Me
gustaría poner un poco de orden en lo que se sabe con respecto al enterramiento
de Franco en el Valle de los Caídos. En primer lugar sobre si era o no era el
deseo de Franco el ser enterrado en el Valle y, en segundo lugar, aclarar el
porqué de las dos lápidas y la causa de que en la de Franco hayan aparecido
unas inscripciones en las que se nombraba el año 1958. Vayamos por partes y digamos
que para este humilde artículo me baso en la información del diario ABC y del
diario EL PAÍS.
Nos
dice el diario ABC, en un artículo de la
década de los cincuenta, que Franco,
hablando con el arquitecto del Valle, Diego Méndez González, le dijo estas palabras que el periódico
recoge de boca del arquitecto: «El día que se inauguró la tumba de José Antonio, Franco me llevó
paseando hasta el presbiterio y me dijo: “Méndez, y aquí, luego, yo”».
Contaba el general por aquellos años una edad cercana a los setenta, pero no
volvió a hablar del tema porque, cando quería,
Franco era moi galego e non lle gustaba falar das cousas mais personais coma
son o pasamento e o enterramento. Y
así lo sigue contando el ABC en un artículo del 24 de noviembre de 1975:
«¿Le indicó él [por Franco] que hiciesen allí su tumba?», preguntó el
periodista. «No. Ni nosotros nos atrevíamos a decírselo. Hablé del tema con
Carrero Blanco, pero no íbamos a decirle: “Mi general, quiere que le enterremos
aquí?”», respondió Méndez, que fue designado por el propio Franco como miembro
del Consejo de Arquitectura del Patrimonio Nacional, cargo desde el que
proyectó «la cruz, la cripta, la explanada, la arquería y el monasterio» del
Valle de los Caídos, como él mismo explicó en la entrevista.” Y continúa
el interesantísimo artículo:
Ante un encargo de esta envergadura, Méndez no pudo más que responder con
un escueto: «Ya está, mi general». Lo que no
sabía Franco era que el arquitecto, precavido, aprovechó en sus diseños
originales para dejar preparado un espacio junto al altar de la basílica, para
dos tumbas, además de la de José Antonio Primo de Rivera.
«En una ocasión, le dije [al propio Franco]: “He construido la sepultura de
José Antonio y tengo proyecto de realizar otras dos, por si fueran necesarias
para alguien”. Yo pensaba en él [Franco] y su esposa. Pero no me contestó»,
admitió Méndez, quien después de unas modificaciones efectuadas sobre sus planos
originales, confirmó que sólo quedó espacio para una tumba, la de Franco. «A todo lo
largo de la cripta hay una galería subterránea. Levantándola, a uno y otro
lado, estaban las dos tumbas. Ahora se modificó en el sentido de poner una sola
sepultura en el centro, cambiando el curso de la galería y ya no hay
posibilidad de que pueda ser enterrada allí su esposa», lamentó Méndez.
No obstante, Franco quedó
satisfecho con las obras realizadas por el arquitecto en el Valle de los Caídos
y, como evoca Méndez, incluso recibió varios honores por su buen desempeño.
«Quedó [por Franco] encantado del resultado. Le dejó plenamente satisfecho. Era
lo que esperaba. Y así lo dijo públicamente. Quedó tan contento que, sin yo
pedirle nada, al año siguiente llamó al ministro de Asuntos Exteriores para que
me concedieran la Gran Cruz al Mérito Civil; lo mismo hizo con el de Educación,
para que para que me entregara la de Alfonso X el
Sabio», expuso Méndez.” Y hasta aquí la larga cita del diario ABC.
Pero lo
cierto es que, pese a lo que dice Méndez González, Cuando murió, no había
dejado nada escrito sobre el lugar de su enterramiento por lo que su propia
familia pensaba que el lugar idóneo sería Mingorrubio. Sin embargo, al morir el
20 de noviembre de 1975, el ahora rey emérito y entonces jovencísimo sucesor con
tan sólo treinta y siete años, Juan Carlos I, pensó que se le podía llevar a la
segunda tumba que existía en el Valle, justo enfrente de la de José Antonio. Lo
que sigue ya lo sabemos: prisas, obras aceleradas para llevar el cuerpo del
ahora exhumado, y Franco que acaba descansando en la tumba que, según el ABC,
le había dicho al arquitecto que sería para él. ¿Y la lápida con las
inscripciones? Vamos por ella.
En
el año 1958, un año antes de que se inaugurara el Valle de los Caídos, se pensó
en llevar a José Antonio al Valle para que presidiera ese monumento a los
caídos en la Guerra Civil. Para cubrir su lápida, se encargó a un marmolista de Alpedrete, pueblo
madrileño no muy lejano al Valle, dos lápidas y en ambas se grabó la fecha en
la que se iba a colocar a José Antonio. Si se pidieron dos lápidas, fue por
temor a que, en el traslado, la lápida se pudiera partir y que el fundador de
la Falange se quedara sin lápida hasta que le hicieran otra. Así pues, se llevaron las dos lápidas
para el hipogeo: una se colocó en la tumba del hijo de Miguel Primo de Rivera y
Orbaneja y la otra se dejó en el Valle. Cuando Franco murió y su cuerpo fu
trasladado hasta allí, se utilizó, para cubrir su tumba, la lápida de “repuesto”
que se había trasladado desde Alpedrete. Y se colocó sobre la tumba y ahora,
con la exhumación, se descubrieron esas inscripciones con la fecha de 1958.
Esta
es a grandes rasgos la historia de la presencia de Franco en el Valle y del “misterio
de las dos lápidas”. Espero haberos aclarado algo las cosas.
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