Por
una calle del viejo Madrid va un viejecito con aspecto cansado. Se encamina a
tocar el órgano en la Real capilla a la que accedió por oposición, en calidad
de cuarto organista, en 1775 y, poco a poco, ha ido escalando puestos a hasta
llegar a ser el primer organista. Le gustan las sonatas del padre Soler y las
de Boccherini, ese madrileño de Lucca; ha oído a ese tal Mozart, pero, sobre
todo admira a Salieri. ¿Cómo es posible que don Antonio, el gran don Antonio,
vaya camino del olvido? ¡Qué injusta es la vida de un maestro! Cuando se sienta
al fortepiano, le gusta tocar sonatas de Haydn y de ese alemán de Bonn,
Beethoven. También es de su agrado Muzio Clementi al que tanto usa en sus
clases y hasta Kuhlau, un músico alemán que vive en Dinamarca. A él, hombre de
fama casi nula, le queda el consuelo de componer sonatas en esas mañanas de
invierno en las que la helada deja en los tejados un embozo blanco y la
sirvienta le trae un vaso caliente de leche. Sabe que nunca será conocido como
los músicos que admira, pero no se arrepiente de su vida. Ha compuesto una
ópera, El disparate o La obra de los locos y, está tan orgulloso de ella que la
tiene sujeta por su mano derecha en el retrato que le pintó Vicente López
Portaña. Sí, en ese retrato está apoyado en su pianoforte con el que ha
compuesto, al modo del padre Soler, sus 6
variaciones al Minuet afandangado en Re
menor, dos sonatas en Do mayor para cuatro manos y trece sonatas amén de
otras obras. Pero, cuando don Vicente le dijo que cogiera una partitura para el
retrato, no lo dudó y escogió la primera página de su única ópera.
No
cree que la posteridad lo recuerde, pero es feliz con su trabajo y su familia y
don Félix Máximo López, que así se llama nuestro músico, no pide más. ¡Feliz aquel que sabe
contentarse con lo que tiene!
Sin
embargo, nosotros que escribimos en el último día del año 2023, le tendríamos que
decir a don Félix que se equivocaba aquel día que se encaminaba a la Real
capilla porque un pianista de Villaviciosa de Odón, que se llama Mario Prisuelos
y que anda triunfando por esos mundo de Dios, ha recordado y grabado un parte
de su obra y nos ha permitido disfrutar de algunas de sus composiciones. Ya ve,
don Félix Máximo, un servidor, mientras va camino del Instituto, escucha sus
obras en el pincho del coche. Claro, usted no sabe que ahora la música se lleva
en MP3 y se va oyendo en los coches. En otra entrada, se lo explico. Mientras
tanto, reciba usted mis saludos y mis felicitaciones por tan hermosa música.
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