¡Qué
personaje el Espasa de “La del manojo de rosas”! Madrileño de Chamberí,
camarero y después tranviario, quiere el hombre hacerse pasar por un tipo culto
y, cuando Capó le habla en caló ( en romaní que dirían ahora) va el tío y le
suelta esta perorata porque hay que ozonopinar de tó aunque no se entienda de
la misa la media:
“Pues a mí, verás; a mí, el
alcaloide que me descuajaringa es la vertebración ancestral de las neuronas en
complicidad fragante con el servetinal. Porque, como sin leucocitos no hay
ecuaciones, en cuanto pongas dos binomios a hervir, ya tiés caldo magi.”
Y la plazuela donde tiene Asunción su
floristería se ha quedado de piedra. Cosas del viejo Madrid que ya existía
antes de que llegara la Ayuso.
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