El
final del verano ya iba dejando algunas nieblas en la finca de don Antonio
Pérez Tabernero en Muñodono, un pueblo a treinta kilómetros de Salamanca, y las
hojillas de los fresnos se iban dorando cuando sucedió este momento crucial de la
historia de España.
A
la lado de la finca de don Antonio está el aeródromo de guerra y en la finca se
reúnen once generales y tres coroneles: Cabanellas, Dávila, Mola, Saliquet, Valdés y
Cabanillas, Gil Yuste, Franco, Orgaz, Queipo de Llano y Kindelán, generales, y
dos coroneles: Montaner y Moreno Calderón. Como en toda reunión humana, en ésta
había dos bandos: los que abogaban por el mantenimiento de la dirección
colegiada de la política y de las operaciones militares o, al menos, de la
política general y favorecían la designación de Franco como jefe militar único.
En el primer bando estaba Cabanellas y en el segundo los monárquicos Orgaz y
Kindelán con el apoyo expreso de Alfonso XIII. Mola estaba en el centro, pero
apoyaba a Franco.
Se habían reunido porque se buscaba un jefe único
para el ejército, un generalísimo dicho en términos militares. Este 21 de
septiembre de 1936 estos oficiales y jefes se habían reunido para designar a
ese hombre que gobernará el ejército sublevado. Por la mañana no hay acuerdo y,
tras la comida, Kindelán plantea el mando único militar que es algo bueno desde
un punto de vista logístico (donde todos mandan no hay quién se aclare). Los
generales se muestran reticentes y Mola deja clara su postura: “Pues yo creo
tan interesante el mando único que si antes de ocho días no se ha nombrado
generalísimo, ya no sigo. Yo digo ahí queda eso y me voy». Se produce una
votación en la que Kindelán, con el apoyo de Orgaz y de Mola, propone a Franco.
Todos, menos Cabanellas que se abstuvo aceptan al de Ferrol, incluido Queipo
que llamaba a Franco Paca la Culona y cuyas diferencias entre ambos eran más
que notorias tal y como tratamos en otra entrada de Blog sobre el general Bartet.
El 28
de septiembre, una semana después, se realiza una segunda votación con los mismos
asistentes y se decreta lo que sigue (nos fijaremos
Artículo
1.º Todas las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire que colaboran o colaboren en el
porvenir a favor del Movimiento estarán subordinadas a un mando único, que
desempeñará un general de división o vicealmirante.
Artículo 2.º El nombrado se llamará Generalísimo y tendrá la máxima jerarquía militar, estándole subordinados los militares y marinos de mayor categoría.
Artículo 3.º La jerarquía de Generalísimo llevará anexa la función de jefe del Estado, mientras dure la guerra, dependiendo del mismo, como tal, todas las actividades nacionales: políticas, económicas, sociales, culturales, etcétera.
Artículo 4.º Quedan derogadas cuantas disposiciones se opongan a ésta.
Artículo 2.º El nombrado se llamará Generalísimo y tendrá la máxima jerarquía militar, estándole subordinados los militares y marinos de mayor categoría.
Artículo 3.º La jerarquía de Generalísimo llevará anexa la función de jefe del Estado, mientras dure la guerra, dependiendo del mismo, como tal, todas las actividades nacionales: políticas, económicas, sociales, culturales, etcétera.
Artículo 4.º Quedan derogadas cuantas disposiciones se opongan a ésta.
Franco,
más gallego que nunca, tolera como baza de negociación la idea de que el
Generalísmo fuera jefe del Estado mientras durara la guerra y sólo mientras
durase la guerra, pero no lo acepta y que así lo declara. Los jefes y oficiales
se van a almorzar y, por la tarde, Franco lo deja claro: aceptará siempre y
cuando no se limite su mandato como Jefe del Estado. El general Cabanellas lo
dejó muy claro para la historia:
"Ustedes
no saben lo que han hecho, no le conocen como yo que lo tuve a mis órdenes. Si
le dan ahora España, va a creerse que es suya y no dejará que nadie le
sustituya ni en la Guerra ni tras ella, hasta su muerte (...)".
Mas, con todo, Cabanellas firma el decreto que aparece
en el BOE al día siguiente, 30 de septiembre de 1936. En ese decreto publicado
en el BOE en su artículo primero, ha desaparecido el “mientras dure la guerra”
y queda redactado así:
Artículo 1º. En cumplimiento de acuerdo adoptado por
la Junta de Defensa Nacional, se nombra jefe de Gobierno del Estado español al
excelentísimo señor general de división don Francisco Franco Bahamonde, quien
asumirá todos los poderes del nuevo Estado.
Como es lógico, se le nombra
Generalísimo de los ejércitos.
El
1 de octubre de 1936, la Junta de defensa proclama en Burgos Generalísimo del
Ejército y Jefe del Estado a ese gallego bajito y con bigote, africanista que
había despertado el recelo de los padres de Carmen Polo porque, según el padre,
un africanista era como un torero; el hombre que reprimió la Revolución de
Asturias; el antiguo director de la Academia de Zaragoza en la que había
impuesto el uso del preservativo entre los cadetes. Franco pronuncia una breve
arenga en la que dice que su pulso “no temblará” y recalca: “Me tengo que
encargar de todos los poderes”. El
gallego de voz meliflua y bigotillo sale al balcón y se da un baño de
multitudes, su primer baño de masas. Y debió de gustarle porque ya sabéis que
aquel gallego se fue a El pardo y en el Pardo estuvo hasta que salió para morir
en el Hospital La Paz. Era en noviembre de 1975 y habían pasado más de treinta
y nueve años. ¡Qué bien lo conocía Cabanellas, el general masón a cuyas órdenes
había servido o galego ferrolán!