Hace
muchos años que llevo leyendo a Stefan Zweig y nunca me ha defraudado. Cuando
vivía en aquella ciudad levítica en la que pasé diez años, le tenía en una
fotografía en mi habitación, hasta tal punto era y es mi devoción por él. En
este libro último que he leído, don Stefan tampoco me ha defraudado. Jamás
puede el lector pensar que el libro acaba como acaba pues el comienzo es de un
tranquilo profesor universitario que se retira con un homenaje en forma de
libro por parte de sus discípulos, esos que se le han estado subiendo a la
chepa para conseguir una plaza en el departamento. Sin embargo, el catedrático
de inglés cuenta cómo conoció a su vez a otro profesor que le cambió su vida y
cómo ese profesor ocultaba un secreto que hoy no hubiera sido tal, quizás hasta
timbre de gloria para algunos, pero que marcó su vida. Zweig se acerca a este
secreto con gran maestría y nos descubre la lucha interna de este hombre.
Merece la pena llegar hasta el final recorriendo esa corriente eléctrica que es
la prosa de Zweig. Merece la pena sufrir con este hombre de dolores. Os lo
recomiendo, claro, cómo no.
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