viernes, 31 de enero de 2014

EN LA PUESTA DEL SOL






         Siempre me gustó mucho la poesía alemana y mis primeros balbuceos con ella los hice con este buen poeta que se llama Joseph von Eichendorff. Mientras mi padre arreglaba el mundo del alpinismo en la RSEA “Peñalara”, yo me leía con paz y sosiego, en la oficina de la sociedad, los poemas de don Joseph. Como hablaba de montañas, me llegó enseguida al corazón y desde entonces hasta ahora. A Richard Strauss, que tenía una casa en Garmisch, también le llegó al corazón y en sus Cuatro Últimas Canciones, musicó esta maravilla que os traduzco aunque sé que va a perder del original alemán. Todo sea por este poeta con el que convivo en paz desde hace más de treinta años.



EN EL OCASO

Con penas y alegrías, nosotros
hemos caminado mano a mano.
De nuestros viajes reposamos ahora
en los campos tranquilos.

Se inclinan los valles en torno nuestro,
ya se ensombrece la brisa.
Tan sólo aún dos alondras levantan vuelo
soñando otra vez en el aire perfumado.
Acércate y déjalas que trinen,
pronto ya será la hora del descanso
y así no nos perderemos en esta soledad.

¡Oh, inmensa, dulce paz!
tan profunda en el ocaso,
qué cansados estamos tras el camino.
¿Es ésta esto entonces la muerte?



1 comentario:

  1. A mí también me gusta el negro spiritual, sobre todo si lo interpreta el Golden Gate Quartett. Me suenan muchos de esos versos. Adelante con el libro: al fin y al cabo, todos los hombres somos negros apresados por el blanco que es el demonio y liberados por Jesús (Yísas)

    Sencillo y bonito lo de Bartolo. ¡Eso era aprovechar un retiro!

    Yo tengo mucha curiosidad por la poesía alemana, y de hecho me he leído las biografías de Novalis y Holderlin escritas por Antonio Pau. Pero el no saber alemán, cochina miseria, me aleja de ellos.

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