martes, 26 de febrero de 2013


MANUEL QUIROGA
 

            El gran violinista gallego nació en Pontevedra el 15 de abril de 1892. Estudió en Madrid con José del Hierro y en París en donde trata con violinistas y compositores de la talla de George Enescu, Fritz Kreisler o Eugène Ysaÿe. En 1911, ganó el primer permio del Conservatorio de París, siendo el segundo violinista español en conseguirlo después de Sarasate. Recorrió Estados Unidos con el pianista valenciano José Iturbi que había sido compañero de estudio en París. Sin embargo, su gran carrera como concertista se truncó con un fatal accidente el 8 de junio de 1937 en Nueva York. Quiroga, que había estado con Iturbi en Times Square, fue atropellado por un camión lo que le produjo una pérdida de movilidad en su brazo derecho. El  resto de su vida se dedicó a pintar y a dibujar pues también tenía dotes para el dibujo y la pintura. Tocó con un Amati, con un Guadagnini, con  dos Stradivarius y con un Guarneri del Gesù. Murió en su ciudad natal en 1961. El Cuarteto Quiroga, del que hacemos un comentario en facebook sobre el concierto ofrecido en Valladolid el 22 de febrero, lleva su nombre en homenaje a este gran violinista pontevedrés. También en esa red social publicamos una dirección de youtube en donde se puede apreciar el arte de Quiroga interpretando el Zapateado del gran violinista navarro Pablo Sarasate.

http://www.youtube.com/watch?v=VwyEx9Es9gE

lunes, 25 de febrero de 2013

ME GUSTA ZORRILLA; ¿PASA ALGO?


 

La afirmación que sirve de título a esta entrada servirá de escándalo a más de algún intelectual, pero es que no lo puedo remediar: me gusta don José Zorrilla con su vida tan romántica, sus versos tan musicales y su levita al frío de la plaza que lleva su nombre. Merece la pena leer sus obras teatrales, sus poesías y sus memorias.  Don José era un escritor de raza, de los que hacen de la escritura el ser de su vida. Os traigo como ejemplo esta Oriental de la que me podréis decir muchas cosas, pero no me podréis negar su musicalidad y su sentido del ritmo. Por cierto, la recitó maravillosamente bien, el día veintiuno, un devoto zorrillista como Armando en ese recuerdo que hacemos todos los años en la que fue su casa natal y la casa en la que falleció. Leedla sin prejuicios de falsa intelectualidad y pasaréis una buena noche o un buen día.

CORRIENDO VAN POR LA VEGA

Corriendo van por la vega
a las puertas de Granada
hasta cuarenta gomeles
y el capitán que los manda.
Al entrar en la ciudad,
parando su yegua blanca,
le dijo éste a una mujer
que entre sus brazos lloraba:
«Enjuga el llanto, cristiana
no me atormentes así,
que tengo yo, mi sultana,
un nuevo Edén para ti.
Tengo un palacio en Granada,
tengo jardines y flores,
tengo una fuente dorada
con más de cien surtidores,
y en la vega del Genil
tengo parda fortaleza,
que será reina entre mil
cuando encierre tu belleza.
Y sobre toda una orilla
extiendo mi señorío;
ni en Córdoba ni en Sevilla
hay un parque como el mio.
Allí la altiva palmera
y el encendido granado,
junto a la frondosa higuera,
cubren el valle y collado.
Allí el robusto nogal,
allí el nópalo amarillo,
allí el sombrío moral
crecen al pie del castillo.
Y olmos tengo en mi alameda
que hasta el cielo se levantan
y en redes de plata y seda
tengo pájaros que cantan.
Y tú mi sultana eres,
que desiertos mis salones
están, mi harén sin mujeres,
mis oídos sin canciones.
Yo te daré terciopelos
y perfumes orientales;
de Grecia te traeré velos
y de Cachemira chales.
Y te dará blancas plumas
para que adornes tu frente,
más blanca que las espumas
de nuestros mares de Oriente.
Y perlas para el cabello,
y baños para el calor,
y collares para el cuello;
para los labios... ¡amor!»
«¿Qué me valen tus riquezas
-respondióle la cristiana-,
si me quitas a mi padre,
mis amigos y mis damas?
Vuélveme, vuélveme, moro
a mi padre y a mi patria,
que mis torres de León
valen más que tu Granada.»
Escuchóla en paz el moro,
y manoseando su barba,
dijo como quien medita,
en la mejilla una lágrima:
«Si tus castillos mejores
que nuestros jardines son,
y son más bellas tus flores,
por ser tuyas, en León,
y tú diste tus amores
a alguno de tus guerreros,
hurí del Edén, no llores;
vete con tus caballeros.»
Y dándole su caballo
y la mitad de su guardia,
el capitán de los moros
volvió en silencio la espalda.

domingo, 17 de febrero de 2013

EL MARQUÉS DE LOZOYA

 
 
EL MARQUÉS DE LOZOYA
Se llamaba Juan de Contreras y López de Ayala y nació en Segovia en 1873. Estudió en Segovia, Salamanca y Madrid y, además de cargos políticos como diputado por la CEDA, fue catedrático en las universidades de Valencia, Madrid y Navarra. Su faceta de hombre preocupado por las bellas artes es conocida, pero quizás no lo es tanto su faceta de poeta y habría que recordar que Juan de Contreras fue premio Fastenrath de la Real Academia en 1920 y que sus poemas hoy en día se dejan leer con gusto por el que escribe este blog y algún que otro lletraferit. Como muestra, un poema, escrito en versos de dieciséis sílabas, que leímos en el recreo poético que le dedicamos en el centro cuellarano que lleva su nombre:
XXIX
 
VIERNES SANTO
 
Aún la muerte huía de ella; que hasta la Muerte se aterra
del brillo de aquellos ojos, que ya no saben llorar.
¡Era su pena tan grande, que no cabía en la Tierra!
¡Era inmensa como el cielo, y era amarga como el mar!
¡La madre del asesino! Se apartaban a su paso
las mujeres, conmovidas por un espasmo de horror;
la madre del asesino vagaba sola, al acaso,
medio muerta de fatiga, de vergüenza y de dolor.
 
¡Señor, que en todas las penas guardas secretas dulzuras,
y con la mirra del llanto mezclas un poco de miel!
¡Señor, que tan suavemente nuestras hondas llagas curas!
¿Qué consuelos encontraste para un dolor como aquél?
 
¡Viernes Santo! Por las rúas llevaban a Cristo muerto;
preludiaban los clarines una marcha funeral.
¡Viernes Santo! Abril cubría de nuevas flores mi huerto
y llenaba de fragancias la brisa primaveral.
 
Con matices de violeta se va obscureciendo el cielo;
avanzan, en largas filas, trémulos puntos de luz;
con la faz de blanca cera sobre el negro terciopelo,
va la madre dolorosa, llorando al pie de la Cruz.
Stabat Mater…, cantaban los coros pausadamente,
y su voz, como un sollozo, se perdía en un temblor.
Las dos madres enlutadas se encontraron frente a frente,
pasados los corazones por la espada del dolor.
¡Señora! – clamó la anciana-, tú llevas al hijo inerte;
pero mi pena es tan grande, que ni aún la tuya es igual;
si mi hijo fuera inocente, ¿qué me importara su muerte?
¡Tú sabes que el tuyo es Santo!, ¡y el mío es un criminal!
Espantada de sí misma, cayó a los pies de María,
y sus labios temblorosos dijeron una oración.
 
La Madre de los Dolores, más pálida todavía,
sin que nadie lo entendiera, la habló quedo al corazón.
Y la dijo así: “Hija mía, ¿quién puede medir mis duelos?
¡No hay angustias en la tierra que en mi corazón no estén!
No lloro por Jesucristo, que vive y reina en los Cielos;
mi pena es tu misma pena: ¡lloro por tu hijo también!”
 

jueves, 14 de febrero de 2013

ANTONIO JOSÉ
 Se llamó Antonio José Palacios Garoz y era de Burgos. Murió muy joven, víctima de la Guerra mal llamada civil. Su Cancionero burgalés recogió melodías muy hermosas de las tierras burgalesas siguiendo la estela que dejó el padre Federico Olmeda. Os recomiendo la audición de su Sinfonía Castellana y de sus obras para coro entre las que hay una que, no se sabe cómo, quizás por la incultura de este país, no se ha convertido aún en el himno de Castilla y León. He encontrado en youtube esta grabación y lo que os he seleccionado es el primero de los movimientos de la ya citada sinfonía. ¡A disfrutar de tan buena música antes de que nos la recorten!
 
http://www.youtube.com/watch?v=nl0Za8JJRr4

miércoles, 13 de febrero de 2013


DUDAS DE JOSÉ

         Hacía mucho que quería traducir este poema de Rilke y hoy, alejado del trabajo por estos días de Carnaval, he conseguido esta traducción que os presento para que me deis vuestra opinión. Al traducirlo, me acordaba  de  mis primeras lecturas del poeta de Praga cuando yo era un estudiante en la Complutense al que una compañera le prestó un libro de la colección Austral con una antología de Rilke; la firmaba Jaime Ferreiro Alemparte y en ella leí por primera vez tantos poemas que luego me han acompañado a lo largo de mi vida y me enamoré de esos ángeles terribles. Espero que os guste la traducción:

Y el ángel habló y se esforzaba

con el hombre que cerraba sus puños:

¿Pero tú no ves en cada pliegue

que ella es fría como la mañana de Dios?

 

Pero el otro lo miró ceñudo,

murmurando tan sólo: ¿Qué es lo que así la ha cambiado?

Entonces gritó el ángel: Carpintero,

¿aún no te das cuenta de que es obra de Dios?

 

Porque haces tablas, ¿en tu orgullo

quieres  en verdad pedirle cuentas a aquél

que, con modestia, de la misma madera

hace brotar las hojas y engrosar los capullos?

 

Comprendió. Y como ahora él la vista

levantara asustado para mirar al ángel,

ya no estaba aquél. Entonces se quitó

lentamente su boina y cantó las alabanzas.

 

 

 

        

lunes, 11 de febrero de 2013

ADONIS, ÁRBOL DE ORIENTE


ADONIS

                        Acabo de terminar la lectura de una antología poética de Adonis que está publicada en Visor con el título de Árbol de Oriente y que está muy bien editada y traducida por Federico Arbós.  Esta lectura me ha resultado muy grata y me ha descubierto a un gran poeta pues había leído muy poco de su obra, tan sólo las Canciones de Mihyar el de Damasco en edición muy cuidada de Ediciones del Oriente y del Mediterráneo.  De su libro Primeros poemas (1957) os cuelgo en este blog el poema Frontera de la desesperanza.

Paredes de amarilla espuma, mi hogar

se alza en la fronteras de la desesperanza.

Nicho hueco, ajorca de nubes.

 

Ventanas de harina, mi hogar

es yacimiento arqueológico,

pozo que draga el viento con su soplo

y los huracanes vacían.

El sol jamás se acerca

y de su vecindad los pájaros emigran.

 

Sacudidas incesantes lo golpean y derriban,

se hace invisible, desaparece.

Allí duermo y la mañana duerme y me arropa

bajando la voz, ahogando el ruido.

 

 

SÁNDOR MÁRAI


LOS HÚNGAROS ( II)

            Hace poco terminé de leer El encuentro, la obra más editada de Sándor Márai. Muy bien escrita, con ese estilo de literatura de “alta comedia” que también aparece en su colega Zilahy , retrata la decadente burguesía húngara y es una obra muy recomendable. Dos hombres y un amor que les da pábilo para toda una vida. Márai, nacido en Kassa, el 11 de abril de 1900,  es un buen escritor que siempre me ha satisfecho con sus obras. De entre ellas, Liberación es una novela que os recomiendo, al igual que La hermana. Márai llegó a tener un gran prestigio en los años treinta y su obra se la consideraba al mismo nivel que la de Thomas Mann o Stefan Zweig, el gran escritor austriaco que escribía “literatura de kiosko” (sapientes dixerunt) hasta que lo empezó a publicar Acantilado y entonces consiguió el reconocimiento de la inteligencia oficial de las Españas. Con la llegada de los comunistas a Hungría su estrella se fue apagando pues su obra fue prohibida por el régimen y comenzó su exilio americano con algunas estancias en Italia. Fue a la caída del régimen comunista cuando Márai comenzó a ser reconocido de nuevo en su país y en todo el mundo.  Sándor Márai tiene con Zweig otro punto de contacto pues, como él, se suicidó en su exilio americano. Fue un 22 de febrero de 1989, en San Diego,  cuando Sándor Márai apretaba el gatillo y se quitaba la vida con el  arma que se había comprado para tal menester. Si Stefan Zweig no llegó a ver la derrota del régimen criminal de Adolf Hitler, tampoco Márai llegó a ver la caída del muro de Berlín y, con su caída,  el fin del  régimen soviético, por cierto, no menos criminal que el régimen nazi. En cuanto tenga un  rato, me enfrascaré en la lectura de una novela suya que tengo pendiente: La gaviota. Por el momento, la atención que le presto a Eudora Welty y sus Cuentos completos y las ganas que tengo de volver a mi muy querido Palacio Valdés de quien quiero leer El idilio de un enfermo me lo impiden. Pero démosle tiempo al tiempo.

 

domingo, 3 de febrero de 2013


TOMÁS SEGOVIA

                   También, en el Recreo Poético del miércoles 30, el compañero Antonio leyó este magnífico poema del gran poeta valenciano Tomás Segovia que nos dejó en noviembre de 2011. Este poema lo lee todas las noches un amigo banquero como si fuera una oración laica y a él se lo debo. Gracias por estos versos, don José María.

Y qué va a hacer sin mí mañana

El mar dormido

A quién va a susurrar sin que nadie se entere

Sus vanos devaneos soñolientos

Para esperar a quién

Se querrá levantar temprano ahora

Ah por nada del mundo yo quisiera

Dejarle allí esperándome

No merece quedarse así tan solo

Sin meta sin razón sin cumplimiento

No puede ser que se quede frustrado

Algo que es tan visible

Que tiene que existir en este mundo

No puede ser que yo no vuelva

Como si al mar le hiciera tanta falta

Y yo le hubiera dado mi palabra.


Adiós al mar

Tomás Segovia

 

 

viernes, 1 de febrero de 2013

NICANOR PARRA



Aprovechando que el miércoles 30 tuvimos un Recreo Poético - que es lo único por lo que merece la pena subir a la Casa Muerta -, sobre Versos del mar y que en él recitó maravillosamente bien mi buen amigo Miguel Cubero este poema de Nicanor Parra en el que un niño descubre el mar, os traigo los versos hasta mi blog pero no puedo, aunque quisiera, traeros también el mar. Que cada uno recuerde ese mágico momento en que descubrió el mar, ese gran señor de las batallas en palabras del poeta chileno.

 

SE CANTA AL MAR

Nada podrá apartar de mi memoria
La luz de aquella misteriosa lámpara,
Ni el resultado que en mis ojos tuvo
Ni la impresión que me dejó en el alma.
Todo lo puede el tiempo, sin embargo
Creo que ni la muerte ha de borrarla.
Voy a explicarme aquí, si me permiten,
Con el eco mejor de mi garganta.
Por aquel tiempo yo no comprendía
Francamente ni cómo me llamaba,
No había escrito aún mi primer verso
Ni derramado mi primera lágrima;
Era mi corazón ni más ni menos
Que el olvidado kiosko de una plaza.
Mas sucedió que cierta vez mi padre
Fue desterrado al sur, a la lejana
Isla de Chiloé donde el invierno
Es como una ciudad abandonada.
Partí con él y sin pensar llegamos
A Puerto Montt una mañana clara.
Siempre había vivido mi familia
En el valle central o en la montaña,
De manera que nunca, ni por pienso,
Se conversó del mar en nuestra casa.
Sobre este punto yo sabía apenas
Lo que en la escuela pública enseñaban
Y una que otra cuestión de contrabando
De las cartas de amor de mis hermanas.
Descendimos del tren entre banderas
Y una solemne fiesta de campanas
Cuando mi padre me cogió de un brazo
Y volviendo los ojos a la blanca,
Libre y eterna espuma que a lo lejos
Hacia un país sin nombre navegaba,
Como quien reza una oración me dijo
Con voz que tengo en el oído intacta:
“Este es, muchacho, el mar”. El mar sereno,
El mar que baña de cristal la patria.
No sé decir por qué, pero es el caso
Que una fuerza mayor me llenó el alma
Y sin medir, sin sospechar siquiera,
La magnitud real de mi campaña,
Eché a correr, sin orden ni concierto,
Como un desesperado hacia la playa
Y en un instante memorable estuve
Frente a ese gran señor de las batallas.
Entonces fue cuando extendí los brazos
Sobre el haz ondulante de las aguas,
Rígido el cuerpo, las pupilas fijas,
En la verdad sin fin de la distancia,
Sin que en mi ser moviérase un cabello,
¡Como la sombra azul de las estatuas!
Cuánto tiempo duró nuestro saludo
No podrían decirlo las palabras.
Sólo debo agregar que en aquel día
Nació en mi mente la inquietud y el ansia
De hacer en verso lo que en ola y ola
Dios a mi vista sin cesar creaba.
Desde ese entonces data la ferviente
Y abrasadora sed que me arrebata:
Es que, en verdad, desde que existe el mundo,
La voz del mar en mi persona estaba.

Nicanor Parra