Volvemos
este domingo con el Evangelio y nos detenemos en el pobre Lázaro que es la
lectura dominical. Todos sabemos la historia desde el colegio, pero hoy,
mientras Juan Carlos, el capellán de las Carmelitas Samaritanas del Sagrado
Corazón, la leía se me han “iluminado” este sintagma: estaba echado en su portal. Vamos, pues, al texto griego que
siempre ayuda.
πτωχὸς δέ τις ὀνόματι Λάζαρος ἐβέβλητο πρὸς τὸν πυλῶνα αὐτοῦ εἱλκωμένος
21 καὶ ἐπιθυμῶν χορτασθῆναι ἀπὸ τῶν πιπτόντων ἀπὸ τῆς τραπέζης τοῦ πλουσίου· ἀλλὰ καὶ οἱ κύνες ἐρχόμενοι ἐπέλειχον τὰ ἕλκη αὐτοῦ.
El pobre Lázaro era un pobre que ἐβέβλητο (tercera
persona del Pretérito Pluscuamperfecto de Indicativo en su voz media) que
podíamos traducir “ se encontraba echado en su portal (del rico). El perfecto
dice mucho pues, como en el caso ya
comentado de la Virgen que es la κεχαριτωμένη, es decir, la llena de Gracia por
siempre en el pasado , en el presente y en el futuro, ese pobre Lázaro estuvo, está y estará esperándonos a todos
en nuestro portal. Pero permitidme continuar con el comentario. El que este
pobre hombre estuviera en el portal del rico nos deja bien a las claras que no
se encontraba lejos ( ya sabéis aquello de que ojos que no ven corazón que no
siente) sino “casi en su casa” y que el rico lo veía todos los días al entrar o
salir de su casa. Y le veía su hambre, su dolor, su amargura y sus llagas a las
que nunca fue capaz de curar o, por lo
menos, intentar aliviar su escozor tan
sólo limpiándolas. Fueron los perros de la calle (οἱ κύνες ἐρχόμενοι ἐπέλειχον τὰ ἕλκη αὐτοῦ.) los que le lamían
las heridas, perros que revelan más corazón que este rico amante de los
banquetes y de la “dolce vita” como muchos ricos (y no tan ricos de aquellos
tiempos y de los que siguieron y que llegan hasta nuestro presente que no
siempre vamos a pensar que el pobre es bueno y el rico malo). Como también
decía Juan Carlos, hoy es al revés que en la parábola: los pobres no tienen nombre y son los ricos los que
tienen nombres que salen en las revistas del colorín, en los periódicos o en
los registros de la propiedad porque , para nuestra sociedad consumista, un
pobre es, ante todo, un no consumidor y el ser no consumidor no se les perdona
ni a los pobres ni a los viejos a los que se encierra en ¿residencias? para que
no molesten cuando tanto tendrían que enseñarnos al resto de las sociedad.
También el texto de Lucas nos habla,
como en le caso de la mujer Canbanea, delas miguitas:
ἀπὸ τῆς τραπέζης τοῦ πλουσίου·
Recordemos cuántos viven de las “miguitas”
que se m caen de nuestras orondas mesas de ciudadanos del vergonzoso y
avergonzante “primer mundo”.
Por
último y para no cansar, ese final maravilloso:
εἶπεν δὲ αὐτῷ, Εἰ
Μωϋσέως καὶ τῶν προφητῶν οὐκ ἀκούουσιν, οὐδ᾽ ἐάν τις ἐκ νεκρῶν ἀναστῇ πεισθήσονται.
Aquí, en mi humilde modo de ver, se ve
la importancia de la fe. “Aunque resucitara un muerto, seguirían sin creer”
porque le buscarían explicaciones “racionales” o simplemente dirían que es un
cuento inventado por “los curas”. Recuerdo a Alfredo Peña Santamaría, “Chacho”,
profesor de Literatura y de Religión en mi colegio que nos decía: “Aunque Dios
hiciera llover Biblias en el Bernabéu, para muchos no sería una prueba de la
existencia de Dios porque siempre dirían que era un efecto óptico, un avión que
las ha perdido o una alucinación colectiva. Ese suceso tan sólo le serviría al
que tiene fidei donum, el don de la
fe que, no lo olvidemos, es un regalo.
Y ya con esta reflexión, os dejo hasta
la próxima entrada. Que seáis felices.