En mi niñez, ese reino perdido,
los mejores caramelos rellenos de fruta, eran los Pinedo que se encontraban en
las mantequerías, comestibles o tiendas de ultramarinos, ese hermoso nombre que
hacía soñar con cafés y cacaos, con caña y con ron, con manglares y mulatas. En
las mantequerías, algunas de las cuales tenían nombres que evocaban aquellos
puertos que comunican la seca Castilla con mi Montaña como el Escudo o Pozazal, olía al entrar a las especias, al
bacalao, a las morcillas de burgos, a la chistorra y casi todas tenían una caja
registradora que era una obra de filigrana, una especie de pórtico de Santiago
en miniatura. Ya apenas quedan mantequerías en Madrid y en Valladolid,
Pantaleón Muñoz sigue siendo lugar de culto habiendo cerrado El Gallego en la
Plaza de España. Ahora todo es aséptico: la carne no huele a carne, el pescado
no huele a pescado y todo está tan perfectamente envasado al vacío que también
nuestro corazón se nos queda vacío de sentimientos, de recuerdos, de aromas.
Antes los mercados olían a mercado; ahora, la asepsia más brutal (y necesaria,
qué duda cabe… ) lo ocupa todo. Bien,
pues toda esta historia viene a colación de aquellos caramelos alargados
rellenos de mermelada de fruta que aparecía al final del caramelo mientras el azúcar se iba disolviendo
lentamente y en la boca y , en un momento de éxtasis, surgía la mermelada. Recuerdo
que los había de naranja, de melocotón, de limón, de fresa, de ciruela…
Sin
embargo, no me quiero poner ni poneros tristes porque aún siguen quedando, una
vez cerrada la fábrica burgalesa de los Pinedo, los caramelos La Asturiana, tan
deliciosos como los Pinedo, pero en un segundo plano en aquellos años en los que
la marca burgalesa vendía los suyos; o, al menos así lo veía yo que prefería los
Pinedo por encima de cualquier otro. Mas, con la falta de los Pinedo, he
constatado la terrible injusticia que se estaba cometiendo con estos caramelos
que fabrican con esmero en Tremañes cerca de Gijón, pues son realmente
exquisitos. Me regalo con uno después de las
comidas y revivo el gozo de la
explosión en boca ( voy a utilizar términos de los pijochefs) de aquella
mermelada de fruta cuasi divina que llevaban los Pinedo. La única pega es que
esa manía de contarlo todo lleva a que el envoltorio te diga que 100 gramos de
caramelos la Asturiana equivalen a 1626 calorías, es decir, más que un
choricito a la sidra en La Casona de Llanes. Como calculo que en la bolsa de
200 gramos entran unos treinta, me sale a poco más de 6 gramos por caramelo, es
decir, unos 100 calorías por pieza. La verdad, no sé qué interés tienen todos
esto, pero he disfrutado un montón contando esta bobada. Por cierto, os dejo
porque me voy a comer uno de naranja que anda rodando por la mesa…
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