Hace
unos días que me he terminado de leer la Historia breve de la Iglesia de José
Orlandis y su lectura me ha llevado a una reflexión: si tras la azarosa vida de
la Iglesia con persecuciones, papas adolescentes, papas que se ponían al frente
de sus tropas, herejías, cismas, la Inquisición hemos llegado hasta aquí y
junto a ese “carril” vemos otro muy diferente de santos que entregan su vida
por Cristo y por sus hermanos, que viven la pobreza, que viven el amor y la
solidaridad, que lo dejan todo para seguir al maestro de Nazaret, que están con
las ovejas y que se llenan de su olor, es que realmente la Iglesia es una
institución divina y que el Paráclito la va guiando pese a los errores – muchísimos-
que como toda obra en la que estén los hombres, podemos encontrar en su
historia. Frente a las simonías, San Francisco de Asís, frente a las bulas, santa
Teresa, frente a esa Iglesia de las investiduras, el medio fraile de
Fontiveros. Si seguimos adelante, es
porque hay un Dios que cuida de su Iglesia. La obra de Orlandis, breve pero
enjundiosa, me lo ha hecho pensar.
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