La lectura de El escarabajo, de ese grandísimo
escritor que fue Manuel Mujica Laínez, la tenía pendiente desde hacía algunos
años. Leí Bomarzo en su momento y me gustaron aquellas páginas tan barrocas en
las que Manucho nos contaba la vida del aquel jorobadillo que era el duque de
Orsini en aquel e jardín espectral de monstruos. Pensaba que El escarabajo no me iba a defraudar y así ha sido: desde la primera a la
última página de las casi seiscientas que conforman la obra, fluye una corriente
eléctrica que hace que no puedas dejar el libro. ¿Cuál será el próximo poseedor
del escarabajo?; ¿ Roldán, una viuda rica norteamericana, un rey de Francia en
el exilio porteño?
He contado más de setenta y ocho afortunados
poseedores de tan codiciada joya y, con cada uno, va un retazo de vida e
historia narrado siempre por el escarabajo, la pequeña joya que Ramsés II
regaló a su mujer Nefertari. He disfrutado mucho, mucho, mucho y os lo cuento
para que lo leáis, para que disfrutéis de la gran prosa de Mujica Láinez
(Mujica y no Mújica, como el pobre don Manuel se esforzaba en repetir), para
que veáis cómo se escribe bien sin necesidad de escribir obras que entiendan
cuatro amiguetes. Para el mes que viene, junio, me leeré El unicornio y, para julio, me releeré Bomarzo: el duque de Orsini y Senén Pérez, que tanto quería la obra,
me esperan en sus jardines y no le puedo
defraudar. No sería propio de un caballero.
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