Por fin escribo esta entrada de blog sobre esa tierra
maravillosa que es Palencia. El día 30 de diciembre de 2013, la familia
González Villafruela se llegó hasta la ciudad de Palantia cumpliendo con ese
viaje ritual e iniciático que realiza todos los años. Primero, esa carretera
desde la que se ven los chopos del Canal de Castilla; al poco, “el olor a norte”
que ya se percibe en La Trapa y, más adelante, la curva del Pisuerga tantas
veces vista desde el tren cuando Palencia era mi lugar de trabajo. Ya en la capital
del Carrión, recorrer la Calle Mayor sin importarnos que la filmara Bardem o
que la haya recorrido la Duquesa de Alba con su flamante marido palentino; en
el Alaska, bar que se abrió el 17 de julio de 1936, intentar tomar un vino y no
poder por el gentío que lo ocupa. Pero no importa, siempre nos quedará El
Casero con sus tortillas de jijas y sus gambas al buñuelo. En los 4 hermanos,
los milhojas de casi diez centímetros de chantilly del bueno y pompón de clara
para coronar la obra (finis coronat opus); en la confitería Portillo, los
polvorones de Felipe II (tendrán su entrada aparte), esos que prepara con
esmero la señora Blancanieves Tejedor en Vitoria. Un paseo por la Plaza mayor con su escultura
de Victoria Macho y regresar al coche
para volver a Pucela. Yo os recomiendo este viaje iniciático para conocer esta
hermosa ciudad y, si no conocéis su Catedral, pararos en ella y disfrutadla:
merece la pena. Mientras tanto, os hago la pregunta de Goethe:
Kennst du das Land wo die
moñas coritas blühn? Kennst du es wohl?
O Vater, lass uns ziehn!
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