Cuando
la voz de las Sirenas llegó a la nave Argos, Orfeo cogió su lira y comenzó a cantar
para apagar la voz de esos seres fabulosos, mitad mujeres, mitad pájaro. ¿Qué
cantaban las sirenas? ¿Quizás fados como as
sireas cantareiras de Plinio que dice haberlas escuchado en las costas de
Lisboa? ¿Era su música quizás tan salvaje, tan alejada de escalas y de
armonías, que devolvía a los humanos al medio más salvaje? Orfeo era el
civilizado, el músico apolíneo y aquellas mujeres pájaro eran la voz salvaje de
la naturaleza, la voz salvaje de las sirenas, la voz, en definitiva, salvaje de
las mujeres griegas a las que nunca entendieron sus maridos y, porque no las
entendían, las tenían encerradas en los gineceos en una situación muy parecida
al mundo árabe en donde la mujer, tiene que ir tapada para “evitar el pecado” que nace
de la mente pecaminosa de sus varones. Todos los marineros se quedaron mudos
escuchando a Orfeo y dejaron de atender a aquellas mujeres enloquecidas, a
aquellas hijas del mar y de las rocas. ¿Todos los marineros? No, hubo uno que
saltó al agua espumosa del mar y que nadó hacia las Sirenas. Los mitógrafos, no
queriendo reconocer, - como intelectuales que son-, que este marinero buscaba el lado salvaje de
la música y, por ende, el lado salvaje del ser humano, explican que la misma
diosa Afrodita lo sacó del mar, lo “salvó” del peligro de las Sirenas, se lo
llevó a Sicilia y allí fue padre, dea
mediante, de Érix y Policaón. Afrodita “templó” al “salvaje Butes” y lo
convirtió en un burgués pater familias
¡Ay, la mitología castradora, la mitología que no quiere que lo civilizado
vuelva a lo salvaje, ay de la mitología del miedo a vivir! Yo estoy convencido que este marinero que
dejó la Argos fue feliz con aquellas mujeres y que aprendió sus canciones
simples, sin escalas frigias, lidias ni
mixolidias. ¿A que tengo razón, querido Butes?
Por cierto, el gran Pascal Quignard
escribió una breve novela sobre tan curioso personaje. No os la perdáis aunque
os hará pensar, algo que es de gran riesgo en esta sociedad casposa y
adormecida por los de siempre.
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