Jean
Guitton fue un filósofo francés que escribió muchos y buenos libros. A mí me lo
“presentó”, viniendo de Palencia en el tren, mi buen amigo Juan de los Mozos de
cuyo paradero apenas sé nada. Juan es un buen lector en francés y tiene un gran
aprecio, como un servidor, por el país de la
liberté, la egalité et la fraternité.
Guitton se educó en la escuela laica francesa, entre compañeros judíos y ateos y, como él
mismo declara en su libro, eso le ayudó bastante en su fe. Fue un católico
francés amigo de los papas, gran defensor del Concilio Vaticano II y amigo
íntimo de François Miterrand con el que mantenía amenas conversaciones. Ya
hablé de esto en una entrada del blog y de cómo la traducción de esas
conversaciones civilizadas en esta piel de toro me parecen casi imposibles. Lo
último que he leído de él ha sido Ce que
je crois y está lleno de grandes párrafos que me sirven, con perdón, hasta
para mi vida espiritual. Tengo preparado para su lectura L’amour humaine, pero tendrá que esperar algún tiempo. Mientras tanto,
disfruto releyendo algunos párrafos tan
sensacionales como éste:
“Si los ateos estuvieran tan seguros de tener
razón, no serían agresivos. Su celo, su propaganda, su crudeza les vienen
precisamente de que no están seguros y porque quieren asegurarse por contagio,
por ser muchos, por esa seguridad que
nace de la unanimidad”.
Quizás algo parecido ocurre con los partidarios
del aborto: que nos quieren convencer de
algo de los que ellos tampoco tienen claro que no sea un crimen.
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