Hace unos días, os hablaba de
ese relato tan maravilloso que es La carretera
de Cormac McCarthy y para que veáis que no os miento, os
transcribo un fragmento de esta obra:
“Cuando se despertó de nuevo,
era aún de noche, pero ya no llovía. Una luz humosa allá en el valle. Se
levantó y caminó por la loma. Una bruma de fuego que se extendía varios
kilómetros. Se puso en cuclillas y observó. Le llegó el olor del humo. Se
humedeció un dedo y lo puso al viento. Cuando se levantó y dio media vuelta
para volver, la lona estaba iluminada por dentro porque el chico se había
despertado. Ubicada allá en la oscuridad, la forma frágil y azul parecía el
emplazamiento de los últimos aventureros en los confines del mundo. Algo
prácticamente inexplicable. Y lo era.”
Traducción de Luis Murillo
Fort.
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