viernes, 28 de febrero de 2025

LOS NARCISOS, NARCISO Y MI BUEN AMIGO EDUARDO

 


En febrero, no podían faltar nuestros narcisos. No duran mucho tiempo, pero su color prepara la primavera. Su historia tiene por protagonistas a Narciso y a Eco, una Ninfa a la que Hera había castigado a contestar repitiendo las últimas palabras que alguien le decía. Se enamoró locamente de Narciso, hermoso joven, hijo del río Cefiso que violó a Liriope, una ninfa que decidió ir a consultar a Tiresias, el gran adivino tebano, sobre el futuro de su hijo. El “vidente” le dijo que viviría muchos años siempre y cuando “no se contemplara a sí mismo”. La pobre Eco lo seguía un día por el bosque y entonces Narciso preguntó: “¿Quién está ahí?” Y la pobre Eco tan sólo pudo decir “Ahí” Como toda conversación era imposible, la ninfa decidió pasar a la acción y abrazó a Narciso que la rechazó de manera brusca. La pobre Eco se fue consumiendo hasta que quedó tan sólo su voz.

         Por lo que respecta a Narciso, que se había comportado de manera tan grosera, tuvo la desgracia de encontrarse con Némesis, diosa de la venganza, hija de Nix, la noche, que lo llevó a un arroyo en donde Narciso vio su hermoso rostro y no pudo escapar a su hechizo: se enamoró de su propio rostro y no podía dejar de mirarlo hasta que, según la mayoría de  los mitógrafos, se suicidó y del lugar en donde murió surgió la bella flor que alegra nuestro jardín todas las primaveras.

         La historia la cuenta Ovidio en su s Metamorfosis y ha hecho las delicias de sus lectores durante siglos.

         Los psicólogos llamaron narcisistas a aquellos que se enamoran de sí mismos, vamos, que están encantados de conocerse. Pero de esto sabe mucho más mi buen amigo Eduardo Rodríguez- Monsalve por psicólogo y – que su amistad me perdone- por Narciso. Cualquier día se nos metamorfosea en flor.

miércoles, 26 de febrero de 2025

EL VIEJO PUTAÑERO DEL TÍO SAM

 


Si hubo alguien que preguntó que si se podía escribir poesía después de Auschwitz, otro habrá que diga si se podrá volver a escribir poesía después de la vergüenza de estos días: el invadido convertido en culpable y “el amigo” convertido en acusador y aliándose con el invasor. En los tiempos de Viriato, Roma no les pagaba, pero se aprovechaba de los traidores para quitarse de en medio a quien le molestaba; en estos tiempos abyectos, Roma deviene en traidora sin necesidad de canallas que le hagan el trabajo sucio. En aquella Roma, había disimulo; en ésta Roma, ni siquiera eso. La impunidad con que ese analfabeto funcional de la política y de la vida, un Creso obsceno y chabacano, un Midas que todo lo convierte en puritita mierda, un Hreodes vestido de macarra de Las Vegas,  apoyado por el infame dinero de un miserable sudafricano que salta de alegría porque puede reutilizar el cohete que ha enviado a Marte, pero que le importan entre cero y nada los millones de personas que se mueren de hambre en el mundo, podría sorprender a los pocos versados en historia, pero “coletazos” de este jaez trufan la podrida historia del ser humano sobre la tierra. Basta con volver la vista a las historias de Roma o Atenas y después seguir mirando la historia universal de la infamia (con el permiso del maestro Borges) para, con el permiso de Blas de Otero, “dejar de creer en el hombre”. Sin embargo, hasta ahora, según mi pobre conocimiento de la historia, no se había llegado a esos puntos de desvergüenza y los canallas usaban de otros canallas, aún peores que ellos, para “sacar la basura”. Desde ayer, algún poeta no pagado por una subvención pública, se preguntará si se puede escribir poesía después de haber vendido Ucrania “ por un puñado de dólares” ciscándose en los muertos, en los desplazados, en los que lo han perdido todo menos la vergüenza y el orgullo de ser ucranianos. Todos, Zelensky incluido, han tenido su parte de culpa, pero este farol de tahúr de un Missisipi de aguas podridas, ha redimido de su culpa al presidente ucraniano. El villano es un héroe y “la nación de la democracia” pacta con un tirano. Europa mientras tanto se queda como el novio de Marieta en la canción de Brassens: haciendo el gilipollas, sin ideas, sin creencias, poniendo su territorio al servicio del Tío Sam mientras el viejo y putañero norteamericano hace de su cultura (secular) un papel higiénico con el que limpiarse el trasero.

         Un aviso: hace casi noventa años, las democracias miraron hacia otro lado cuando Hitler y Stalin pactaron para poder repartirse Polonia. Al poco, estalló ese conflicto que los historiadores han dado en llamar la Segunda Guerra Mundial. Es un tópico, pero ya conocéis el dicho: “los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. Pues eso.

jueves, 20 de febrero de 2025

BRAHMS Y LA LOCURA DE HANS ROTT

 


Hans Rott nació en un suburbio de Viena, Braunhirschengrund, un primero de agosto de 1858. Fue, al igual que Mahler o que Hugo Wolf,  estudiante en el conservatorio de Viena y discípulo de Bruckner en órgano lo que, a la larga y, sin duda, de manera indirecta, le acarrearía la ruina y la muerte. Vayamos por partes.

         Un joven Rott tenía por maestro de órgano a Anton Bruckner y el maestro elogiaba al discípulo por su gran capacidad para improvisar, especialidad en la que don Anton era un consumado especialista. Cuando estaba ya en su último año de conservatorio, presentó el primer movimiento de su Sinfonía en mi mayor a un concurso de composición. Bruckner alabó la obra, pero el resto del jurado se burló de ella. Rott acabó la sinfonía y se la llevó a Brahms y a Hans Richter, famoso director de la época. Cuando Brahms supo que el joven había sido discípulo de Bruckner, cargó contra él por una peregrina razón: no le gustaba la influencia que tenía Anton Bruckner entre los estudiantes del conservatorio. Cuando Brahms se reunió con Rott, el primero le dijo claramente que no sólo no le gustaba su obra, sino que no tenía ningún talento musical. Esta afirmación tan tajante de un músico al que Rott tenía en alta estima y cuya autoridad le  parecía indiscutible en la Viena de la segunda mitad del siglo XIX, enajenó por completo al joven compositor hasta el punto de que, al poco tiempo, viajando en un tren, empezó a gritar: “¡Este tren va a explotar porque está lleno de la dinamita que le ha puesto Brahms!” Hans fue reducido y llevado a un psiquiátrico. Intentó varias veces quitarse la vida y, al final, falleció de tuberculosis en 1884.

         La historia es muy triste y nos enseña lo cuidadosos que tenemos que ser los docentes al dar una opinión que debe ser siempre argumentada y no basada en razones de poco o ningún peso. No nos queda sino escuchar con atención esta sinfonía de Rott y juzgar, libres de prejuicios, nosotros mismos. Por cierto , que a su entierro acudió Bruckner, el bueno de don Anton, el mismo que le pedía ayuda al emperador porque no entendía por qué Eduard Hanslick se metía contra él de manera tan furibunda.

         No os digo más. Escuchad la obra y dad vuestra opinión.