viernes, 31 de agosto de 2018

LA SOCIEDAD 20:80 O EL PLANAZO DE BRZEZINSKI



En un día de 1995, en el hotel Fairmont de San Francisco, tiene lugar una curiosa reunión. A ella han acudido líderes como Mijaíl Gorbachov, Bush padre, Margaret Thatcher, el checo Vaclav Havel, Bill Gates, Ted Turner y algunos más de los que este humilde cronista no tiene noticia, pero que llegaban a la muy apreciable cantidad de quinientos. También andaba por allí Zbigniew Kazimierz Brzezinski, un polaco que había sido consejero del presidente Carter. Aquel día,  lo que algunas mentes preclaras ya empezaban a prever con horror, se hizo realidad. Los quinientos líderes mundiales que estaban en aquel hotel californiano llegaron a esta conclusión: en un plazo de veinte años, tan sólo el 20% de la población mundial sería necesaria para ser empleada en la economía tradicional o de intercambio, es decir, que ese quinta parte de la población mundial sería capaz de sostener todo el aparato económico capitalista. ¿Y el restante 80% de la población? Pues sería una población superflua, sin trabajo y sin posibilidades de conseguirlo porque el sistema capitalista no tendría necesidad de proporcionárselo. Reducidos a una condición peor que la de los esclavos grecorromanos -  pues éstos sí que eran necesarios para mantener todo el aparato económico-, estas pobres gentes no tendrían otra finalidad que, como mucho, servir a los “necesarios” en un sector servicios hipertrofiado. Pero esta masa que siempre había sido inculta, pero que había sido necesaria, al dejarlo de ser, se queda en una posición peligrosa pues una masa sin aspiraciones, sin trabajo y “aburrida” es un potencial muy peligroso. Vamos, no hace falta ser Canetti para verlo. Entonces, ¿qué hacemos con ellos? Y ahí es donde surge el polaco Brzezinski y acuña una palabra que, oculta en los mass media  por intereses del sistema,  es la gran solución que ofrece la economía neoliberal y salvajemente capitalista al problema de los hombres “inútiles”. A esta masa habrá que tenerla entretenida con una educación de la ignorancia y con unos medios de comunicación que entretengan por medio de unos contenidos que “adormezcan” y serenen a las masas. Es lo que el polaco de marras bautizó como entetanimiento, una mezcla de tits  pechos en el inglés norteamericano,  y entertainment. Pero que nadie vea ninguna connotación sexual porque no la hay; que nadie piensa en Telecinco y su “tele teta” porque lo que aquellos líderes conspicuos querían crear era un entretenimiento que adormeciera a la masa como a un bebé lo adormece la leche materna.

         Visto esto, podemos comprobar fácilmente que estamos en plena época dorada del entetanimiento con una escuela que es un apartadero de ganado y en donde lo que prima es que los alumnos estén recogidos y distraídos mientras pasan a las manos de los medios de comunicación que les seguirán dando “teta” para que no sean conscientes de su inutilidad.

         La Revolución francesa pretendió llevar la cultura a esa masa inculta que ya por entonces (es algo que arranca en el Neolítico) pululaba por las ciudades y, siguiendo la  estela ilustrada, algo habíamos conseguido pues eran muchos los hijos de los trabajadores que habían accedido a la cultura, patrimonio exclusivo de las clases poderosas. Es más, la educación tenía (¡Cómo duele ese pasado imperfecto!) un sentido igualador pues su fin, tal y como hemos dicho, era poner al alcance de los menos favorecidos la cultura que había estado en manos de los poderosos. La URSS lo supo ver muy bien y es quizás la única bondad que veo en aquel régimen deshumanizado: preparó al pueblo para que accediera a la cultura y lo alejó de la música comercial que tenía a los Estados Unidos como foco difusor. Recordemos que la música burguesa era para los soviéticos la música pop y rock y, sin embargo, al contrario que en el mundo capitalista, la música clásica era “la música del pueblo”.

         ¿Qué ocurrirá con esa masa inculta cuando se cansen del entetanimiento? ¿Quién los parará? Pregunta difícil de contestar,  pero ya estamos viendo cómo el capitalismo va tomando “sus medidas” y así se esfuerza en que las tasas de natalidad se reduzcan de manera drástica. ¿Para qué seguir “produciendo” masa avocada al aburrimiento, a las manos cruzadas y al consumo de “teta” tranquilizadora?

         Que Dios nos coja confesados.

miércoles, 29 de agosto de 2018

LOS POEMAS DEL POETA QUE ESCRIBIÓ "ORDESA"




De nada conocía a este poeta de Barbastro hasta que llegó a mis manos Calor, libro de 2008, y que se alzó con el premio Fray Luis de León. Empieza el barbastrino con un poema sobre la Boda Real de Buena factura; sigue con un poema a su coche viejo en ese momento difícil de la entrega para el cementerio de automóviles. El recuerdo del coche y de la vida que pasó con él está muy bien logrado. Muy “celaniano” es Cocaína con esa “luz de la ciudad, te bebbemos de noche” y también emotivo es el Mazda 6, el coche del poeta con el que va a dar una conferencia a unos jóvenes de un instituto del extrarradio zaragozano. Terrible y duro el de Crematorio al igual que el suicido del soldado Miguel Fernández Díaz, compañero de Vila en la mili. Tengo que reconocer que el libro consiguió el premio con todo merecimiento y de él me quedo con dos versos que voy a apuntar en mi agenduca:

 

Como chicos y chicas nadando en los ríos

con las bicicletas apoyadas en los árboles.

 

Os dejo el impactante poema

 

EL CREMATORIO

 

 

Les pregunté por el horno a aquellos dos tipos,

era la noche del 18 de diciembre del año 2005,

carretera de Monzón, que no sabes dónde está Monzón,

es un pueblo perdido en el desierto.

Aires de tormenta en lo Alto, sobre la nada desnuda

como una recién casada, luna abajo de las carreteras muertas.

Monzón, Barbastro, mis sitios de siempre.

Me dejaron ver por la mirilla y allí estaba ya el ataúd ardiendo,

resquebrajándose, la madera del ataúd al rojo vivo.

 

El termómetro marcaba ochocientos grados.

Imaginé cómo estaría mi padre allí dentro de la caja.

Y la caja dentro del fuego y mi corazón dentro del terror.

Hasta las ganas de odiar me estaban abandonando.

Esas ganas que me habían mantenido vivo tantos años.

Y mis ganas de amar, ¿qué fue de ellas? ¿Lo sabes tú,

Señor de las grandes defunciones que conduces

a tus presos políticos a la insaciabilidad, a la perdurabilidad,

a la eternidad sin saciedad, oh, bastardo,

Tú me arrancas,

amor de Dios, oh, bastardo?

 

Recoge a ese hombre en mitad del desierto.

O no lo recojas, a mí qué puede importarme

tu presencia heladora en esta noche del borracho

que he sido y seré, contra ti, o a tu favor,

es lo mismo, qué grandeza, es lo mismo.

El principio y el final, lo mismo, qué grandeza.

El odio y el amor, lo mismo; el beso y la nalga,

lo mismo; el coito esplendoroso en mitad de la juventud

y la putrefacción y la decrepitud de la carne,

lo mismo es, qué grandeza.

 

 

El horno funciona con gasoil, dijo el hombre.

Y miramos la chimenea,

y como era de noche,

las llamas chocaban

contra un cielo frío de diciembre,

descampados de Monzón,

cerca de Barbastro, helando en los campos,

tres grados bajo cero,

esos campos con brujas y vampiros y seres como yo,

“allí sube todo”, volvió a decir el hombre,

un hombre obeso y tranquilo,

mal abrigado pese a que estaba helando,

la espesa barriga casi al aire,

“dura dos o tres horas, depende del peso del difunto,

dijo difunto pero pensaba en fiambre o en saco de mierda,

antes hemos quemado a un señor de ciento veinte kilos,

y ha tardado un rato largo”, dijo.

“Muy largo, me parece”, añadió.

 

“Mi padre sólo pesaba setenta kilos”, dije yo.

“Bueno, entonces costará mucho menos tiempo”,

dijo el hombre. El ataúd ya eran pepitas de aire o humo.

 

Al día siguiente volvimos con mi hermano

y nos dieron la urna, habíamos elegido una urna barata,

se ve que las hay de hasta de seis mil euros,

eso dijo el hombre.

 

“Sólo somos esto”, sentenció el hombre de una forma ritual,

con ánimo de convertirse en un ser humano, no sabiendo

ni él ni nosotros qué es un ser humano,

y me dio la urna guardada dentro de una bolsa azul.

Y yo pensé en él, en lo gordo que estaba, en cuánto tardaría él

en arder en su propio horno. Y como si me hubiera oído

dijo “mucho más que su padre” y sonrió agriamente.

 

Entonces yo le dije “el que tardaría una eternidad

en arder soy yo, porque mi corazón

es una piedra maciza y mi carne acero salvaje

y mi alma un volcán

de sangre a tres millones de grados,

yo rompería su horno con solo tocarlo,

créame, yo sería su ruina absoluta,

más le vale que no me muera por aquí cerca”.

Por aquí cerca: descampados de Monzón,

caminos comarcales,

Barbastro a lo lejos, malas luces,

ya cuatro grados bajo cero.

 

Coja las cenizas de su padre, y márchese.

 

Sí, ya me voy, ojalá yo pudiera arder como ha ardido

mi padre, ojalá pudiera quemar

esta mano o lengua o hígado de Dios

que está dentro de mí,

esta vida de conciencia inextinguible

e irredimible;

la inextinción del mal y del bien,

que son lo mismo en Él.

La inextinción de lo que soy.

 

Ojalá su horno de ochocientos grados quemase lo que soy.

Quemase una carne de mil millones de grados inhumanos.

Ojalá existiera un fuego que extinguiese lo que soy.

Porque da igual que sea bueno o malo lo que soy.

Extinguir, extinguir, extinguir lo que soy, esa es la Gloria.

 

Coja las cenizas de su padre, y márchese.

No vuelva más por aquí, se lo ruego, rezaré

por su padre. Su padre era un buen hombre

y yo no sé qué es usted, no vuelva más por aquí,

Se lo ruego. Por favor, no me mire, por favor.

 

Tuvo un Seat 124 blanco, iba a Lérida,

visitaba a los sastres de Lérida y a los de Teruel,

comía con los sastres de Zaragoza,

pero ahora ya no hay sastres en ningún sitio,

dijo una voz.

 

Qué solo me he quedado, papá.

Qué voy a hacer ahora, papá.

Ya no verte nunca es ya no ver.

Dónde estás, ¿estás con Él?

Qué solo estoy yo, aquí, en la tierra.

Qué solo me he quedado, papá.

 

No me hagas reír, imbécil.

 

Oh, hijodeputa, has estado conmigo allí

donde yo estuve, sin moverte de las llamas.

He viajado mucho este año, mucho, mucho.

En todas las ciudades de la tierra, en sus hoteles memorables,

y también en los hoteles sucios y bien poco memorables,

en todas las calles, los barcos y los aviones,

en todas mis risas, allí estuviste, redondo

como la memoria trascendental, ecuménica y luminosa,

redondo como la misericordia, la compasión y la alegría,

redondo como el sol y la luna,

redondo como la gloria, el poder y la vida.

 

ISABEL BONO O LOS DÍAS FELICES



La verdad, cuando me puse a escribir este pequeño articulillo para el blog, no sabía qué deciros sobre la lectura que he hecho del libro de Isabel Bono, Los días felices. Su lectura no llego a un cuarto de hora y algunos de los poemas que aparecen en este libro no tienen más que dos líneas. No digo yo que los poemas se tengan que vender al peso, pero, hombre, tan poca enjundia, tampoco. Es probable que no sea necesario mucha palabrería para conseguir que el corazón hable y que dos líneas pueden “decir” más que treinta. Por eso, lo que hago es copiaros un poema y que vosotros juzguéis.

 

PARA NO TORCERSE

 

ella

copiaba

los versos de

él

sobre las rayas

de su jersey

 

         Y basta. Ya me contaréis en los comentarios. ( Espero porque luego nadie me dice nada ni sobre esta poetisa malagueña, ni sobre nada de os que escribo)

martes, 28 de agosto de 2018

HIT PARADE DE GAITEROS ASTURIANOS




Como, cuando el diablo no tiene que hacer, mata moscas con el rabo, me he dedicado a hacer una lista con los que, para mí, son los mejores gaiteros asturianos de todos los tiempos. Ahí va:




























Empiezo por los “mayores”

 

  1. Ramón García Tuero, “El Gaiteru de Libardón”
  2. José Antonio García Suárez, “El Gaiteru de Veriña”
  3. José Remis Ovalle
  4. José Blanco Alonso, “Pepe Blanco”
  5. José García Tejón, Fariñas”
  6. Luis Díaz Argüelles, “Luis de Arnico”
  7. Manolo Quirós
  8. Fermín Díaz Prieto, “Firme de Batribán”
  9. Antonio Álvarez Verga, “Antón de Cogollo”

 

Y ahora con los más jóvenes ( ma non troppo)

  1. Xuacu Amieva
  2. Vicente Prado, El Pravianu”
  3. José Ángel Hevia, “Hevia”
  4. José Manuel Fernández Gutiérrez, “Guti”
  5. Alberto Varillas
     
     
    Para otro día, os galegos.
     

EL BARÓN, EL CHÓFER SORDO Y LA BARONESA ENLUTADA. UNA NOVELA ROSA



Justo enfrente de mi casa habitaban unos barones que tenían un Mercedes negro que conducía un chófer sordo el cual, cuando dejaba el servicio de los señores barones, conducía un pequeño Seat 600 de color verde claro. Recuerdo que, mientras jugaba en la calle (esas cosas se podían hacer en el Madrid de los setenta) alguna vez salía la señora baronesa, alta, de negro y con velo. También recuerdo vagamente al señor Barón. La gente del barrio se fijaba mucho en ella: “Mira, esa es la Icaza”,  pero yo era aún muy pequeño para saber que aquella mujer había sido una escritora de gran fama en la España de la posguerra. La fuente enterrada o Vestida de tul nos sirven como ejemplo de su producción de novelas y no debemos olvidar que, en 1945, fue nombrada “escritora más leída del año”. Sí, me diréis que eran “novelas rosas”, pero también lo fueron las de Corín Tellado leídas por millones de personas. Yo nunca las he leído, pero respeto a las personas que lean a la baronesa de Claret y la escritora de Xixón.

         Pero ya metido en lo “rosa” habría que decir que era tía de Carmen Díez de Rivera e Icaza, musa de la Santa Transición e hija natural de Ramón Serrano Suñer que nunca reconoció a su hija. Sin embargo, por azares del destino, Carmen se vino a enamorar de Ramón Serrano – Suñer Polo, hijo menor de su padre natural,  y tuvo que ser su tía Carmen la que le explicara que eran hermanos por parte de padre. Como la boda ya estaba apalabrada, Carmen Díez de Rivera se metió a monja y luego se hizo cooperante en Costa de Marfil..

         La baronesa se casó con Pedro Montojo Sureda, coronel honorario de Caballería y tendrían una hija, Paloma, que se casaría con Íñigo Méndez de Vigo y del Arco, padre del que fuera ministro con Rajoy, Íñigo Méndez de Vigo que es el actual barón de Claret.

         Sin embargo, pese a todo este rollo, a mí lo que me interesa es que el padre de doña Carmen de Icaza escribió esas famosas coplas que se pueden leer en la Alhambra de Granada y que dicen así:

 

Dale limosna, mujer,

que no hay en la vida nada,
como la pena de ser
ciego en Granada.

 

NERÓN, TOCANDO LA GAITA




Lo siento por mi buen amigo Javier Celada, que es un buen gaitero, pero resulta que Nerón, el desgraciadamente célebre emperador romano, compartía esta misma afición gaitera. Lo cuenta Suetonio en esas biografías que se adelantaron a la crónica rosa y que han pasado al mundo de la literatura latina como Los doce césares.

   LIV sub exitu quidem uitae palam uouerat, si sibi incolumis status permansisset, proditurum se partae uictoriae ludis etiam hydraulam et choraulam et utricularium ac nouissimo die histrionem saltaturumque Vergili Turnum. et sunt qui tradant Paridem histrionem occisum ab eo quasi grauem aduersarium.

 

54. Al término de su vida, hizo un voto solemne de que, si salía sano y salvo, tocaría, en los juegos  por la victoria, el órgano hidráulico, la flauta y la gaita; además, prometió actuar como histrión en el último día de los juegos y que bailaría el Turnus de Virgilio. Hay también gente que dice que mató al actor Paris considerándolo un duro adversario.

 

Nos falta por decir que en latín gaita se dice tibia utricularis, es decir, flauta de odre y que su procedencia (de la que hablaré en su momento) no es claramente celta sino de Mesopotamia de tal manera que el instrumento, hoy asociado por error tan sólo al mundo celta, ya era conocido en Grecia como el ασκαυλος, es decir, la flauta de odre de vino.

 

Prometo seguir, pero por hoy baste saber que Nerón fue gaitero por promesa. ¡Están locos estos romanos!

 

domingo, 26 de agosto de 2018

LAS CUATRO CANCIONES SERIAS DE BRAHMS




Seguro que todos habéis escuchado las Cuatro Canciones Serias de Brahms, ( Vier ernste Gesänge, op. 121) que son una maravilla. Hoy, en esta entrada del blog, quisiera hablaros tan sólo un poco de los textos pues de la música otros doctores tiene la Santa Madre Iglesia que lo pueden hacer mejor.
         La primera, con texto del Eclesiastés, es una canción que nos habla de la vanidad del mundo:
Lo que le sucede a los hijos de los hombres
y a los de las bestias, es un mismo suceso:
como mueren unos mueren otros, pues todos respiran;
el hombre no tiene preeminencia sobre la bestia;
todo es vanidad.
 
Todo va a un mismo lugar;
todo nace del polvo
y todo volverá al mismo polvo.
¿Quién sabe que el espíritu del hombre sube arriba
y que el de las bestias desciende abajo,
a la tierra?
Así, pues, no hay cosa mejor para el hombre
que alegrarse con su trabajo,
pues esa es su parte;
porque ¿quién lo llevará para que vea
lo que ha de ser después de él?
 
            La segunda, también sacada del Eclesiastés, trata sobre el dolor y de cómo afecta a los hombres sin que haya un consuelo para ellos:
 
Me volví y vi las violencias que se hacen bajo el sol;
y he aquí las lágrimas de los oprimidos,
sin tener quien los consuele;
y la fuerza estaba en la mano de sus opresores,
y no había quien consolara a aquellos.
Y alabé yo a los finados,
los que ya murieron,
más que a los vivientes,
los que viven todavía.
Y tuve por más feliz que unos y otros 
al que no ha sido aún,
pues no ha visto las malas obras
que se hacen bajo el sol.
 
 
            La tercera, proveniente también del Eclesiastés, nos habla de la muerte, desgracia para el hombre dichoso, pero consuelo para el desgraciado. Dice así:
 
¡Oh, muerte, que amargo es tu recuerdo
para el que vive tranquilo con sus posesiones,
para el hombre feliz, 
para el hombre que prospera,
para el que tiene salud 
y goza de los placeres!
¡Oh, muerte, que amargo es tu recuerdo!
¡Oh, muerte, qué dulce es tu sentencia
para el hombre derrotado y sin fuerzas,
para el hombre que tropieza y fracasa,
para el que se queja
y ha perdido la esperanza!
¡Oh, muerte, qué dulce es tu sentencia!
 
            Sin embargo, la cuarta, clave para mí de las canciones brahmsianas, se traslada a San Pablo, a su conocido texto de la Carta  a los Corintios en el que habla de forma maravillosa sobre el amor:
 
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas,
y no tengo amor,
vengo a ser como metal que resuena,
o címbalo que vuelve a tañer.
Y si tuviese profecía,
y entendiese todos los misterios
y toda la ciencia,
y si tuviese toda la fe,
de tal manera que trasladase los montes,
y no tengo amor, 
nada soy.
Y si repartiese todos mis bienes 
para dar de comer a los pobres,
y si entregase mi cuerpo para ser quemado,
y no tengo amor,
de nada me sirve.
Ahora vemos por espejo, 
oscuramente;
mas entonces veremos cara a cara.
Ahora conozco en parte;
pero entonces conoceré como fui conocido.
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor,
estos tres;
pero el mayor de ellos es el amor.
 
            No es casual que sea este bellísimo texto de San Pablo el que corone las canciones: todas las angustias del hombre, todo el efecto del dolor, de la muerte de la injusticia se ven compensados con el amor.
            Espero que con esta sencilla explicación, cuando escuchéis las Cuatro canciones serias, os sirva para disfrutar más y mejor.
 

TAKIS VARVITSIOTIS, EL GRAN POETA TESALONICENSE





Takis Varvitsiotis fue un poeta griego que nació y murió en Tesalónica. Varvitsiotis (Τάκης Βαρβιτσιώτης en griego moderno) fue un poeta excepcional del que en castellano casi no tenemos nada traducido. Tan sólo ( que yo sepa) aparecen algunas traducciones en el libro Seis poetas griegos que la editorial argentina Colihue publicó con traducciones de Horacio Castillo. Este poema que os dejo, simple tarjeta de presentación del gran poeta tesalonicense, se llama Nunca digas, y pertenece al libro El nacimiento de las fuentes (1959), Η γέννηση των πηγών. Os lo dejo en la elegante traducción de Francisco Torres Córdova.



Nunca digas

Nunca digas que la vida no es bella.
Cuando veas que la luz disminuye,
Cuando las hojas secas caigan a tus pies
Y todas las campanas saluden a las sombras,

No digas que la vida no es bella.
La colina se vestirá con la neblina de tus ojos,
Los brazos rodearán la columna sepulcral.
Y el ave de tu voz siempre quedará crucificada.

Pero no digas que la vida no es bella.
Los sonidos del día no llegarán a tus pálidos labios,
Tampoco las primaveras cantarán bajo tus párpados,
Sólo una nube alguna vez te refrescará al amanecer
Y suspendida en el aire una flor estará de luto por tu silencio.

Pasarán años y años, pero tú no pidas
Volver a ver tu color en la penumbra de los ángeles,
No olvides las rosas blancas,
No olvides el polen del cielo,
No digas que la vida no es bella.

No envidies el perenne destino de la piedra,
Los mármoles impecables, la gota congelada,
La eterna, que cuelga del árbol del tiempo,
Ni un nombre desnudo y amargo como tu sueño.

Sólo baja más profundo, muy profundo, en el lecho
De la tierra, donde tienden sus raíces los cipreses,
Hasta que la tarde se incline serena a confiar
Su estrella más secreta a tu húmeda cripta.

Y luego rasga la tela de araña que te envuelve,
Levántate con los huesos llenos de música,
Y si tu sombra es tan amplia, que nos cubra a los dos,
Pero ten cuidado no te engañes, no olvides,
Nunca digas que la vida no es bella.