Hacía algún tiempo que un poeta
no me llegaba tan dentro como éste que os presento y que seguro que ya
conocíais. Me refiere a Manuel de la Fuente Vidal, el hombre que, con un
aliento bíblico y miltoniano, escribe en versículos de veintiún sílabas. No
trato de hacer ningún estudio sobre este poeta, pero sí deciros que su lectura
me ha deslumbrado como hacía muchas lunas. tanto en su libro Las naciones del llanto como con Servicios informativos. ¡Qué gran poesía
de lo cotidiano visto por los ojos de este grandísimo poeta del que no conocía
nada hasta este mes de abril pasado y al que he seguido leyendo y gozando en
este maio longo tan rosaliano! Lo mejor es como siempre dejaros con un poema
suyo o, al menos, con un fragmento. Así lo hago para que no me pidáis cuentas.
Atardece en las tabernas llega
cabizbajo el crepúsculo a los bares
y para ti y para mí las puertas
de Jerusalén siguen todavía cerradas
y vamos como romeros taciturnos
buscando u na página en blanco
vamos como atlantes exiliados en
busca dela patria que un día nos robaron
caminamos a tientas tanteando
con las manos sin darnos cuenta apenas
de que queda la huella austral
de nuestra memoria en las pisadas
queda un poso de amargura a
pesar de los pesares y de desolación en cada esquina
porque tú llevas prendida la
tristeza como un clavel en la solapa
porque la vida están sólo un
sucedáneo, una mala fotocopia
una lágrima que asoma como una
bandera en los párpados del mundo
una queja un disparo un
terremoto un tsunami una hemorragia
el lento amargo inalterable y
pertinaz gotear de alguna jeringuilla
el rastro en tantas sábanas y
colchas de agujas hipodérmicas
el rastro en tantos ojos de todo
lo que este mundo exige gratis
y a los mejores cerebros de mi
generación les toca sellar en la oficina del paro.
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