Para
pasar un rato, voy a contaros algo sobre las sagas flamencas de guitarristas que
se me vengan a las mientes. Vamos a ir con tiento, que no con tientos, y vamos
a ver hoy unas pocas y, otro día que tenga tiempo, hablamos un poco de las
sagas del cante que también las hay y en abundancia:
a)
Melchor de Marchena (Marchena, 1907 –
Madrid, 1980). Fue un guitarrista excepcional, padre de Enrique de Melchor,
gran guitarrista como el padre, nacido como su progenitor en Marchena (1950) y
fallecido en Madrid en el 2012. El padre es uno de mis guitarristas de
referencia por su sensibilidad. Acompañó a los “más grandes” como puedan ser Pepe
Pinto, a su mujer, La Niña de los Peines o a don Antonio Mairena. Un grande el
padre y otro grande el hijo.
b)
El también grande, más que grande,
enorme, el guitarrista de los alzapúas divinos, que, con sus noventa y tres
años, sigue viviendo en su Jerez natal y que lleva por nombre Manuel Morao (Jerez 1929) fue el tío de
Moraíto Chico que se nos fue en el 2011, con tan sólo cincuenta y cinco años.
Una pena lo del sobrino y una alegría que don Manuel siga vivo para dar
lecciones de verdadero toque flamenco.
c)
Nos vamos ahora a “mi Granada” del alma
para hablar de un patriarca gitano en el toque como fue el Tío José Habichuela,
padre de dos excelentes guitarristas: Juan y Pepe Habichuela. El último lo
recordará cualquier buen aficionado al flamenco porque fue el acompañante de
Morente en ese disco legendario que dedicó el del Albaicín a don Antonio
Chacón; el primero, porque no ha habido cantaor al que no haya acompañado y tan
sólo pongo como ejemplo, por su muerte reciente, el nombre de Pansequito.
También es padre de Antonio Carmona que,
junto con su primo José, hijo de Pepe Habichuela, fundó el grupo Ketama
del que nada voy a decir porque a mí las
“fusiones” me parecen que acaban en “confusiones” y, a veces, hasta en
“infusiones”.
d)
En Córdoba, encontramos Juan “El
Tomate” que, si los datos no me fallan, nació en 1944 y, que yo sepa, sigue
vivo aunque, como de estos músicos no se habla en los papeles y sí de la Rosalía
o del “Niño de Elche”, tampoco puedo dar fe de que siga entre los vivos.
Excelente guitarrista y dueño de un bar – “pa ir tirando”- en la ciudad de los califas, se le conoce, por desgracia, por ser el padre
de las Kétchup, grupo de chicas
( creo que eran cuatro) que tuvieron mucha
fama a principios de este siglo con una canción que conllevaba un baile cuyo
nombre, que los flamencos me perdonen, era Aserejé y cuya letra, ¡vive Dios!, era y es irreproducible. Juan El Tomate tiene
un hijo, Juan Manuel Muñoz, que sigue en activo mientras que de sus hermanas (gratias Deo ago) no se volvió a saber
nada.
e)
Metidos “en tomate”, tenemos a un
guitarrista almeriense que respondía al nombre de Miguel Fernández Cortés en el
siglo, pero conocido, como el cordobés que acabamos de explicar, como el Tomate
o Miguel el Tomate. El Tomate se casó con una paya, Petra Castro, con la que
tuvo a José Fernández Castro que fue músico militar y que tuvo a su vez a un
niño que es José Fernández Torres, conocido en la religión flamenca por
Tomatito, el que acompañó, sin ir más lejos a Camarón de la Isla. Pero, esperad,
porque la cosa se complica. Resulta que El Tomate “viejo”, es decir, Miguel, un
buen día, se marchó por tabaco y, como debían de estar los estancos cerrados en
Almería, se cogió y se fue a Huelva. En Huelva encontró tabaco y a una compañera
para poderlo fumar con tranquilidad con la que tuvo a Miguel Vega de la Cruz (desconozco
por qué El Tomate no le dio sus apellidos y el niño recibió los apellidos de la
madre, pero me malicio de que no estaban casados, sino amancebados o casados
por el rito calorró y , por tanto, El
Tomate, por mucho Tomate de Almería que fuera, no pudo inscribirlo en el
juzgado como hijo suyo y lo tuvo que inscribir como hijo de Ana Vega de La Cruz
(que así se llamaba la compañera que encontró en Huelva cuando se quedó sin
tabaco en Almería) que fue el mítico Niño Miguel, un guitarrista excepcional
que contó con el apoyo de Paco de Lucía, pero que estuvo aquejado de una
enfermedad mental que lo apartó muy pronto de los escenarios. Sus discos son
leyenda y también su arte, pero la sangre de este descendiente de “los tomates
de Almería” no debía ser de buena calidad porque falleció muy joven, con
escasos sesenta y un años, por un problema de anemia. Ya sabéis, cosas de los
invernaderos, ese mar de plástico que exporta hortalizas a toda Europa fuera de
temporada.
En
fin, ya lo dejo. Estaréis hartos de tomates y de kétchup, pero espero, sobre
todo, que la entrada os haya provocado alguna sonrisa.
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