco.

-         Mucho me estáis hablando ahora vosotros tres de la polis, de la patria y no puedo por menos que formularos esta pregunta. ¿qué entendéis por patria? Porque la Atenas de la que habláis, de la que decís defender su democracia y su libertad, es decir, la Atenas de los ciudadanos libres como nosotros e hijos de buenas familias no es la misma que la Atenas de los esclavos, de los metecos o de los artesanos que se pasan el día trabajando en su humilde               taller.                                                                                                               ¿No será, acaso, luchar por la patria luchar también por nuestro dinero, por nuestras fincas en las que trabajan nuestros esclavos, por las minas de plata de Laurión de cuya plata nos lucramos, pero en las que trabajan esclavos y condenados? Sí, bien sé que luchamos por nuestra democracia., pero ¿nos acordamos cuando legislamos en nuestras instituciones, cuando hacemos hermosos discursos en la Ecclesía, con nuestro verbo libre y bien trabajado, de los esclavos, de los metecos, de los artesanos, en definitiva, de los que poco o nada tienen? ¿o bien legislamos para nosotros desde nuestra posición privilegiada? ¿Hemos ido alguna vez al barrio del Cerámico  a ver cómo viven  los hijos de los artesanos o nos hemos preocupado por los hijos de los metecos o por los hijos de nuestros esclavos que, a su vez, serán nuestros esclavos si es que no los vendemos en alguna vergonzosa subasta en dónde se comercia con lo que no debería venderse ni comprado: un ser humano? Nos creemos que somos superiores a los persas, a los espartanos porque tienen a los ilotas en esclavitud, a todos los bárbaros, pero con nuestra brillante y libre democracia sólo nos ocupamos de nosotros mismos, de los afortunados hijos de ciudadanos que ya lo somos por nacimiento. Es posible que los pobres existan siempre porque se necesitará siempre alguien que trabaje mientras nosotros paseamos por los pórticos o discutimos en el ágora; es posible que, en siglos venideros, los esclavos lo sean con otro nombre porque también serían esclavos si trabajaran en condiciones ignominiosas, si les negaran el sueldo que en justicia merecen, si no fueran más que una fuerza de obra bruta que sólo sirve para enriquecer a sus amos. También serán esclavos aquellos hombres que, en siglos venideros, no tengan en sus trabajos y fuera de ellos, la condición de humanidad plena. Yo fui, como bien sabéis, discípulo de Sócrates y por allí andaba un joven de anchas espaldas que había querido ser dramaturgo cuyo nombre era Platón. Todos éramos ricos, inteligentes, guapos, bien perfumados con los perfumes de Arabia,  con tiempo para hablar con nuestro maestro, pero ¿dónde estaban los hijos de los que nada tenían? ¿Creéis, nobles estrategos, que se puede filosofar si hay que ganarse el pan de cada día?¿Pueden filosofar nuestros esclavos trabajando de sol a sol?¿Pueden cultivarse sus mujeres y llegar a ser unas segundas Aspasias si paren como conejas, van y vienen a la fuente y azacanean todo el día por la casa? Os digo, compañeros, que el día que el hambre desaparezca del mundo, habrá una revolución espiritual tan grande, tan de de primer orden porque los desheredados también pensarán y nosotros tendremos que pedirles perdón por los siglos que les hemos robado.

Os habéis preguntado alguna vez cuántos Pericles, cuántos Sócrates, cuántos Tucídides se echaron a perder trabajando en las minas, en las canteras del Pentélico o en nuestras fincas?¿Habéis pensado en cuántas mujeres, tan inteligentes o más que nosotros, vieron sui vida reducida al gineceo?

Pensadlo, estrategos, y quizás entonces no hablaréis con tanta frivolidad de la patria y de la polis,

Un espeso silencio se produjo tan sólo roto por Tideo:

-         Muy bonito discurso, Alcibíades; se ve, como tú mismo has dicho, que fuiste discípulo de Sócrates que todavía sigue por Atenas con su aspecto de Sileno, tomando el sol  con su oronda barriga, pero no has venido a lucir tus dotes oratorias con esa tan acendrada defensa de los pobres, sino a intentarnos engañar con tu falso amor a la patria que nunca tuviste. Márchate y déjanos en paz.

Dicho esto por Tideo, los tres estrategos se marcharon hacia popa en donde el timonel había estado escuchando con atención el diálogo d ellos cuatro . Alcibíades se quedó solo en la cubierta reflexionando en que no le habían hecho caso por pura soberbia. No podía marcharse del barco sin intentar que eso hombres, que lo habían gravemente insultado, entraran en razón. Por eso, se dirigió también a hacia popa y, cuando estuvo a su lado, les dijo:

-         ¡Que mal hacéis en no escuchar mi consejo! Egospótamos será vuestra ruina; especialmente la tuya Conón. Pero como, por otro lado, no eres un hombre lerdo y quizás tengas algunas hábiles algunas alianzas con Evagoras I, rey de Chipre o hasta con el sátrapa Farnabazo, acabes venciendo a los atenienses que,  siempre aduladores,  te colocarán una estatua en el Ágora junto a las de Harmodio y Arostogitón. ¡Que los dioses y el pueblo de Atenas te perdonen!

-         Pide el perdón para ti, desgraciado, y deja que nosotros sigamos con nuestro deber. ¡Márchate ya de este barco al que nunca debiste venir, traidor!

­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­

Viendo Alcibíades que nada se podía hacer, llamó al pescador que le esperaba con su esquife, embarcó y llegando a la playa cogió por las riendas a su caballo y subió de nuevo el escarpado camino del acantilado. Cuando estuvo arriba, montó en él y, desde su caballo, echó una última mirada a la flota ateniense  y pensó  - una vez más- en el error que cometían sus estrategos. Puso su caballo al paso y, sin prisa, se encaminó a su castillo a donde, unos días después, llegó un mensajero para llevarle la noticia de la derrota que los atenienses habían sufrido en Egospótamos. Era cierto que su existencia no había sido ejemplar, pero también era cierto que, en el atardecer de su vida, había recordado su antiguo demo de Escambónidas, los dorados membrillos que le llevaba de pequeño su madre Dinómaca, soles en miniatura que le perfumaban las tardes de otoño; se acordó  de su padre Clinias, de Pericles que era primo de su madre, de su abuelo, que también se llamó Alcibíades y que había sido amigo de Clístenes, el gran reformador de la constitución ateniense en el siglo V. Recordó también a Hipareta, su mujer, rica hija del muy rico Hipónico III, que le había dado dos hijos y de la que se había divorciado pues , la verdad, su vida como marido no fue modélica  y se había pasado los días y las noches con hetairas. Había ido a galope tendido hasta Egospótamos porque, por primera en su vida, se había sentido ateniense de corazón y, aunque no quería entrar en debates sobre cuánto peso tenía la razón y cuánto el corazón en esa decisión, quería que Atenas triunfara; le había perdonado las muchas injusticias que la ciudad había cometido con él y hasta había recordado a sus dos hijos y, por un momento, pensó que sería mejor que se educaran en un sistema como el ateniense aunque tuviera mil imperfecciones, que en otro como el espartano con más imperfecciones, pero sobre todo con una diferencia sustancial: que si en Atenas estas imperfecciones se podían criticar de manera pública, en Esparta, el mero hecho de decirlas, ya en público, ya en privado, te podría acarrear la muerte. Por eso fue hasta aquella playa. Pero vio que los estrategos no le permitían poder realizar el acto que redimiera una vida llena de errores. No conocían el perdón aquellos tres hombres y quizás no le quedaba más remedio que morir en esos castillos suyos del Quersoneso tracio, con crudos y oscuros inviernos de tempestades de nieve. Con tan amargos pensamientos, se fue quedando dormido.

         Cuando despertó a la mañana siguiente, el cielo estaba tan limpio, tan despejado de nubes, que parecía un cristal azulado por el que atravesaban los rayos del sol. Vio que la vida era hermosa y que viejo es el que se siente viejo y se aparta del mundo para morir. Él no era viejo. Su maestro Sócrates hizo mal en tomar la cicuta y cumplir la sentencia. Él, por el contrario, hubiera pagado y se hubiera librado de la muerte, esa vieja ramera que nunca falta a su cita. Pensó que la vida es hermosa; las estaciones, los ríos, los montes, los pájaros todo parecía hecho por un demiurgo que había cuidado todos los detalles, que había cubierto su creación con una enorme belleza. Pensó que la vida merecía la pena ser vivida hasta el último sorbo como si fuera un vino que se apura hasta las heces. Pensó que la vida había que vivirla como la había vivido él: sin freno.

         Preparó su caballo y se encaminó a la tierra de Frigia. Se Al llegar al Helesponto, dudó, pero se vio con ganas de vivir y cruzó a la otra orilla. No había razones para el pesimismo cuando en Frigia le esperaba su muy querida Timandra.