Anda
mi hijo del alma Mario muy pagado de la ropa de McKenzie y un servidor ese
nombre le trae a la memoria las frías tierras de Alaska y del Canadá. El río en
cuestión que se denomina así desemboca en el mar de Beaufort, en aguas del
Ártico. Los antropólogos le tienen en alta estima porque suponen que por su
valle fue la entrada de los migrantes asiáticos que entraron en las tierras
americanas hace, más o menos, diez mil años. El río recibe el nombre del
explorador escocés Alexander McKenzie que fue el que lo recorrió y llegó hasta
su desembocadura allá por 1789 exactamente el mismo día que los franceses
andaban tomando La Bastilla. Todo esto está muy bien, pero la ropa de Mario se
llama como se llama no porque los de JD hayan querido traer al recuerdo al río
o al explorador escocés, sino porque resulta que es la marca de un fisio
neozelandés que lleva también ese apellido. Es decir que nadie se ha acordado
del Canadá, del explorador o del río. Primer chasco para esta tarde de fin de
año.
El segundo está relacionado con el pico
McKinley, la montaña más alta de América del Norte, que recibió este nombre por
William McKinley, vigésimo quinto presidente de los USA desde 1897 hasta su
asesinato en 1901. Hasta este pico, en
1971, se llegó la expedición castellana a Alaska que yo siempre he tenido muy
presente porque en ella iban nueve peñalaros de los que recuerdo así, a bote pronto,
a Luis Bernardo Durand, Carlos Muñoz-Repiso, Salvador Rivas y Carlos Soria. En
la foto que pongo como ilustración veo también a Mariano Arrazola, Félix
Méndez, Jaime García Orts y un jovencísimo Jerónimo López. Otras caras hay que me suenan, pero no puedo ponerles
nombres. Así pues que me perdonen el resto de los expedicionarios. Bueno pues
hasta aquí todo muy bien, pero hete aquí que resulta que el McKinley ya no se llama
McKinley sino Denali. Había recibido el pico el nombre del presidente asesinado
cuando éste aún era candidato a la presidencia y, según cuentan los de la BBC,
los nativos de Alaska siempre la habían llamado Denali. En fin, que el
presidente Obama decidió hace unos años devolverle el nombre.
Todo esto que os estoy contando ¿va a
alguna parte? Pues no, la verdad, pero es una manera como otra de esperar a que
pase esa horterada de las uvas y podamos volver a vivir en paz. ¿”Ta claro”?
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