sábado, 19 de noviembre de 2016

DONALD TRUMP, LA CASPA Y LOS ERUCTOS


No me ha extrañado nada la elección de Donald Trump porque esa elección es resultado de un mundo sociedad zafia, soez, de promesa fácil que tiene un cumplimiento incierto, de gentes que están contra el sistema pero se han forrado con el sistema, de arribistas, de gansters. En España, tuvimos un Donald Trump en la persona de Jesús Gil, constructor sin escrúpulos que le caía a la gente bien porque, como Trump, era un tío campechano, el fulano con el que nos podemos encontrar en el bar, mientras nos tomamos unas cervezas y cuyo conversación no pasa del racismo ( los putos moros nos quitan el trabajo) y racista. Son estos personajes casposos, esos Torrentes con los que Santiago Segura hizo mucha pasta y que son el corazón de la España profunda. También hay una América profunda con bares en cuyas barras se ve a los mejicanos como morenos que vienen a traer droga y a quitar el trabajo a los americanos rubios y de ojos claros; en las que los negros tenían que seguir siendo esclavos y en las que un tío sin educación, que pone los pies sobre las mesas y que hace lo que quiere porque tiene dinero y el dinero es el puto amo. En este asqueroso mundo, el que manda es el dinero que, ya lo decía el Arcipreste, hacía correr al cojo y al iletrado hace doctor.  No, no me ha extrañado nada la elección de un casposo para la presidencia de un país que, no lo olvidemos, tuvo la primera constitución que se basaba  en los postulados de la Ilustración. Ya veis, tanta Ilustración para que doscientos cuarenta años después, el país caiga en manos de un botarate que no habrá leído a Walt Whitman en su puta vida ni falta que le hace para soltar regüeldos en la barra del bar en el que nunca entraría Emily Dickison, en donde la poesía es para maricones y los besos son para señoritas porque lo nuestro es follar. Y no me refiero a bares de EEUU, sino a otros más cercanos en nuestra España. Y es que la caspa avanza como una peste.

 

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