Hay un tipo de poesía que
quizás no sea de altos vuelos, pero que nos resulta familiar como si fuera
nuestra propia madre la que nos va leyendo los poemas en voz baja mientras nos
acuesta. Algo así he sentido al leer los poemas de Carmen Quintanilla Buey, una
poetisa palentina que ya sólo por ser de Palencia tiene mi simpatía. No es
poesía para intelectuales que estarán enfrascados a estas horas en algún libro
de Deleuze, pero nos hace volver a casa. Gracias, doña Carmen.
CALLEMOS,
MI AMOR…
Callemos,
mi amor, callemos.
¿A qué
mundo podemos contarlo?
¿En qué
oído podemos decirlo?
¿En qué
mente podemos grabarlo?
¿En qué
ambiente podemos vivirlo?
Si no hay
nadie capaz de admíralo,
ni un mal
cura para bendecirlo,
ni un
amigo para venerarlo,
ni un
pariente para permitirlo…
¡Callemos,
mi amor, callemos!
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