No conocía a este escritor sureño, Erskine Caldwell, que
narra el sur profundo con tanto detalle, con esos personajes que son capaces de
quemar su casa con un mendigo dentro para tener una excusa y poderse marchar a
otra casa sin estrenar que tienen en el pueblo o que no les importa que un
hombre muera comido por los cerdos, pero sí que un negro les hable sin quitarse
el sombrero o, finalmente y para no cansar, que son cuatreros casi de
nacimiento y por devoción.
Faulkner es Faulkner, pero Caldwell es Caldwell y sus pueblos
del sur parecen habitados por gentes cuya sangre tiene una densidad mayor que la
del resto de los mortales; en que las tierras son un personaje más; en que los
animales acordan su respiración con el latido de los bosques en donde se
esconden los negros cimarrones.
Un gran escritor del que espero leer
ese que los argentinos tradujeron como “La
chacrita de Dios” y que por estos pagos se conoce como La parcela de Dios.
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