Me he estado leyendo los
puntos principales de la ley Gallardón sobre el aborto; iba a meteros un rollo
sobre el tamaño del feto a las 22 y 12 semanas, sobre la lógica de que los
informes no sean emitidos por médicos que trabajen en el centro en donde se practicará
el aborto; os iba a meter más rollo en mi blog sobre que la madre no puede
decidir sobre un ser que es diferente del suyo (absteneos, por favor, amigos
filósofos de entrar en disquisiciones sobre el ser); os iba a contar muchas
cosas en el blog y os iba a remitir a él desde aquí, pero he recordado el
latido del corazón de mis tras hijos cuando tenían menos de cuatro semanas y he
recordado esos versos de Ruy Belo que tanto me gustan: un grande coraçao em construçao ( perdón, amigos
portugueses, pero no puedo poner en este
ordenador pequeño la tilde de nasalización) y me he dado cuenta que jamás
acallaría ese grande corazón en construcción; que ya demasiadas voces son
acalladas en el mundo por los que manejan el dinero en esos paraísos fiscales a
donde tendrán que ir los "trenes de la libertad" para reclamarles lo
que nos roban cada día. Algún día llegarán hasta sus palacios construidos con
la sangre, el hambre, el sudor de los pobres del mundo no un tren, sino muchos
trenes de desheredados a pedir lo que es suyo. Hasta el dinero que se va a
despilfarrar en las próximas elecciones europeas para las que sí "hay
fondos" y a las que no alcanzan los recortes porque la flor de la canalla
que nos gobierna y que se opone a los que nos rigen no quieren perder su
situación privilegiada. Pero eso ya es otra historia y no puedo entrar en ella
porque está llorando Alonso, mi hijo que ha cumplido seis meses el miércoles
pasado.
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