Gracias a mi amigo Jesús Sanz Rioja, he llegado a la lectura
gozosa de
El señor presidente, ese
libro mágico, barroco, deleitoso de Miguel Ángel Asturias, autor que conozco
desde aquella enciclopedia que me compraron
mis padres cuando estaba en el colegio y que tanto bien me ha hecho en mi
devoción lectora. Nada más leer las primeras líneas, me enamoró su lenguaje
barroco bellísimo, parecido al de Carpentier, y ya me vi perdido por las
intestinales calles de la ciudad tropical en donde ese presidente casi onírico
ejerce su dictadura. Como bien señala Jesús, ni siquiera la redención por el
amor es posible pues Cara de Ángel, malo y bello como Satanás, también muere en
la cárcel con la idea de que su mujer, hija del general Cárdenas, ha acabado
aceptando los requiebros del oscuro general. Una obra maestra que os
recomiendo. Para febrero, Deo volente, me reservo el gozo de
Los hombres de maíz. Ya os contaré.
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