Esta entrada tan sólo quiere ser un agradecimiento a los HH.
Corazonistas en los que entré como alumno de 1º de EGB y salí al terminar COU.
Frente a las dentelladas contra la educación religiosa, frente al miedo de la
Junta de Andalucía a la Religión y su prohibición de que los profesores de
Religión vigilen el recreo, quiero dejar constancia de que en ese colegio, en
mi colegio, se nos enseñó el valor de compartir, de pensar en los más pobres,
de tener un espíritu crítico con las mentiras de la sociedad. A mis profesores
les estoy enormemente agradecido porque me llevaron a enamorarme del Latín, de
la música o de la literatura. Allí
estaba Alfredo Peña, fumando en su pipa larga y leyéndonos a Garcilaso; Narciso
Larreina Gainzaráin haciéndonos leer a diario a Rubén Dario; Jesús Foronda hablando
de las película que él veía en el original francés o inglés y tantos y tantos
otros. Esforzados, nobles, vascos y navarros en su mayoría, los recuerdo con
mucho cariño y muchas tardes echo de menos aquel bocadillo de caballa que
vendían en el bar. Sin embargo, en esta entrada no puedo olvidar a Patxi
Bergera que me inoculó aquel primer día de colegio la fidelidad a la música de
acordeón. Y nada de represión. Del Sagrado Corazón han salido gentes tan “reprimidas”
como Iñaki Gabilondo o Ángel Gabilondo por citar algunos. ¡Gracias a todos, Hermanos
del Sagrado Corazón! Ezkarrik azko.
Vaya, parece que en el fondo eso de leer obligatoriamente no tiene por qué hacer odiar la literatura. Tomo nota.
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