jueves, 27 de agosto de 2020

VINTILA HORIA Y LA CARTA SÉPTIMA DE PLATÓN

 


Voy a hablar de Vintila Horia y pido, por favor, que nadie me saque a colación el que era fascista o que escribió en El Alcázar. Y digo esto porque nada de su vida personal o política puede turbar su obra novelística. En concertó, os hablo de La carta séptima, novela que hace referencia a la Carta séptima de Platón y en la que consigue, siguiendo la carta platónica, una novela de gran calidad literaria. Yo había leído de él Dios ha nacido en el exilio, sobre Ovidio, y, aunque ya hace una poridad de años, la recuerdo como una novela “especial”. Es de notar que Horia elige personas en el exilio: Platón, Ovidio o Boecio para algunas de sus novelas y lo hace porque Horia fue un exiliado toda su vida. Platón no es como tal un exiliado, pero su ideal político reflejado en la República y que él quiso llevar a cabo en la Sicilia de Dionisio de Siracusa, tanto el padre, como el hijo, le llevó a estos viajes que, como algunos ya sabéis, terminaron en rotundo fracaso. Se inaugura una costumbre: la de los filósofos que son ayos de príncipes y así tendremos a Aristóteles con Alejandro Magno o a Séneca con Nerón.

         Buena novela  de un autor que, dejando a un lado su ideología, sería necesario recuperar en buenas ediciones. ( La que un servidor ha leído es de la colección Reno de Plaza y Janés., prácticamente sin márgenes y con una letra que no pasaba de un cuerpo 7)

lunes, 17 de agosto de 2020

LA DERIVA DE LOS HÉROES EN LA LITERATURA GRIEGA DE CARLOS GARCÍA GUAL

 

Creo que ya os dije que había leído un libro de García Gual maravilloso sobre el héroe en Grecia. En dicho libro, el profesor Gual nos explica cómo el concepto de héroe fue cambiando y no es  lo mismo el héroe homérico que el héroe de la comedia nueva o de la novela griega. El héroe griego fue experimentando una evolución o regresión (depende cómo se vea) y nada tiene que ver Aquiles con, por ejemplo, Dafnis. El libro de Gual, ese grandísimo divulgador del mundo griego, es muy ameno y, como siempre, nos proporciona su lectura un gozo enorme. Si podéis, no os lo perdáis.

EL QUINTO HIJO, EXCELENTE NOVELA DE DORIS LESSING

 

Mea culpa, mea grandissima culpa, porque no había leído nunca a Doris Lessing, de soltera Doris May Tayler, nacida en Persia porque su padre, un oficial británico estaba allí destinado y, como en la guerra hay tiempo para el amor, se enamoró de la enfermera que lo cuidaba y se casó con ella. Así que Doris nació en el actual Irán, pero sus padres se marcharon para Zimbabue y allí vivió la muchacha hasta que a los treinta años decide irse a la tierra de sus padres. Allí se casó con Gottfried Lessing, un judío alemán exiliado, del que tomó, como es preceptivo por aquellas tierras, su apellido de señora casada. Doris, por sus vivencias en esos lugares, fue una firme defensora de los derechos raciales y escribió mucho contra el colonialismo. Sin embargo, la traigo a colación por esa maravillosa novela suya que se titula El quinto hijo, en la que la norma se ve destruida por el nacimiento de ese quinto hijo, Ben, que ya desde el vientre de la madre “apuntaba maneras” de ser disruptivo. (Necesitaba poner esta palabreja de los pedabobos). El niño se convierte en una pesadilla y no puedo decir más, tan sólo que os leáis tan excelente novela de esta escritora que tuvo mucha relación con Idries Sahah, un escritor paquistaní que escribió un libro sobre mística sufí que tienen el curioso nombre de Aprender a aprender. Ahora entiendo lo de los paquistaníes en los Institutos: ¡como que una de sus soflamas toma su origen en un paquistaní de pura ley! Pero del paquistaní que te vi ya os hablaré, si tengo ganas y tiempo, en otra entrada.

LEÓNIDAS Y LA SOMBRA

 

La imagen de Léonidas, el gran caudillo espartano, se ve desfigurada por esa horrible película que es 300, una especie de videojuego en el que Jerjes parece una drag queen sacada de alguna fiesta de disfraces zombie. Por eso quiero traduciros esa pequeña pincelada que Plutarco nos dejó sobre él y que aparece en la más que afamada antología de Jaime Berenguer Amenós, helenista catalán del que los filólogos clásicos hemos aprendido el griego  y con cuyos libros lo seguimos enseñando a los alumnos que tienen el buen gusto de escogerlo como asignatura absolutamente “inútil” en esta sociedad en la que prima lo que interesa y “da dinero”. He aquí el precioso texto de Plutarco y mi humilde traducción.

 

Λέγοντός τινος τῷ Λεωνίδᾳ ὅτι ἀπὸ τῶν βελῶν τῶν βαρβάρων οὐδὲ τὸν ἥλιον ἰδεῖν ἔστιν, “ οὐκοῦν, ἔφη ὁ Λεωνίδας, χαρίεν ἔσται, εἰ ὑπὸ σκιὰν μαχούμεθα”.

 

Diciéndole uno a Leónidas que, por los flechas de los bárbaros, no sería posible ver el sol, dijo Leónidas: “pues grato nos será si luchamos a la sombra”

         Y no dijo más pues ya sabéis que los hijos de la Laconia eran muy lacónicos.

EL CORREO DE NAPOLEÓN BONAPARTE DE FERNANDO GARCÍA DE LA CUESTA

 

Era muy esperado por mí este libro de Fernando García de la Cuesta y tengo que decir que ha sido una de las alegrías de este verano que no tiene mucha alegría con la pandemia. El comienzo es magnífico con ese punto de misterio, de novela negra boecillana, cuando aparecen unos cadáveres a la puerta de la casa de don Timoteo. Llevados por el famoso “quién será el asesino” nos vamos adentrando en un libro que nos lleva  a la época de la Guerra de la Independencia y que tiene como protagonista al duque de Wellington y, junto a él, a todo el pueblo de Boecillo. Mi amigo Fernando ha tenido el acierto de contar un retazo de la historia de España con unos personajes que son del pueblo y que son pueblo y en eso la novela adquiere la grandeza galdosiana de los Episodios Nacionales en los que el gran novelista canario cuenta un episodio de la historia de nuestro país valiéndose de personajes populares. Pero es que el hallazgo de Fernando es mayor porque lo que ha hecho ha sido llevar hasta aquellos años a las personas que habitan el Boecillo actual con lo que ha conseguido una novela que, a mi humilde manera de ver,  es, ante todo, un gran homenaje al pueblo de Boecillo. Muchas veces hemos hablado Fernando y un servidor de esa idea suya de dar nombre a calles con familias boecillanas y otras tantas me ha dicho Fernando que su idea no acababa de “calar” en el Ayuntamiento. Sin entrar en las razones por las  que el Consistorio boecillano no gusta de tan bonita idea, siempre me ha parecido una idea genial que ahora, gracias al libro de Fernando, se ha llevado a cabo en una parte muy extensa. No tendrán su calle, pero ahí están tío Isaac  con sus galgos, Daniel el mecánico, Félix el “secretario perpetuo de la Cofradía de la Virgen de la Salve” y tanto otros que van pasando por el libro y van quedando retratados como en esa magnífica colección de retratos que Fernando ha ido haciendo de los vecinos boecillanos con su libro y, en otra actividad paralela, con su cámara de fotos. En el fondo, mi querido Fernando lo que quiere hacer es parar el tiempo y por eso va sacando fotos de ese Boecillo que pasa y que sólo va quedando en el recuerdo y va describiendo en su obra literaria también a sus habitantes, los que son y los que han sido. La identidad de Boecillo quedará y ha quedado en el trabajo silencioso y sencillo de todos sus habitantes desde que el pueblo se fundó hace ya casi ocho siglos.  Pero hay algo más que no quisiera olvidar: los personajes creados por Fernando “enamoran” al lector por la humanidad que tienen y uno acaba sufriendo por ellos y con ellos. Eso demuestra el buen hacer literario de García de la Cuesta. Como no podemos olvidar a un Gabriel de Araceli, a un Salvador Monsalud o a un Fernando Calpena, personajes afortunadísimos de los Episodios galdosianos, tampoco podemos olvidar a ese matrimonio de exiliados en Francia o a ese soldado francés que se enamora de una boecillana.  Se merecía Boecillo un libro como éste,  obra de un gran mecenas de la cultura boecillana que, por desgracia, no ha sido siempre ni bien acogido ni bien escuchado, ni bien entendido. Es más, muchas de sus ideas han acabado en el olvido por "falta de medios”, la gran excusa de los políticos que nos ha tocado sufrir. Pero no voy a entrar por este camino. Enhorabuena, Fernando, buen amigo. Con tu libro, Boecillo queda fotografiado para la posteridad. Non omnes morientur, quia in hoc libro manebunt, es decir, no todos morirán porque en este libro ya están y estarán por los siglos de los siglos. Un abrazo y enhorabuena, Fernando.

lunes, 10 de agosto de 2020

CARTA ABIERTA A JOSÉ SACRISTÁN, EL "FACHA"

 

Estimado don José Sacristán: ¿Cómo ha tenido usted la osadía de decir lo que piensa en esta España de medias verdades? ¿Cómo, siendo usted de izquierdas, se ha atrevido a decir “que no era el momento de pensar en monarquía o república?” Usted, que vivió la Transición, que vivió la clandestinidad del PCE, que ha sido siempre un hombre comprometido con la  cultura siempre desde su postura de “rojo” como le llamaron en la plaza de las Ventas los “fachas·” por recitar a Brecht. Pues ya ve usted lo que pasa por decir la verdad, señor Sacristán: que unos niñatos que no vivieron lo que usted vivió lo llamen “facha”. En fin, si un “rojo” tan “rojo” ha devenido en “facha” por decir la verdad, se ve que lo que tenemos en España es un pensamiento único que brota de esos niñatos sectarios que tienen la foto de Gramsci en los ordenadores; de los mismos niñatos que ayudaron a la dictadura boliviana en convertir a Bolivia en una nación de naciones o estado plurinacional para que el narcotraficante Evo Morales,  que iba de “indio bueno” mientras dejaba Bolivia en manos de los narcos, estuviera en el poder.  En España, en esta España en la que  empieza a ser peligroso tener opiniones, ¿cómo se le ha ocurrido decir lo que pensaba? ¿Cómo se le ha ocurrido no hablar mal de Felipe VI? ¿No se ha dado usted cuenta que, para esa nación de naciones o estado plurinacional, el primero que sobra es el rey porque representa a la unidad de España? Cuidado, señor Sacristán, que le tienen en el punto de mira y por muy “rojo” que usted sea aquí la tonalidad del rojo la marcan los que son profesores en la Complutense no por haber ganado su puesto por oposición, sino por subirse por la espalada del catedrático. Por cierto, me parece usted un actor sublime al que del que llevo disfrutando muchos años. Espero que esas palabras no le cuesten quedarse sin trabajo porque también el trabajo se reparte entre los afectos al régimen. Un saludo y no cambie, señor Sacristán.

viernes, 7 de agosto de 2020

LEO CALDAS Y LA PLAYA DE LAPAMÁN


Llevo este verano con más gallardía gracias a las aventuras del inspector vigués Leo Caldas, ese personaje creado por el escritor gallego Domingo Villar. Y la cosa es que en Ollos de augua, tras ir al entierro en Bueu de Luis Reigosa, el saxofonista de jazz asesinado en Toralla, se baja con Rafa Estévez, su ayudante, a la playa de Lapamán a la que iba de pequeño y de la que recuerda las dornas durmiendo en la arena. Querido Leo Caldas, ¿es posible que nunca nos viéramos en Lapamán? ¿Te acuerdas de aquel pescador, nuestro Chanquete particular, que fue Castor “Matalobos”, llamado así porque, en su juventud, cazó un lobo en los montes de Pastoriza? ¿Te acuerdas del chiringuito de José Luis y Loli, en donde se servía un vino que era la sangre de un gigante? Tienes que acordarte, Leo, amigo, de mi playa, de nuestra playa. ¿No te acuerdas de José el portugués, y de aquel señor madrileño que recogía conchas? Estoy seguro que te he tenido que ver tomando unas xoubas en el bar de Lino, esa insula feminarum en la que pululaban por aquella enorme cocina Capitana, Marisol, Mari Carmen, Isabel y Sonia. ¿Te acuerdas do cheiro do café con unhas gotas de caña? ¿Te acuerdas de la tienda de Fina en la curva de Ardán de la que ya hablé en este blog? Yo era un chaval flacucho al que le daba miedo el mar y que miraba de reojo desde los maizales para ver si las olas rompían con mucha o con poca fuerza en la playa. Que sí, Leo, que nos hemos visto porque, además, debemos de tener la misma edad. Hasta seguro que hemos echado un partidillo de fútbol o hemos ido a pescar a los acantilados. En fin, Leo Caldas, inspector en una comisaría de Vigo, espero tus comentarios y, si te parece, quedamos en O muiño vello, el bar que tomó su nombre de la maravillosa playita en la que también las dornas dormían en las tardes de agosto. Aquí me quedo esperando tu llamada.

¿VOLÓ O NO VOLÓ PERSEO EN PEGASO?


 


Dice Carlos García Gual en el libro que acabo de leer, La deriva de los héroes en la literatura griega que Perseo voló en Pegaso, aunque, diré en descargo suyo que, unas páginas más adelante, dice que Perseo voló en rescate de Andrómeda con las sandalias aladas que le proporcionó Hermes. Entonces, ¿voló o no voló a la grupa de Pegaso? Recuerdo que don Antonio Ruiz de Elvira nos decía en sus clases que Perseo nunca había volado en Pegaso y, si el maestro zamorano lo decía, que lo había leído todo en Mitología y en otras artes, me lo creo a pies juntillas. Entonces, ¿se equivoca el maestro García Gual, ese gran humanista que me dio clases en tercero de carrera y que nos dejó marcados a los de aquella promoción con aquella pregunta que nos hizo en su primer examen: la estructura del epinicio pindárico? Vista ahora no era difícil, pero para unos jovencitos que acabábamos de entrar en la veintena aquella pregunta fatal nos desmoralizó. Aquel sábado de marzo, García Gual hizo que muchos compañeros abandonaran el aula. Un servidor se quedó porque, al menos, pudo poner aquello de estrofa, antistrofa y épodo que son las partes en las que se dividen los coros en la tragedia que son lírica coral y, por tanto, hermanos de los epinicios pindáricos. Aprobé el examen con un cinco y la pregunta del maestro se me quedó grabada en el disco duro para siempre. La verdad, con este calor horroroso y el epinicio pindárico ya no sé muy bien por dónde me andaba. ¡Ah, sí, con que si Perseo voló o no voló en Pegaso!

         Hesiodo, en su Escudo, dice así: ἱππότα Περσεύς, es decir, “el jinete Perseo”; Ovidio en sus amores, dice: victor Abantiades alite fertur equo, es decir, “el victorioso abantiada ( lo llama así Ovidio porque Abante era el bisabuelo de Perseo) en un alado caballo cabalga”. Y don Antonio, tal y como os decía antes, dice en la página 159 de su libro la Mitología clásica lo que sigue:

Esta última asociación (la de Perseo volando en Pegaso) es renacentista.

         Entonces, ¿voló Perseo o no voló en Pegaso? Pues la verdad es tanto el calor que hace esta tarde en Boecillo que me voy a dar un chapuzón en la piscina y que cada cual piense lo que le venga en gana y le pete. Vamos por mí como si viajó en un Pegaso de esos que se fabricaban en la ciudad Pegaso, aquel complejo fabril y residencial en San Fernando de Henares que hasta tenía un equipo de fútbol propio.