jueves, 22 de abril de 2021

LOS HIJOS, LAS HIJAS, LES HIJES Y EL INDOEUROPEO

 


Quiero explicar por enésima vez por qué lo de los hijos, hijas e hijes es una soberana estupidez. Si ya decir ciudadanos y ciudadanas, lo de añadir “ciudadanes” denota un estado mental muy próximo a la catatonia.

         Vamos a la explicación. Según Francisco Villar, autor de un célebre libro sobre el indoeuropeo y los indoeuropeos, y mis profesores Alberto Bernabé Pajares y Julia Mendoza, en el protoindoeuropeo no existía flexión de género y los seres se dividían entre animados y no animados, seres con vida (vivientes) y seres inertes (no vivientes). Estos inanimados englobaban a seres sin vida, objetos y un largo etcétera. Estos seres se quedaron, gramaticalmente hablando, como palabras de un género inanimado en las que la diferencia entre nominativo y acusativo  no existía. (Así sigue ocurriendo en el neutro que se usa, entre otras lenguas en latín, griego clásico o alemán). Los animados sí que generaron una –s para el nominativo (agente de un proceso) y una –m/-n para los complementos directos, los que reciben la acción del proceso. Y en los seres sexuados, se utilizaba, por ejemplo, niño varón frente a niño hembra, es decir, una misma palabra que, os recuerdo, no era masculina, sino animada porque, como he dicho un poco más arriba, no existía la diferencia de género ( en lengua se habla de género y no de sexo por eso está también mal dicho lo de violencia de género que tendría que ser violencia de sexo). Acordaos que niño es,  en alemán,  neutro: das Kind. Pero la lengua fue evolucionando y, al llegar al estadio que se nombra como indoeuropeo III, se vio en la necesidad de expresar, en los animados siempre, el género femenino y el masculino. Para ello, marcó el femenino con una *-ā final que, según Villar, podría provenir de la antigua palabra indoeuropea *-gwe (mujer). Con esta *-ā final, pasó a marcar todas las palabras que designaran mujeres o animales hembra. Así nacieron palabras latinas como filia (hija) o avia (abuela). No hay por tanto, porque no la puede haber, ninguna intención machista en que este término femenino fuera el marcado. El masculino se quedó entonces como término no marcado que al no estar marcado, pudo (y puede) englobar al otro género ¿Por qué no fue el género femenino el que asumió este papel? Porque, según la gramática estructuralista, a un término  marcado no se le puede hipercaracterizar. Por si no lo entendemos, hago uso del ejemplo de Lisardo Rubio en su Gramática estructural del latín: si un militar, que viste un uniforme y es por tanto, según los estructuralistas,  un término marcado, quiere vestir de luto, se pone sencillamente una brazalete negro; por el contrario, si cualquiera de nosotros,  que no usamos uniforme, nos tenemos que vestir de luto,  usaremos prendas negras que el militar no puede usar porque es un término marcado, porque ya lleva uniforme que lo distingue como militar y no se puede poner encima otro “uniforme” que lo señale como persona de luto. Por si no está todavía claro, copio a Villar: El género femenino, en este sentido, al haber nacido como unidad referida solo a entidades femeninas, tenía un carácter distintivo y excluyente, que lo diferenciaba de géneros como el masculino o el inanimado (luego llamado neutro en latín). Esto fue lo que le brindó al masculino la capacidad de tener una función inclusiva o genérica (pues él no nació como unidad excluyente).

         Ya veis que no hay razón alguna para estar todo el tiempo diciendo hijos/hijas, diputados/diputadas o candidatos/candidatas. Y mucho menos para inventarse un hijes con su singular hije que no acabo de atinar a qué se refiere.

         Ya sé que esto no va a servir de nada, pero alguien tenía que decirlo.

 

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