El
otro día, mi querido amigo Ángel Gómez, el gran escritor cuellarano, colgaba en
Facebook un cartel en el que se declaraba partidario de la amnistía. Voy, con
todo el respeto y cariño que le profeso, a decirle por qué no lo soy yo.
En primer lugar, amigo Ángel, no lo soy
porque la amnistía, ese “voluntario no acordarse” que significa en griego y que se opone a la
amnesia, que es un olvido patológico, se concede cuando hay una situación
política excepcional, de esas que se repiten pocas veces en la historia de los
pueblos. Así, valga como ejemplo, la amnistía del año 1977 que se concedió
porque, mediante ese “voluntario no acordarse”, aquellos políticos – hoy tan
denostados injustamente por politiquillos que no les llegan ni al zancajo-, querían
una España en la que las heridas del pasado se curaran. Recuerdo el cartel,
aunque yo era muy pequeño, con un grupo de hombres que se apresuraba a
abrazarse a otro grupo. Aquella amnistía se concedía porque había un proyecto
común para crear una España nueva en la que las heridas de la Guerra Civil se
olvidaran. No voy a entrar a hablar de cómo ese espíritu, por afanes políticos,
se ha mandado al traste y ahora lo que prima es el enfrentamiento y el
revanchismo. Resulta que los que lucharon en esa guerra se perdonaron y los
nietos se vuelven a enfrentar de nuevo por intereses partidistas que, algún día
(quizás ya mismo) lo pagaremos caro. Pero, fíjate, querido Ángel, que he dicho que había un proyecto común de
una España sin rencores. ¿Existe en esta amnistía que tú defiendes? Pues no, no
existe; tan sólo existe el proyecto de reyezuelos de taifas que quieren sacar
del poder central el mayor partido. Que no tenga miedo esa que llaman, con poco
acierto los que sí son fascistas de verdad, la “derecha fascista” porque esos reyezuelos
no van a matar a la vaca de la que sacan toda la leche que pueden.
La segunda razón por la que no creo es
que Pedro Sánchez, cuyos logros en algunas políticas nadie niega, jamás había
hablado antes de conceder la amnistía a los que habían delinquido contra la
Constitución. Quizás te asombre la palabra “delinquir”, pero levantarse en
contra de la Constitución es un delito, diga lo que diga ese Tribunal que de
Constitucional tiene bastante poco pues sobrevive en su propio fango, en ese
albañal de intereses en el que hoza como los cerdos en la cochiquera. Repito:
jamás Pedro Sánchez había hablado de amnistía; es más, no quería hablar con los
nacionalistas y mucho menos con ese prófugo que había huido cobardemente en el
maletero de un coche, dejando a sus propios compañeros en las cárceles, y se amparaba
a la sombra de la justicia de un país que nunca nos tuvo mucha estima.
Sorprende pues, que, cuando ha necesitado siete miserables votos para seguir en
su poltrona, Sánchez, como es habitual en él, donde había dicho “digo” dice “Diego”
y empieza a hablar del perdón, de la convivencia y de la misericordia. Como a
los malos magos, a Sánchez se le ve el truco y se ve que esta amnistía es, como
decimos los que , como tú y yo, sabemos de Lengua, una amnistía ad hoc, es decir, que no nace per se , sino que nace para explicar y
justificar unos hechos vergonzantes .
La tercera razón por la que no creo en
la amnistía de Sánchez es porque, si se le concede amnistía a un preso, es
porque en el fondo se está reconociendo la injusticia de su procesamiento y de
su encarcelación; es, en definitiva, que
se cede al chantaje de los interesados líderes de Cataluña y el País Vasco, dos
regiones de nuestra España que, a lo largo de la historia, han sido mimadas por
el gobierno central. ¿Has pasado alguna vez, caro Ángel, por el Cega la altura de Mojados y has visto una fábrica
en ruinas? En esa fábrica se elaboraba la rubia, un colorante para los tejidos
castellanos que se fueron al garete en la mitad del siglo XIX por defender el
Estado central, ese que ahora les condona una deuda mil millonaria, las
fábricas textiles catalanas. ¿Has visto los maizales de mi querida Galicia? En
esos maizales se cultivaba el lino, o liño dos alalás que cantaban los mozos en
las fiestas. Ese lino se dejó de cultivar para beneficiar, de nuevo, a las
textiles catalanas. Suele ocurrir que los hijos más favorecidos son los que,
cegados por su ambición, nunca están contentos con su familia y quieren
abandonar a sus padres y al resto de los hermanos.
La cuarta razón es porque esa amnistía
y esa condonación la vamos a pagar todos los españoles; porque no va a salir de los catalanes, sino
de un señor de Cádiz, de una señora de Cuenca y del que esto escribe en este
pueblo castellano que se llama Boecillo.
La quinta es porque no se puede, ni en
un estado, ni en una familia, dar un trato de favor a unos hijos y dejar a los
otros con el trabajo de mantenerlos.
Por detrás del nacionalismo que, según
Savater, es una enfermedad que se cura leyendo, hay un egoísmo feroz porque
todo nacionalismo, desde Puigdemont a
Hitler, se basa en una raza o pueblo
superior que se cree acosado y atacado por un estado opresor cuando suele ser
al contrario.
La sexta (y creo que última) es porque
no todo vale para alcanzar los fines que se pretenden por muy loables que estos
sean. Podría seguir, pero otras
obligaciones me reclaman. Recibe todo mi cariño y mi amistad. Sabes que te quiero
bien y que, en el fondo, luchamos contra el mismo enemigo, desde trincheras
diferentes.
Un abrazo, maestro.
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