martes, 22 de noviembre de 2022

APOSTILLA AL MITO DE BELEROFONTES Y PEGASO

 


En la anterior entrada, hemos contado el mito de Belerofontes y Pegaso, pero el nombre del caballo nos da algún problema en su transcripción al castellano pues el nombre es en griego Πήγασος cuya forma latina es Pegasos o Pegasus, con la a breve que hace que se pronuncie como esdrújula según la simple regla de acentuación latina que nos dice que, si la penúltima sílaba es breve, el acento se retrotrae a la antepenúltima siendo pues entonces la palabra preparoxítona. Como veis se tendría que haber acentuado como esdrújulo porque así lo hace nuestra lengua madre, el latín, pero, al llegar al castellano a través del francés, Pégase, (pronunciado [pegás]) se cambió la acentuación a llana. Esto lo repetía don Antonio Ruiz de Elvira en aquellas clases suyas de la Complutense,  muchas de las cuales nos tomábamos libres yéndonos al bar para tomar unas cañitas con un pinchito de ensaladilla rusa. (¡Juventud, divino tesoro!) También Belerofontes ( así lo traduce Ruiz de Elvira) nos puede ocasionar algún problema pues nos aparece en griego en dos formas: Βελλεροφῶν, de donde proviene la formas Belerofón (poco usada) y Βελλεροφόντης que nos da en castellano Belerofonte (usada por García Gual y por Fontán Barreiro) y Belerofontes que es la forma que utiliza don Antonio Ruiz de Elvira y que, por cariño a su persona,  es la que he usado en la entrada anterior aunque, si partimos del acusativo latino de Belerophon,  -ontis que es Belerophontem,  el resultado sería Belerofonte que, por otra parte es la forma que utiliza Pierre Grimal en su Diccionario de Mitología Griega y Romana. En fin, vamos a cortar aquí porque esto no era más que una apostilla a la anterior entrada y porque tampoco hay por qué extenderse en exceso en estas cuestiones filológicas no nos pase como a los bizantinos que, dados a estas discusiones “bizantinas”, no se enteraron de que los turcos ya habían entrado en Constantinopla.


EL MITO DE BELEROFONTES

 


Hay historias mitológicas llenas de encanto cuando las recordamos a la luz, por desgracia ya un tanto mortecina,  de aquellos años en la Facultad de Filología, en aquella clase del tercer piso en donde, justo el año de su jubilación, nos impartió clase aquel sabio que se llamó (y llama en mi recuerdo) don Antonio Ruiz de Elvira Prieto. Vamos con una de su inabarcable repertorio.

BELEROFONTES

Desterrado de Corinto por haber cometido un asesinato, Belerofontes se exilió en Argos, reino de Preto, bajo el auxilio auspicio de Zeus que protegía a los suplicantes. En Argos, Estenebea, la mujer de Preto, intentó seducirlo, pero Belerofontes se negó a estos amores. La mujer, ofendida por el rechazo, le contó a su marido que el huésped la había intentado seducir. Preto, para no mancharse con la sangre de un huésped, lo envió a la corte de Licia en donde reinaba su suegro Ióbates con una carta sellada en la que le pedía que le diera muerte. El rey no abrió la carta el primer día sino que se pasaron nueve días de fiesta y, al décimo, la abrió.

            El primer trabajo que le encargó para que muriera en él fue matar a la Quimera, un monstruo que era hija de Tifón y de Equidna y que tenía cabeza de cabra, cuerpo de león y cola de dragón. Antes de encaminarse a su aventura, va a ver a Polido, que significa en griego de varias formas Πολύειδος, un famoso adivino que le recomienda que capture a Pegaso. Belerofontes encuentra al caballo no en la fuente de Hipocrene, que había hecho brotar el agua con una coz, sino en la fuente de Pirene en la Acrópolis de Corinto. Bien porque Atenea le había regalado unas bridas de oro, bien porque la misma diosa había domado al caballo volador, Belerofontes vuela con él y se enfrenta con la Quimera desde el aire y la consigue vencer.

            Ióbates no cejó en su empeño y le envió contra los Sólimos, un pueblo que asolaba Licia, pero Belerofontes salió vencedor; lo envió contra las Amazonas y también salió vencedor. Finalmente, preparó una emboscada contra él con los mejores hombres de  que disponía, pero Belerofontes volvió a salir triunfante. Ióbates decidió entonces ofrecerle su propia hija Filónoe con la que le héroe tuvo tres hijos: Laodamía, Isandro e Hipóloco. Según algunas fuentes, Estenobea se suicidó al saber del matrimonio de Belerofontes con su hermana; según otras, Belerofontes fingió que se había enamorado de ella y la convenció de huir con ella a Tirinto en el caballo alado. En pleno vuelo, el héroe tiró a la mujer del caballo volador y Estenobea cayó en unos cantiles.

            Sin embargo, Belerofontes no tuvo tampoco buen fin pues, habiendo querido llegar hasta el Olimpo montado en Pegaso, provocó la ira de Zeus que le envió un aguijón que se clavó en el caballo que, enloquecido por el dardo, acabó tirando al jinete. En otra fuentes, Belerofontes consigue sobrevivir a la caída y anduvo cojo y ciego por la llanura de Aleya. Pegaso, por su parte, se catasterizó en una constelación.

            Macte, magister, sic itur ad astra!

 

domingo, 20 de noviembre de 2022

EL BAÚL DEL GENERAL SANJURJO

 


Cuando mi tía Gloria volvía de Venezuela, traía unos baúles muy grandes, metálicos, con los que había cruzado el Atlántico en algún barco de cuyos nombre tan sólo recuerdo el del “Marqués de Comillas”,  un muy afamado transatlántico que hacía la ruta de Nueva York (en ese barco se marchó la familia Lorca) y, por añadidura,  de algunos países sudamericanos, especialmente, los caribeños. Aquellos baúles enormes en la casa de mis abuelos me daban un poco de miedo y de ellos salían electrodomésticos que, por aquellos años, nos parecían deslumbrantes porque la España de los setenta no era como la España de estos años del siglo XXI. Recuerdo una batidora de palas, una máquina de afeitar Columbia o una túrmix con varias velocidades. También estaban los famosos baúles que estaban dedicados a la ropa y que tenían un espejo para que el propietario se pudiera vestir. Esos baúles se los conocía como baúles mundo o, sencillamente, un “mundo”, acepción que recoge la Real Academia Española  de las Momias.

         Desde hacía muchos años la gente usaba los baúles y, cuando doña Concha Piquer viajaba por los mundos de Dios, también  los usaba y así surgió el dicho, debido a lo mucho que esta artista se movía por esos mundo de Dios, “viajas más que el baúl de la Piquer”. Sin embargo, no es tan sólo de estos baúles de los que os quiero hablar.

         Ya, desde los libros de Historia del colegio, sabemos que Sanjurjo tuvo un accidente de aviación cuando volaba para ponerse al frente del Movimiento Nacional y que falleció dejando al ferrolano con el camino expedito. Sin embargo, he sabido en estos días que todo se debió a un baúl. Sí, como lo leéis.  La avioneta De Havilland DH.80 m Puss Moth, matrícula EC-III iba al mando de un falangista, Juan Antonio Ansaldo, que era rico, monárquico y gustaba de pilotar aviones. El piloto le avisó a don José que la avioneta iba con el depósito lleno y que ese baúl tan pesado les iba a impedir volar,  pero el militar insistió y subieron el baúl  a la avioneta que llegó a despegar, pero que, vencida por el peso del baúl, capotó y se estrelló apenas haber recorrido unos metros. Al falangista no le pasó nada, pero Sanjurjo murió al instante por una fractura de cráneo. Todo muy novelesco, pero la historia es ciencia seria y hay que irse a las buenas fuentes.

         Según  Ángel Viñas, conocido historiador de la  Guerra Civil del año 36, nos cuenta que las cosas no fueron así del todo. Efectivamente, Sanjurjo se empeñó en subir el baúl, pero la avioneta también  llevaba un depósito suplementario de ochenta litros, que se había instalado de manera un tanto apresurada y, además,  hacía un tremendo calor que impedía que el motor de la avioneta diera toda su potencia. Si a eso le añadimos que Ansaldo desconocía el improvisado aeropuerto que se había creado en un hipódromo cercano a Cascais y que– siempre según Viñas que llegó a hablar con Ansaldo-, el piloto le pidió a Sanjurjo,  a la hora del despegue,  que se quitara el cinturón y que se incorporara, no es difícil deducir que no fue sólo el pesado baúl el que provocó la tragedia, sino que también la impericia de Ansaldo tuvo bastante que ver.         Después, se habló de teorías conspirativas como más tarde con el accidente de Emilio Mola. En ambos casos nunca se ha llegado a probar nada. El origen de estas teorías vendría dado porque, muertos Sanjurjo y Mola, Franco quedaba con el camino expedito ( ya sé que he usado este adjetivo unas líneas más arriba, pero me gusta porque me recuerda a los huesos de San Expedito que mi abuela Patro compraba en una pastelería cercana a la Gran Vía madrileña, justo al lado de donde su prima tenía una mercería que se llamaba La Balanguera) para ponerse al frente del Movimiento. La “baraka” del ferrolano entraba otra vez en juego y ya nada le iba a parar para ponerse al frente de los destinos de España.

 

martes, 1 de noviembre de 2022

EL "JODÍO" PAÍS DE DON FEDERICO GARCÍA RODRÍGUEZ

 

Corría el año 1940 cuando un señor de Granada, de ochenta años de edad, subía la pasarela de un barco que lo había de llevar al exilio a Nueva York. Dejaba en tierra un hijo muerto, un yerno fusilado y toda la amargura de una guerra civil tan cruel como todas las guerras civiles. Había sufrido vejaciones en su propia casa cuando un grupo de delincuentes se presentaron para pedirle cuentas sobre su casero cuyos hermanos, según la infame cuadrilla que se tomaba la justicia por su  mano, estaban implicados en un crimen en Asquerosa, actual Valderrubio. Aprovecharon su “hombría” para llamar maricón a su hijo Federico y darle unos culatazos de propina. Luego se marcharon, pero volvieron unos días después para llevarse a Federico. No estaba su hijo y amenazaron con llevarse a aquel hombre de setenta y seis años en aquel maldito año de 1936. Finalmente, Concha, la hija pequeña, ante el horror de ver como aquellos criminales, al no poder llevarse a su hermano,  se llevaban a su padre, les dijo que estaba en la casa de los Rosales en la calle Angulo de Granada. Sólo entonces, con la otra presa asegurada, lo soltaron.  Aquel hombre de ochenta años llegó a la cubierta del barco en el que iba a cruzar el Atlántico y con una mirada triste, llena de dolor y de pena, mirando por última vez el suelo de su patria, pronunció estas terribles palabras: “No quiero volver a ver este “jodío” país en mi vida. “ Aquel anciano era don Federico García Rodríguez, hacendado de Fuente Vaqueros y padre de Federico García Lorca.  La verdad, se le entiende perfectamente que no quisiera volver a ver al jodido país en el que había nacido y que ahora despedía rumbo a Norteamérica. Falleció en Nueva York en 1945 y allí reposan sus restos. Cumplió su palabra el viejo granadino.

LAS DOS HERIDAS DE AMISTAD DE LUIS ROSALES

 


Don Luis Rosales tuvo dos heridas de amor: la de Lorca, una herida infectada por la calumnia y la más conocida, y la de Joaquín Amigo, apenas conocida. Era Joaquín Amigo catedrático en Lanjarón y amigo de Lorca y de Rosales con los que compartía la afición y el gusto por la poesía. Amigo era cristiano e iba a misa. Nada sabía de odios, ni de rencillas, ni de crímenes. El 27 de agosto de 1936, apenas diez días después del asesinato de Federico, Joaquín fue arrojado por el Puente Nuevo de Ronda. Con Lorca y con Rosales había sido el impulsor de la revista Gallo. Fue una víctima de “compensación” por los muertos de los “rebeldes”. Su cadáver, como el de Federico, jamás ha sido encontrado. Que ambos descansen en paz.