Hoy es
el día de santa Cecilia y, echando el cuarto a espadas, voy a tratar sobre esta
santa, patrona de los músicos y, por ese músico que llevo dentro, con el
permiso de don Alejo Carpentier, algo me toca (nunca mejor dicho). Empezaré
diciendo que esta joven, según las Actas de Santa Cecilia, fue dada
en matrimonio a un joven cuyo nombre era Valeriano. Cuando llegó el momento de
consumar el matrimonio, Cecilia le dijo que ella era una virgen consagrada al
señor y que por tanto, no podrían consumarlo. El muchacho le dijo que, puesto que un ángel velaba por su virginidad,
creería si veía al ángel. Pero Valeriano no era cristiano así que lo primero
que tuvo que hacer fue irse a bautizar con el papa Urbano y así consiguió ser
cristiano y ver al ángel. También su hermano Tiburcio se convirtió y los tres
vivieron en la casa en casta societas.
Pero
el prefecto Turcio Almaquio, al enterarse que eran cristianos los dos hermanos,
los mandó matar y con ellos al funcionario del prefecto Máximo que se había
convertido al ver la fe de los hermanos. Cecilia se logró salvar, pero, cuando
la encontraron, decidieron matarla en el baño de su casa. No lo consiguieron y
la metieron en un caldero de agua hirviendo del que también sobrevivió;
decidieron cortarle la cabeza y el hacha rebotaba en su cuello. El verdugo,
como el de Berlanga, salió corriendo y a la pobre Cecilia, antes de morir, le
dio tiempo a repartir limosnas entre los pobres. Y hasta aquí la historia y
ahora vosotros me podríais preguntar tranquilamente: Y eso ¿qué tiene que ver
con la música? No seáis impacientes.
Según
algunos autores, el martirio de Cecilia fue en el siglo segundo y las actas que
hemos manejado son del siglo cuarto. En el canto que se compuso en la Iglesia
para la mártir se decía en latín:
Candentibus
organis, Caecilia Domino decantabat dicens: Fiat cor meum inmaculatum ut non
confundar.
Pero
este texto, por corrupción en su transmisión,
se convirtió en canentibus organis
y el significado de organum, que, en
un principio, era instrumento de
tortura, pasó a ser, a partir del siglo VI, el órgano musical.
Sin
embargo, para los que quieran arrancar a Cecilia su patronazgo sobre la música
por este cambio en los manuscritos, les digo que se fijen que tanto con los candentibus organis como con los canentibus organis, la pobre muchacha decantabat en medio de su tormento. Así
pues, tan alejada del mundo de la música no estaba. ¡Feliz Santa Cecilia,
amigos y cuasi colegas músicos!