Tengo para mí que el ser andaluz
y haber nacido en los años ochenta del pasado siglo ya es una garantía de que
vamos a leer a un buen poeta. Si en una anterior entrada os hablaba de Fernando
Valverde, Granada (1980), hoy os hablo de Tomás Rodríguez Reyes, Sanlúcar de
Barrameda, 1981, del que he leído su primer libro,- febrero de 2010- , que lleva
por título El huerto deseado, con
evocaciones al Cantar de los Cantares y a mi San Juan. Decía lo de los ochenta
porque en esta década nacen también Jesús Montiel y Constantino Molina Monteagudo
de los que ya he hablado en este humilde blog. Rodríguez Reyes es poeta y
andaluz y con esto ya digo mucho para el que me sepa entender. Creo con toda
sinceridad que este grupo de poetas andaluces de hoy está formado una coral con
muy timbradas voces. En un futuro hablaré de algunos otros que hoy no menciono
porque estoy metido en otros menesteres, pero lo prometido es deuda. (Salvo
para un político).
En Lisboa. Sentado en un café
de la Rúa dos Douradores,
soporto la mirada
de Fernando Pessoa.
Acaba de salir de su oficina.
Arranca su zancada de centauro
con el negro macizo de su traje.
En sus páginas ciegas
la claridad
es de otro tiempo,
de un estado cercano a las bondades
de lo que quiso ser
entre los hombres que no fueron.
Como una orquesta oculta
sus pasos le conducen
al margen de su vida,
como una orquesta sorda y paramera.
Entre su vida un silbo se proclama:
era el son de los sueños
que lo habitaban
un son que predicó
a un hombre solo.
de la Rúa dos Douradores,
soporto la mirada
de Fernando Pessoa.
Acaba de salir de su oficina.
Arranca su zancada de centauro
con el negro macizo de su traje.
En sus páginas ciegas
la claridad
es de otro tiempo,
de un estado cercano a las bondades
de lo que quiso ser
entre los hombres que no fueron.
Como una orquesta oculta
sus pasos le conducen
al margen de su vida,
como una orquesta sorda y paramera.
Entre su vida un silbo se proclama:
era el son de los sueños
que lo habitaban
un son que predicó
a un hombre solo.