No
corren buenos tiempos para estas “historias de la historia”, pero debemos reconocer
que la historia ha influido, influye e influirá en nuestra vida incluso en los
aspectos más cotidianos como puede ser el cocido lebaniego. Espero que, si
tenéis paciencia y os leéis esta entrada entenderéis, a más de otras muchas
cosas, el porqué de que en la Liébana se guisa un cocido que nada tiene que ver
con el cocido montañés. Historia,
magistra vitae.
Lo primero que tenemos que intentar
definir es la merindad, territorio que estaba gobernado por un merino que era
el representante o intermediario entre el poder real y las villas o señoríos.
También es conveniente definir behetría que, según Corominas, era una población
cuyos vecinos tenían el derecho de elegir a su señor, algo que allá por el
siglo XIV que es cuando se redacta el Libro de las Behetrías de Castilla, no
era asunto baladí pues una población o era de señorío ( dependía de un señor) o
era de realengo ( dependía del rey) y así sus habitantes eran pecheros ( que pagaban pechos, es decir,
que pagaban a Hacienda como nosotros) y tenían que darle sus dineros bien al
señor del señorío, bien al monarca.
Vistos esto, vamos a pasar a tratar de
una merindad que conocemos muy bien: La Merindad de la Pernía y Liébana. Ambas
comarcas formaron una merindad y así se recoge en el ya mencionado libro de las
Behetrías de Castilla. Por lo tanto no había “frontera” en el puerto de
Piedrasluengas y la merindad se extendía por tierras de la actual Cantabria y
de la actual Castilla y León. Por si fuera poco, la Liébana perteneció al
obispado de Palencia hasta los años cincuenta del siglo pasado en que el
Vaticano quiso armonizar provincias eclesiásticas con provincias civiles o
administrativas. La capital de dicha merindad era Cervera de Pisuerga y las
diligencias pasaban el puerto y tomaban dos rumbos: bien por el valle de Valdeprado
camino de Potes, bien por la Cruz de la Cabezuela camino de Puentenansa. Por
cierto, que todo el valle de Polaciones pertenecía también a esta merindad.
Resumiendo, que la Pernía y la Liébana
compartían jurisdicción administrativa y
sus gentes tenían más contacto con Palencia ( con sus trigos y sus legumbres)
que con los lugareños de las Asturias de Santillana que guisaban un cocido más
norteño, primo del caldo gallego con su berza y sus alubias. Ese cocido de las
Asturias de Santillana es el cocido montañés que nada tiene que ver con el
cocido lebaniego que es, sin apenas cambios, un cocido castellano como se puede
comer en Herrera de Duero, en laguna de Duero o en Aldeamayor de San Martín. Al
ser tan diferentes, los cántabros de Cantabria (perdón por la redundancia) van
a la Liébana a comer ese cocido “distinto” que, vuelvo a repetir, nada tiene
que ver con el cocido montañés. ¿Os queda claro? Pues ya estáis tardando en
coger el coche y subiros a la Venta Pepín, en plenos valle de Valdeprado, a
comeros un cocido de los que prepara Federico y su familia. Dictum est.
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