Las
Vísperas Sicilianas es una bonita
ópera de Verdi que trata de cómo la Corona de Aragón, tras matar a gran número
de franceses, expulsó de aquella isla a Carlos de Anjou y tomó posesión de la
misma. Como no podía ser menos, en aquellas “vísperas” anduvieron metidos los
almogávares que eran, mutatis mutandis, como la Legión de Millán Astray, pero
en plan medieval y sin cabra. Entrando en curiosidades históricas, la crónica
de Desclot, nos habla de ellos como de unos soldados “ennegrecidos por el sol, sudados
y sucios”. Hasta tal punto estaban sudados y sucios que esa misma crónica
recoge cómo la población de Palermo acabó harta del mal cheiro de los almogávares a los que les debió de abandonar el
desodorante desde el primer momento en que llegaron a Sicilia. Ya sabemos que
los medievales no eran muy aficionados al agua y al jabón y que en la guerra no
hay tiempo para darse un bañito con sales de baño, pero o cheiro debía de ser muy llamativo para que los palermitanos lo
hicieran llegar hasta las crónicas. Y es que recibir en tu ciudad a una tropa
de soldados que no habían sentido el agua en su piel en su guerrera vida debió
de causar destrozo en las pituitarias de las damas y caballeros de tan ilustre
ciudad siciliana. Mucho “¡despierta, ferro!”y mucho “¡matem, matem!”, pero
luego les “sortía el sarpullit” si se
cogían una pastilla de jabón de La Toja. Desde luego que la historia te da unas
sorpresas…