Le preguntaron en cierta ocasión a Mao Tsetung:
-
¿Cómo te arreglarías para que un gato comiera
pimienta?
-
¿Les gusta a los gatos esta especie picante? –
preguntó a su vez el entonces poeta y bibliotecario.
-
De ninguna manera. La aborrecen.
Mao quedó algún tiempo pensativo y luego
con imperturbable serenidad dio su
solución:
-
Haría una honda herida en una de las patas del
gato y en su interior vertería la pimienta.
-
¿Y qué lograrías con eso?
-
Que lamiéndose la herida desesperadamente,
tragara la pimienta…
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