No
sé si alguien se acuerda de Ángel María de Lera, un escritor nacido en Baides,
Guadalajara, en 1912 y fallecido en Madrid en 1984. De este no se puede alegar
que fue fascista porque de Lera militó en el Partido Sindicalista de Ángel
Pestaña y llegó a ser comandante en el ejército republicano. Hasta se pasó el
pobre ocho años en la cárcel, desde 1939 a 1947 y tuvo que trabajar un poco de
todo hasta que en 1957, ya con cuarenta y cinco años, publicó Los olvidados y pudo, cosa casi
milagrosa en España, dedicarse profesionalmente a la escritura. De Lera
escribió en 1958 Los clarines del miedo
una excelentísima novela que acabo de leer y de la que se hizo película con
Paco Rabal, el maestro, Silvia Solar,
Rogelio Madrid y Manuel Luna, el gran Manuel Luna. La dirigió Antonio Fernández-Román,
un orensano que, en realidad, se llamaba Antonio Aurelio del Sacramento
Fernández - Román García de Quevedo y que, por razones más que obvias, se
acortó el nombre para aparecer en las películas. Fue un director arriesgado con
películas como Intriga o La casa de la lluvia y más comercial con
Lola Montes y Los últimos de Filipinas. En fin, que me voy del tema. De Lera
escribe esta novela fantástica en 1958, como ya os he dicho, y en ella refleja magistralmente
el mundo de la tauromaquia rural, esa que la gauche divine, con poco respeto, llama tauromugre. Pero la novela, como todas las grandes novelas, va más
allá y así de Lera nos habla de las ilusiones y de los fracasos, hace una
antropología de la fiesta - de la que podemos hablar en otros entradas- y
presenta un retrato vivo de un pueblo castellano en los cincuenta con el
alcalde, el cura, la fulana y otros personajes llenos de vida. La novela es muy
hermosa y está muy bien escrita; yo diría que maravillosamente escrita y me
recuerda a la prosa de mi muy admirado Aldecoa en Con el viento solano (otro día hablamos de Aldecoa que también está
entre los olvidados injustamente de la literatura española). La verdad es que
de Lera, con el título de su primera novela, estaba siendo premonitorio porque
el pobre acabaría en ese grupo de autores a los que la historia ha tratado mal.
Se dijo que Los clarines del miedo
era la mejor novela de toros que se había escrito nunca y es verdad. No se
entiende cómo es posible que nadie hable de este escritor que no fue “facha”,
ni le lamió el trasero a nadie del Régimen. Quizás porque escribía bien y en
España, escribir bien es estar condenado al ostracismo. Para eso, para salir en
los medios y vender por millones, tenemos a la Megan Maxwell. ¡Que las Musas nos
cojan confesados!
Vizcaíno Casas cuenta que los únicos plumíferos que estuvieron en su entierro fueron él y Ángel Palomino, ambos nada sospechosos de rojerío...
ResponderEliminarAunque con mucho retraso, gracias.
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