martes, 22 de noviembre de 2016

SANTA CECILIA



Hoy es el día de santa Cecilia y, echando el cuarto a espadas, voy a tratar sobre esta santa, patrona de los músicos y, por ese músico que llevo dentro, con el permiso de don Alejo Carpentier, algo me toca (nunca mejor dicho). Empezaré diciendo que esta joven, según las Actas de Santa Cecilia, fue dada en matrimonio a un joven cuyo nombre era Valeriano. Cuando llegó el momento de consumar el matrimonio, Cecilia le dijo que ella era una virgen consagrada al señor y que por tanto, no podrían consumarlo. El muchacho le dijo que,  puesto que un ángel velaba por su virginidad, creería si veía al ángel. Pero Valeriano no era cristiano así que lo primero que tuvo que hacer fue irse a bautizar con el papa Urbano y así consiguió ser cristiano y ver al ángel. También su hermano Tiburcio se convirtió y los tres vivieron en la casa en casta societas.
         Pero el prefecto Turcio Almaquio, al enterarse que eran cristianos los dos hermanos, los mandó matar y con ellos al funcionario del prefecto Máximo que se había convertido al ver la fe de los hermanos. Cecilia se logró salvar, pero, cuando la encontraron, decidieron matarla en el baño de su casa. No lo consiguieron y la metieron en un caldero de agua hirviendo del que también sobrevivió; decidieron cortarle la cabeza y el hacha rebotaba en su cuello. El verdugo, como el de Berlanga, salió corriendo y a la pobre Cecilia, antes de morir, le dio tiempo a repartir limosnas entre los pobres. Y hasta aquí la historia y ahora vosotros me podríais preguntar tranquilamente: Y eso ¿qué tiene que ver con la música? No seáis impacientes.
         Según algunos autores, el martirio de Cecilia fue en el siglo segundo y las actas que hemos manejado son del siglo cuarto. En el canto que se compuso en la Iglesia para la mártir se decía en latín:
Candentibus organis, Caecilia Domino decantabat dicens: Fiat cor meum inmaculatum ut non confundar.
         Pero este texto, por corrupción en su transmisión,  se convirtió en canentibus organis y el significado de organum, que, en un principio,  era instrumento de tortura, pasó a ser, a partir del siglo VI, el órgano musical.
         Sin embargo, para los que quieran arrancar a Cecilia su patronazgo sobre la música por este cambio en los manuscritos, les digo que se fijen que tanto con los candentibus organis como con los canentibus organis, la pobre muchacha decantabat en medio de su tormento. Así pues, tan alejada del mundo de la música no estaba. ¡Feliz Santa Cecilia, amigos y cuasi colegas músicos!

sábado, 19 de noviembre de 2016

PALAIS DE JUSTICE


Creo que ya os he hablado de José Ángel Valente, gran poeta gallego, pero no había entrado en su prosa. He leído Palais de Justice , un libro que, en principio, trata del proceso de separación del poeta, pero que acaba siendo un canto al amor, al dolor, a la angustia de las sombras en el pasillo de la casa en aquella remota niñez orensana. Una gran prosa la de Valente que se nos fue ya hace unos años, pero que cuyo recuerdo sigue perenne en los aficionados a la buena poesía.

DONALD TRUMP, LA CASPA Y LOS ERUCTOS


No me ha extrañado nada la elección de Donald Trump porque esa elección es resultado de un mundo sociedad zafia, soez, de promesa fácil que tiene un cumplimiento incierto, de gentes que están contra el sistema pero se han forrado con el sistema, de arribistas, de gansters. En España, tuvimos un Donald Trump en la persona de Jesús Gil, constructor sin escrúpulos que le caía a la gente bien porque, como Trump, era un tío campechano, el fulano con el que nos podemos encontrar en el bar, mientras nos tomamos unas cervezas y cuyo conversación no pasa del racismo ( los putos moros nos quitan el trabajo) y racista. Son estos personajes casposos, esos Torrentes con los que Santiago Segura hizo mucha pasta y que son el corazón de la España profunda. También hay una América profunda con bares en cuyas barras se ve a los mejicanos como morenos que vienen a traer droga y a quitar el trabajo a los americanos rubios y de ojos claros; en las que los negros tenían que seguir siendo esclavos y en las que un tío sin educación, que pone los pies sobre las mesas y que hace lo que quiere porque tiene dinero y el dinero es el puto amo. En este asqueroso mundo, el que manda es el dinero que, ya lo decía el Arcipreste, hacía correr al cojo y al iletrado hace doctor.  No, no me ha extrañado nada la elección de un casposo para la presidencia de un país que, no lo olvidemos, tuvo la primera constitución que se basaba  en los postulados de la Ilustración. Ya veis, tanta Ilustración para que doscientos cuarenta años después, el país caiga en manos de un botarate que no habrá leído a Walt Whitman en su puta vida ni falta que le hace para soltar regüeldos en la barra del bar en el que nunca entraría Emily Dickison, en donde la poesía es para maricones y los besos son para señoritas porque lo nuestro es follar. Y no me refiero a bares de EEUU, sino a otros más cercanos en nuestra España. Y es que la caspa avanza como una peste.

 

LOS SOLDADOS LLORAN DE NOCHE




Hace unos instantes que acabo de leer el libro de Ana María Matute, Los soldados lloran de noche. Confieso que me arrastró a su lectura tan hermoso verso de Salvatore Quasimodo que la Matute utilizó, con muy buen criterio, para el título de su novela. Y os cuento, en primer lugar, que había leído Fiesta al Noroeste hace ya muchos años y que entonces, menos curtido ahora que entonces, no aprecié en su valía. No ha sido así con este último libro de la Matute y su prosa, densa y hermosa, me ha deslumbrado y me ha abierto las ganas de leer otros libros suyos. Al menos, de terminar la trilogía de la que éste forma parte y leer alguno de los que escribió ya hacia el final de su vida. Pero con Matute hay que ir despacio. Ya os contaré, pero por el momento os la recomiendo y os dejo los versos magistrales de Quasimodo.

Né la Croce né l’infanzia bastano,
il martello del Golgota, l’angelica
memoria a schiantare la guerra.
I soldati piangono di notte
prima di morire, sono forti, cadono
ai piedi di parole imparate
sotto le armi della vita.
Numeri amanti, soldati,
anonimi scrosci di lacrime.

 

ESPLENDOR EN LA HIERBA


William Wordworth, poeta inglés, seguro que no se imaginaba que unos versos suyos llegarían a ser famosos gracias a un extraño artefacto que proyecta sueños en una pantalla. En una película de Elia Kazan, Esplendor en la hierba, Natalie Wood leía unos versos que daban el título a la película. Hermosos versos, por cierto, que se quedaron como un recuerdo indeleble de tan hermosa película. Aunque son muy conocidos, os los traigo en este blog para que los recordemos juntos. Son estos:



Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porqué la belleza subsiste siempre en el recuerdo.


Una gran verdad que, dicha por este gran poeta inglés, cobra, aún si cabe, más fuerza.