Érase
una vez un niño musulmán que vivía en un “clandé” con una señora judía que,
antes de empezar a engordar en la cincuentena, había sido puta, es decir, se
había defendido. El niño, que es hijo de una puta a la que mató su chulo que, a
su vez, era el padre del niño, crece en el “clandé” o, para que nos entendamos,
casa para otros hijos de puta de diferente procedencia, y quiere con locura a
la pobre Rosa, la judía que también había sido pilingui. Por aquella casa
circulan negros, proxenetas, musulmanes que leen a Víctor Hugo y otras gentes
de mil raleas. Y Momo- el niño se llama Mohamed, pero lo llaman Momo- , aunque
no le dejan entrar en los cines porque las películas no están toleradas, ha tenido que tolerar muchas cosas que un niño
no tendría que haber tolerado. Por eso un día se hartó y le enseñó el bálano a
la cajera de uno de aquellos cines a los que no podía entrar para demostrarle
que él, a sus catorce años, era todo un hombre. Momo estará siempre con Rosa y
ésta morirá …
No
puedo contarlo y tan sólo puedo deciros que
leáis esta novela de Emile Ajar: La vida
ante sí. Todo un descubrimiento.
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