He leído La oficina, una obra, con perdón, de Alfonso
Paso que me recuerda a mi infancia en blanco y negro. El día que la pusieron
por la televisión era un laborable y, al día siguiente, había colegio. Yo
viajaba con mi madre en el autobús 16, Moncloa-Chamartín, y entonces estaba de
conductor en aquella línea y pasaba a eso de las 8.40, un toledano de Villacañas que se llamaba Rafa.
Ese día, mi madre y él fueron todo el viaje de ida al colegio hablando de esta
obra de Paso y mi madre consideró un tanto exagerado que el jefe pidiera a su
empleada que se desnudara. La verdad que para aquella época era todo un
escándalo como lo es ahora el que ya nadie hable de teatro en ningún sitio: ni
en el autobús, ni en los cafés (los que quedan) ni- y perdón a quien moleste –
en la Universidad. En aquellos días de autobús y bocadillos de caballa, esa
obra de Paso podía ser hasta “revolucionaria”, pero Paso no tiene nada de
“revolucionario” ni creo ahora ni en su época. Alfonso Paso dice, pero lo que
dice lo envuelve en una maquinaria teatral que hace que pase sin que la panza
de los burgueses se altere y, al salir del teatro, puedan ir a cenar con sus
respectivas santas sin ningún trastorno dispéctico. Se dicen cosas duras sobre
la situación de los trabajadores, pero , repito, se dice de tal manera que no
duele, que el señor director sentado en el patio de butacas puede quizás
sonreír, pero sin que la cosa llegue a mayores. Paso era un buen dramaturgo que
prefirió, al oro de la literatura, la calderilla de la fama, de esa fama que le
hizo tener siete obras al mismo tiempo en la cartelera madrileña con lo que se
hizo, quizás el único caso del teatro español, hacerse con un considerable
fortuna. Esa misma fortuna que ahora, en esta época analfabeta, zafia y ordinaria,
consiguen, sin ningún método, las venus catódicas que nos asedian. Yo me quedo
con Alfonso Paso aunque fuera sea falangista y se haya hecho rico: por lo
menos, a diferencia de algunas reinas del pueblo, hacía algo bien porque lo que
son esas zorrones no hacen ni la “o” con el culo de un vaso.
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