Hay
una mujer en la historia que siempre me ha llamado la atención y que nació en
la Alhambra granadina en donde su padre, don Íñigo López de Mendoza era alcalde
perpetuo, cargo concedido por los Reyes Católicos. Don Íñigo era además I
marqués de Mondéjar y II conde de Tendilla. Esta mujer, que adoptó el apellido
de su madre, Francisca Pacheco, hija de don Juan Pacheco, I marqués de Villena,
se casó con el toledano Juan de Padilla, de menos prosapia que ella pues tan
sólo era hidalgo, pero que la hizo
famosa pues, como ya habréis adivinado seguro, no hablo de otra mujer, sino de
doña María Pacheco o doña María de Padilla, la Leona de Castilla, en la obra de
Francisco Villaespesa, conocida por tal nombre por su defensa numantina de
Toledo tras morir su esposo en Villalar de los Comuneros. Amparo Rivelles le
dio vida en el cine en una de esas películas de los años cincuenta, tan
denostadas por la progresía porque sus protagonistas “miraban al infinito
cuando hablaban”, pero tan hermosas. Ésta de la que os hablo llevaba el mismo
título que la obra de Villaespesa y la
dirigió Juan de Orduña, el mismo director que filmó la película sobre mi
reina Juana, Locura de amor, en la que aparecía, en el papel de Juana, la
actriz vallisoletana Aurora Bautista. Doña María tuvo por maestro a Diego de
Sigeo en esa corte pequeñita del Gran Tendilla en donde no se hacían distingos
entre hermanos y hermanas y a todos se les daba una gran educación. Recordemos
que hermano suyo fue don Diego Hurtado de Mendoza, embajador y poeta. Don Diego
de Sigeo fue el padre de la docta puella
toletana Luisa Sigea de la que os hablaré más en detalle en otra entrada
porque es una mujer cultísima que marchó para Portugal con su padre cuando
éste, a su vez, partió al exilio con María de Padilla. Doña Luisa, según su ya
mencionado padre, don Diego Sigeo, sabía a la perfección el latín y se carteó
con el papa con tanto acierto que el
Santo Padre se asombró del conocimiento que de la lengua del Lacio tenía esta puella de Tarancón que, por aquellos
años, era diócesis y reino de Toledo, no como ahora que pertenece a la provincia
de Cuenca. Y no sólo era docta en latín, sino que también lo era en griego,
matemáticas, letras e historia. No quiero perder el hilo, pero ya os contaré
del maravilloso poema que escribió esta mujer sobre Sintra cuando allí vivió
con la corte portuguesa. Mas volvamos a doña María que se vio forzada a huir a
Portugal tras la caída de Toledo en manos realistas y a vivir casi de la caridad
en Braga y en Oporto. Y fue en esta ciudad portuguesa en donde murió muy joven
aún – no llegaba a los cuarenta años- , y
en donde la enterraron en la catedral. Servidor, siempre que va a Oporto, le
pregunta al guía de turno que dónde está enterrada María de Padilla y los guías,
haciendo gala de más paciencia que el santo Job, me han dicho, tras muchas visitas a la
Catedral “tripeira” casi de todo (siempre bueno que nuestros hermanos portugueses
están siempre muy en razón y no se “aleonan” con tanta facilidad como nos “aleonamos”
aquende de la raya) : desde que eso es una invención de los historiadores españoles
a que, en unas nuevas obras se han hallado tumbas nuevas y que es posible que
doña María esté en una de ellas. Sea como sea, la verdad es que la pregunta es
por fastidiar y es algo que me provoca una gran excitación el preguntar por la
tumba de doña María. Será que me estoy haciendo mayor.
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