martes, 28 de agosto de 2018

EL BARÓN, EL CHÓFER SORDO Y LA BARONESA ENLUTADA. UNA NOVELA ROSA



Justo enfrente de mi casa habitaban unos barones que tenían un Mercedes negro que conducía un chófer sordo el cual, cuando dejaba el servicio de los señores barones, conducía un pequeño Seat 600 de color verde claro. Recuerdo que, mientras jugaba en la calle (esas cosas se podían hacer en el Madrid de los setenta) alguna vez salía la señora baronesa, alta, de negro y con velo. También recuerdo vagamente al señor Barón. La gente del barrio se fijaba mucho en ella: “Mira, esa es la Icaza”,  pero yo era aún muy pequeño para saber que aquella mujer había sido una escritora de gran fama en la España de la posguerra. La fuente enterrada o Vestida de tul nos sirven como ejemplo de su producción de novelas y no debemos olvidar que, en 1945, fue nombrada “escritora más leída del año”. Sí, me diréis que eran “novelas rosas”, pero también lo fueron las de Corín Tellado leídas por millones de personas. Yo nunca las he leído, pero respeto a las personas que lean a la baronesa de Claret y la escritora de Xixón.

         Pero ya metido en lo “rosa” habría que decir que era tía de Carmen Díez de Rivera e Icaza, musa de la Santa Transición e hija natural de Ramón Serrano Suñer que nunca reconoció a su hija. Sin embargo, por azares del destino, Carmen se vino a enamorar de Ramón Serrano – Suñer Polo, hijo menor de su padre natural,  y tuvo que ser su tía Carmen la que le explicara que eran hermanos por parte de padre. Como la boda ya estaba apalabrada, Carmen Díez de Rivera se metió a monja y luego se hizo cooperante en Costa de Marfil..

         La baronesa se casó con Pedro Montojo Sureda, coronel honorario de Caballería y tendrían una hija, Paloma, que se casaría con Íñigo Méndez de Vigo y del Arco, padre del que fuera ministro con Rajoy, Íñigo Méndez de Vigo que es el actual barón de Claret.

         Sin embargo, pese a todo este rollo, a mí lo que me interesa es que el padre de doña Carmen de Icaza escribió esas famosas coplas que se pueden leer en la Alhambra de Granada y que dicen así:

 

Dale limosna, mujer,

que no hay en la vida nada,
como la pena de ser
ciego en Granada.

 

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