jueves, 20 de febrero de 2020

LA "MÚSICA DEGENERADA" QUE SEÑALARON LOS MÁS DEGENERADOS



En Múnich, exactamente en 1937, se abrió una exposición que llevaba por título entartete Kunst, Arte degenerado. Un año después, en Düsseldorf, se abría una exposición muy parecida: entartete Musik. El promotor de tan nefastas exposiciones fue Hans Severus Ziegler que era el portavoz de la “cultura” nazi y que había comenzado como director de una revista que también versaba sobre la cultura del partido nacionalsocialista. Además de antijudío, este Ziegler era anti negros y redactó un libelo que llevaba por título Contra la cultura negra y por la herencia alemana. En este infame panfleto, este Hans venía a decir que la música de los negros, tales como el jazz o las bandas, e incluso hasta  mismos  artistas negros eran una bofetada para el arte alemán.  Que sonara esta música era un signo insoportable de decadencia. Los nazis aplicaron al arte y a la música el término degenerado y lo tomaron de Lombroso, el médico y criminólogo italiano del siglo XIX que quería expresar con esta palabra una situación de deterioro. Así pues, los músicos judíos, negros, gitanos o de cualquier raza que no fuera la aria (sin comentarios lo de raza, pero ha poco que una “ministra catalana” ha hablado de la raza catalana). Los judíos se habían infiltrado en el pueblo alemán y lo habían “contaminado”. Por medio de este decreto, bastaba con tener antecedentes judíos o negros para que tu música dejara de sonar y así ocurrió con el pobre Mendelssohn cuya música dejó de oírse en las salas de conciertos. También se dejaron de oír las operetas de Leon Jessels, - un autor al idolatraba Hitler porque pensaba que sus melodías eran “alemanas de pura cepa”-, Kurt Weill, Paul Hindemith, Schönberg o Berg. Todos eran judíos que manchaban la música alemana. Tampoco se podía representar Porgy and Bess de Gershwin porque “era cosa de negros (¡ojo! en el Metropolitan no se estrenó hasta treinta y cinco años después de su estreno oficial)
         No hace falta que os habla del terrible empobrecimiento que esto conllevó para la música alemana y para la cultura en general. ¿Cómo podían juzgar lo que estaba degenerado los más degenerados de los degenerados? Pues, como Stalin se metía a dirigir a los músicos rusos para que no se salieran del realismo soviético. Una manía que tienen los dictadores de meterse donde no los llaman.

         Sin embargo, hay una acción que brilla con luz propia en medio de tanta miseria: Béla Bartók, el gran  músico húngaro, se presentó en un registro del gobierno de Hitler y solicitó, sin ser judío ni negro, que lo incluyeran en la lista de los “degenerados”. Era su manera de protestar contra tan injusta ley. Los hay que los tienen muy bien puestos.


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