Don
Luis Rosales tuvo dos heridas de amor: la de Lorca, una herida infectada por la
calumnia y la más conocida, y la de Joaquín Amigo, apenas conocida. Era Joaquín
Amigo catedrático en Lanjarón y amigo de Lorca y de Rosales con los que
compartía la afición y el gusto por la poesía. Amigo era cristiano e iba a
misa. Nada sabía de odios, ni de rencillas, ni de crímenes. El 27 de agosto de
1936, apenas diez días después del asesinato de Federico, Joaquín fue arrojado
por el Puente Nuevo de Ronda. Con Lorca y con Rosales había sido el impulsor de
la revista Gallo. Fue una víctima de “compensación”
por los muertos de los “rebeldes”. Su cadáver, como el de Federico, jamás ha
sido encontrado. Que ambos descansen en paz.
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