Os
había dicho que no me apetecía escribir sobre la monumental payasada que vi el
otro día en Laguna: una pegatina amarilla cuyo contenido no repito por no
hacerle una publicidad inmerecida, pegada en un banco, en la Plaza de los
Hoyos, pero lo voy a hacer.
Me duele profundamente esta payasada
porque no ha habido, en toda España, dos pueblos más unidos que Laguna y
Boecillo y, porque este personaje que lo pegado en el banco estaba algo
despistado, le quiero decir algunas
cositas.
La primera es que muchos laguneros se
llegaban hasta Boecillo, cuando no había toros en Laguna, para asistir a los
festejos boecillanos en los que nunca faltaban los toros de El Raso. Asi – y de
otras maneras que sería muy largo explicar ( remito a mi libro sobre Boecillo)-,
se fueron gestando numerosas amistades y…
numerosos hijos que sellaron la unión , que ya existía, entre ambos pueblos.
La segunda es que tan sólo, históricamente,
se encuentran discrepancias entre las dos poblaciones por motivo de la barca y
del pontazgo para pasar el puente que siempre recayó en los boecillanos pero
que, durante un tiempo, pretendieron los
laguneros. Sin embargo, ni siquiera este pleito empañó la buenísima relación de
los vecinos de una margen y otra del Duero.
La tercera es que son muchos los
matrimonios que nacieron de las numerosas visitas que tanto los boecillanos
como los laguneros hacían “al pueblo del otro lado del río” porque ya sabéis
que “tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”. Y, por si este indocumentado
no se lo cree, le señalo dos matrimonios en mi propia familia:
-
Gerardo Pérez, Carabina a carta cabal
lo que es lo mismo que decir bellísima persona y trabajadora por demás, se casó
con la hermana de mi abuelo Luis que era Elena Platón Villafruela, boecillana
por los cuatro costados. De esta unión nacieron cuatro hermanos: Víctor (q.e.p.d.),
Gerardo, Elena (q.e.p.d.) y Angelita, madre, a su vez de varios hijos y cuya
hija, María Elena Fernández Pérez, compañera en la enseñanza, es pareja de Martín, boecillano de pro. Lo
ves, tonto del haba: una lagunera con un boecillano.
-
Mi madre, María Teresa Platón, hija de
Luis Platón Villafruela, también boecillano por los cuatro costados aunque, por
ganarse la vida, como tantos boecillanos, emigró al País Vasco y después a
Madrid, pero que regresó y está en su pueblo enterrado, se enamoró de un
Alubiero: Julián González Hernández, hijo del señor Julio el Alubiero y de
María la Toresana.
Además
de estos matrimonios hay otros ( que el lector haga un esfuerzo de memoria y
recuerde) y otros muchos laguneros que siguen acudiendo a las fiestas
boecillanas y “rompiendo el cántaro”. Tan sólo, por no ser pesado y llevar el
asunto ad nauseam, mencionaré a
Isidro Pérez, otro Carabina, sobrino de Gerardo y hermano de Pablo, el
pastelero, que tampoco anda escaso de visitas a Laguna pues Isidro, desde que
el mundo es mundo, no falta a la misa de San José, una misa de honda raigambre
boecillana.
Por tanto, personaje que has
pegado esa pegatina que no denota sino tu incultura, te digo, con todo mi
cariño pero con toda mi firmeza, que eres un melón más grande que los que se
criaban en Laguna a la vera de “mi acequia” del alma. Te puedes leer mi libro Boecillo con el corazón en cuya portada
aparece una foto que es el argumento mejor para lo que estoy defendiendo y que
es la que pongo como ilustración de esta entrada. En ella podemos ver a Gerardo
Pérez, lagunero y Carabina, ya anteriormente citado, con Emilio Platón Beltrán, bisabuelo mío y
suegro de su compañero de foto pues
estaba casado Gerardo con su hija Elena que se fue a Laguna y en su casa murió
Emilio, su padre.
Por tanto, tonto el haba, lee
mi libro y deja de gastarte el dinero en pegatinas. Y te digo que aún tengo
ejemplares así que aquí te espero para
darte uno (si me lo pagas, mejor, listillo) y “asesórate” un poco sobre Laguna
y Boecillo. Y eso te lo dice uno que es hijo de un Alubiero y de una Platón, un
apellido al que dediqué una entrada y que, según el libro de la Parroquia
boecillana está en Boecillo desde el siglo XVII.
Ex inopia cordis, os tua loquitur, melo, es decir, que de la
escasez de tu corazón, habla tu boca, melón. Y mira tú por dónde me ha salido,
porque soy poeta, un pareado. Y ya no te digo más porque no te lo mereces,
cocurbitáceo del alma.
Amén.
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