Cada
día, cuando entro en clase de Cultura Clásica, me siento como este hombre que
aparece en la foto. ¿Qué relación guardo con este violonchelista? Muy sencillo:
él tocaba en las ruinas de Sarajevo, la ciudad que tuvo una gran biblioteca,
una gran universidad, una gran cultura, y un servidor “toca” en las ruinas de
lo que fue un gran sistema educativo que, como decíamos unas semanas atrás, está en un proceso de devaluación continua. Sin
embargo, no quiero que penséis que esta es una entrada negativa, sino todo lo
contrario: si el violonchelista fue capaz de mantener esa llamita encendida y
hoy Sarajevo es una ciudad en la que se vive de nuevo la cultura, creo que mi
labor no es estéril. No me quitéis la ilusión.
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