Siguiendo
con las obras de Víctor Hugo, me he metido al coleto El noventa y tres, título que hace referencia al año del terror
dentro de la Revolución Francesa. Nos presenta Hugo a dos personajes
enfrentados en dos bandos, el marqués de Lantenac, héroe bretón, y su sobrino,
Gauvain, del bando republicano. Junto a Gauvain, está el sacerdote Cimourdain,
republicano irredento. La novela comienza en un barco en donde, de incógnito,
viaja el marqués y en donde hace justicia de manera peculiar, premiando y
ejecutando al artillero culpable de que un cañón se soltara y aterrorizara a
los marineros entre los que se cobró algunas víctimas. (Este episodio es uno de
los pasajes más espectaculares que he leído nunca después de llevar unos
cuantos años leyendo). Luego asistimos a una “taberna fantástica” parisina en
la que los líderes de la Revolución hablan. Y luego, asistimos a la toma de una
torre en la Vendée, en donde , una vez más, los malos pueden ser buenos y
viceversa, porque en el corazón del hombre siempre queda un reducto para la
piedad con sus semejantes. Y luego… Mejor os leéis la novela y la disfrutáis
porque cualquier cosa que diga sobre ella no puede hacer sino empequeñecer
semejante obra de arte que no es sino un placer para la lectura.
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