Laguna
de memoria. ¡Qué hermoso título el de este libro de Javier Palomar del Río en
el que se recoge el pasado de este pueblo vallisoletano al que tanto quiero! Pasan
por él guarnicioneros, pregoneros, huebreros, cesteros; pasan por él las fiestas
de las Águedas y los días de la Vieja, la Patarrona con sus siete patas que son
las siete semanas de Cuaresma; pasan por él las noches oscuras y las cocinas
bilbaínas - ¡ya sólo queda la de Paquita!-, calentando los corazones envueltos
en papel de estraza. Y queda la necesidad, el hambre, la miseria que ha acompañado
a España durante tantos siglos como una huésped malquerida que hizo a muchos
emigrar por la vía de aquel tren que, pasando por Ariza, llegaba hasta
Barcelona. Resuena en este libro la dulzaina de Jonás, la voz de Martín dando
los pregones, la voz de abuelo cantando por soleares del Pinto; hay en este libro un olor lejano de corrales
amanecidos, de guitaras morenas por un verano de siega, de
escriños con salvado, de cuévanos con los pimientos de cuatro morros, de
covanillas con tomates maduros que
perfumaban El pico del águila. En sus páginas está el olor al esparto de los
sacos de abuelo en el pescante, de las riendas, de los collerones, de las
retrancas, del francalete; el olor de las piñas en la cocina, de la colonia de
Lavanda Inglesa en los vasares decorados con una cenefa de papel blanco. Laguna
de memoria nos cura de esa laguna de memoria que no nos podemos permitir porque
se nos va la vida en ella. Nuestra vida.
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