Hay historias
mitológicas llenas de encanto cuando las recordamos a la luz, por desgracia ya
un tanto mortecina, de aquellos años en
la Facultad de Filología, en aquella clase del tercer piso en donde, justo el
año de su jubilación, nos impartió clase aquel sabio que se llamó (y llama en
mi recuerdo) don Antonio Ruiz de Elvira Prieto. Vamos con una de su inabarcable
repertorio.
BELEROFONTES
Desterrado
de Corinto por haber cometido un asesinato, Belerofontes se exilió en Argos,
reino de Preto, bajo el auxilio auspicio de Zeus que protegía a los
suplicantes. En Argos, Estenebea, la mujer de Preto, intentó seducirlo, pero
Belerofontes se negó a estos amores. La mujer, ofendida por el rechazo, le
contó a su marido que el huésped la había intentado seducir. Preto, para no
mancharse con la sangre de un huésped, lo envió a la corte de Licia en donde
reinaba su suegro Ióbates con una carta sellada en la que le pedía que le diera
muerte. El rey no abrió la carta el primer día sino que se pasaron nueve días
de fiesta y, al décimo, la abrió.
El primer trabajo que le encargó para que muriera en él
fue matar a la Quimera, un monstruo que era hija de Tifón y de Equidna y que
tenía cabeza de cabra, cuerpo de león y cola de dragón. Antes de encaminarse a
su aventura, va a ver a Polido, que significa en griego de varias formas Πολύειδος, un famoso adivino que le
recomienda que capture a Pegaso. Belerofontes encuentra al caballo no en la
fuente de Hipocrene, que había hecho brotar el agua con una coz, sino en la
fuente de Pirene en la Acrópolis de Corinto. Bien porque Atenea le había
regalado unas bridas de oro, bien porque la misma diosa había domado al caballo
volador, Belerofontes vuela con él y se enfrenta con la Quimera desde el aire y
la consigue vencer.
Ióbates no cejó en su empeño y le envió contra los
Sólimos, un pueblo que asolaba Licia, pero Belerofontes salió vencedor; lo envió
contra las Amazonas y también salió vencedor. Finalmente, preparó una emboscada
contra él con los mejores hombres de que
disponía, pero Belerofontes volvió a salir triunfante. Ióbates decidió entonces
ofrecerle su propia hija Filónoe con la que le héroe tuvo tres hijos: Laodamía,
Isandro e Hipóloco. Según algunas fuentes, Estenobea se suicidó al saber del
matrimonio de Belerofontes con su hermana; según otras, Belerofontes fingió que
se había enamorado de ella y la convenció de huir con ella a Tirinto en el
caballo alado. En pleno vuelo, el héroe tiró a la mujer del caballo volador y
Estenobea cayó en unos cantiles.
Sin embargo, Belerofontes no tuvo tampoco buen fin pues,
habiendo querido llegar hasta el Olimpo montado en Pegaso, provocó la ira de
Zeus que le envió un aguijón que se clavó en el caballo que, enloquecido por el
dardo, acabó tirando al jinete. En otra fuentes, Belerofontes consigue
sobrevivir a la caída y anduvo cojo y ciego por la llanura de Aleya. Pegaso,
por su parte, se catasterizó en una constelación.
Macte, magister, sic itur ad astra!
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